La depresión no es tristeza común. Es una desconexión profunda de vos misma. Es vivir atrapada en una prisión invisible donde todo pesa, incluso respirar. Es ese estado en el que tu cuerpo se mueve, pero tu alma no. Esa sensación de que estás viva, pero no viviendo. Y aún más profundo: de que no mereces vivir. Te dijeron que era una enfermedad, un desequilibrio químico. Pero nadie te explicó que también es una acumulación de duelos no sanados, de emociones no sentidas, de historias familiares que cargas sin darte cuenta. Que no es una debilidad, sino un llamado. Un llamado sagrado a volver a vos. Hoy quiero contarte lo que descubrí en mi camino de sanación. Porque sané. Porque transformé mi oscuridad en fuerza, mi vacío en propósito, mi dolor en compasión. Y sé que vos también podés hacerlo. Este manifiesto no es solo un testimonio. Es una guía. Un faro. Una puerta abierta. Un abrazo escrito.
-¿Qué es realmente la depresión?
Desde la mirada biológica, la depresión es un mecanismo de protección. Es el cuerpo apagando todo para no sentir más dolor. Desde la psicosomática, es una emoción estancada que grita en silencio. Desde la epigenética, es una programación ancestral que podés reescribir. Desde la neurobiología, es una alteración de la química cerebral causada por una emoción sostenida. Desde la biodescodificación, es un conflicto de identidad, un quiebre con tu territorio, con tu lugar en el mundo. Desde la espiritualidad, es el alma llamándote para volver al propósito. Pero por sobre todo, la depresión es una desconexión con tu corazón. Y cuando te alejas de tu corazón, la vida pierde sentido. Y entonces llegan los pensamientos oscuros, el cuerpo pesado, el insomnio, la apatía, el llanto inexplicable. Y crees que estás rota. Que algo anda mal con vos. Pero no. Lo que pasa es que te desconectaste. De tu cuerpo, de tu historia, de tu poder, de tu esencia.
-¿Qué me sanó?
Primero: reconocerlo. Dejar de luchar contra eso que me pasaba. Dejar de juzgarme. Pedir ayuda. Sentarme a llorar lo que no había llorado en años. Abrazar mi dolor como una parte de mí que necesitaba ser escuchada. Después: mover el cuerpo, volver al presente, respirar profundo. Empezar a escribir, a meditar, a decirme cosas nuevas. Cambiar mis preguntas. Abrirme a otras miradas. Bucear en mi árbol genealógico, en mis heridas de infancia, en los mandatos que me construyeron. Renunciar a la perfección. Perdonar y por sobre todo perdonarme, dejar de castigarme por todos los errores del pasado y entender que hice lo que pude con los recursos que tenía a mano.
Comprendí que lo que me pasó no fue un castigo, fue una iniciación. Un rito de paso hacia mi versión más verdadera. Descubrí que todo dolor tiene un propósito. Y que ese propósito me trajo hasta acá: a acompañar a otros a encontrar su luz.
-Sanar la mente, despertar el alma
Muchos creen que la depresión no es real, dicen: es flojera, es drama y debilidad. Pero lo que no saben es que la depresión en realidad es exceso de pasado no digerido, exceso de juicio interno, exceso de desconexión con el corazón. Y es también falta de propósito, de amor propio y de energía vital. Cuando estamos deprimidos, lo primero que muere no es el cuerpo, es la esperanza. Y aunque parezca increíble, la transformación empieza en el cuerpo. El movimiento fue mi primer medicina. Cuando empecé a mover mi cuerpo, mi alma empezó a despertarse. Cuando activé mi energía, comenzó a regresar la luz.
Desde el coaching neurobiológico sabemos que la fisiología gobierna la mente. Que no podemos acceder a pensamientos elevados ni emociones creativas si nuestro cuerpo está colapsado, cerrado o inmóvil. Por eso, para sanar la depresión, necesitamos antes que nada activar la energía vital. Así pues, lo primero que hice fue entrenar una nueva manera de vivir dentro de mí. Y no fue fácil. Porque cuando venís de la oscuridad, la luz puede doler, pero también puede sanar.
-El enfoque crea realidad
Una de las claves que transformó mi vida fue aprender a dirigir mi enfoque. ¿Dónde estás poniendo tu atención? ¿En lo que te falta o en lo que tenés? ¿En lo que podés controlar o en lo que no? ¿En el pasado que no podés cambiar o en el presente que podés transformar?
Lo que sentimos no lo genera la vida, sino el foco que elegimos. El enfoque crea significado. Y el significado crea la emoción. Y tus emociones son tu hogar. Son tu mundo interno. ¿En qué hogar emocional vivís? ¿Te estás quedando a vivir en la tristeza, la culpa o el miedo?
¿O estás eligiendo habitar estados bellos, como la gratitud, la compasión o el amor? Cambiar el enfoque es romper con patrones automáticos de dolor, esos que venimos repitiendo por años, incluso por generaciones.
-Las creencias lo controlan todo
¿Alguna vez te preguntaste qué historia te contás una y otra vez? La biodescodificación nos enseña que detrás de cada síntoma hay un conflicto no resuelto. Que cada emoción estancada es un mensaje del alma. Que muchas veces cargamos con culpas, mandatos y creencias heredadas que no nos pertenecen. ¿Te sentís estancada? ¿Vacía? ¿Sola?
Preguntate: ¿Qué me impide avanzar? ¿Qué creencias heredé sobre mí que ya no quiero sostener? ¿A quién le sigo siendo leal con mi tristeza? La epigenética confirma que nuestras emociones y hábitos activan o desactivan genes, es decir: no somos víctimas de la biología, somos co-creadores de nuestra vida. Y la buena noticia es esta: Podes reescribir tu historia. Podes soltar el rol de víctima. Podes elegir ser creadora de tu destino.
-Del sufrimiento a la sabiduría
La depresión tiene un mensaje. Y aunque duela, es un llamado. Es el alma diciendo: “Así no puedo más’. Es la vida pidiéndote que renazcas, pero ahora desde tu verdad. Todo lo que me pasó tenía un para qué y aunque no lo entendía en el momento, hoy lo veo con claridad. Fue la manera en que la vida me dijo: “Despertá. Recordá quién sos. Soltá todo lo que no te pertenece. Y volvé a vos’.
Sí bien mi invierno emocional fue muy largo, no duró para siempre y me ayudó a comprender que el dolor es parte de la vida, pero el sufrimiento es una decisión del ego. El alma solo puede florecer cuando dejamos de resistir el cambio. Lo que más me salvó no fue la lógica, fue el alma. No fue entender, fue sentir. No fue controlar, fue rendirme.
-Manifiesto de renacimiento
Hoy declaro que no soy mi historia, soy mi sanación. Que mis heridas no definen mi identidad, sino mi fortaleza. Que la tristeza no es enemiga, sino mensajera. Que la depresión no es el final, es el umbral de una nueva vida. Hoy me comprometo a ser fiel a mí. A escucharme. A abrazar mis emociones. A dejar de exigirme tanto. A descansar sin culpa. A brillar sin permiso. A vivir en coherencia. Elijo soltar el juicio. Elijo transformar la culpa en compasión. Elijo dejar de cargar dolores que no son míos. Elijo habitar mi presente, mi cuerpo y mi alma. Estoy viva. Estoy despertando. Estoy volviendo a mí.
-Acompañar a otros: mi llamado sagrado
Hoy acompaño a otras almas a sanar lo que duele, a liberar lo que pesa, a reconectar con su propósito y a recuperar la luz.
En cada sesión, en cada encuentro, usamos herramientas poderosas como: Biodescodificación – Psicosomática – Coaching Neurobiológico
– EFT Tapping – Reprogramación de creencias – Respiración consciente – Y la más poderosa de todas: regresar al corazón. Si estás atravesando un momento oscuro estoy acá para acompañarte a escribir una nueva historia.
Esta es una de las tantas historias reales que nacen cuando el corazón comienza a sanar:
Hola, quiero compartir con ustedes la experiencia transformadora que viví en las sesiones con Luisa. Soy una mujer que fue abusada sexualmente durante muchos años, desde que era apenas una niña de 4 o 5 años. Crecí con ese dolor y ese trauma sellado en el silencio, completamente bloqueado en mi mente. Pero todo se removió tras la muerte de mi madre. Fue como si mi cuerpo y mi alma ya no pudieran sostener más ese dolor escondido. Colapsé emocional y físicamente. Empecé a recordar. A sentir. Y con ello, llegó una depresión profunda. Intenté con psiquiatras, medicación, pero nada llenaba el vacío. Nada aliviaba esa oscuridad. Solo pensar en mis hijos me sostenía en pie. Pero aun así, hubo noches enteras sin dormir, con insomnio crónico, con un cuerpo que gritaba el dolor del alma. Hasta que, por esas “Diosidencias’, alguien me habló de Luisa. Me insistió para que la conociera. Fui a la primera sesión como un pájaro herido, sin alas. Y entonces pasó algo que aún hoy me emociona al recordarlo: sentí paz. Por primera vez en mucho tiempo. En sus palabras, en su presencia, en su mirada sin juicio. Sentí que abrazaba mi alma. En ese instante, algo dentro de mí despertó. Sentí ganas de vivir. A partir de ahí, con su guía amorosa, lenta pero firmemente, comencé a sanar. A soltar, a perdonar, y sobre todo a perdonarme. Luisa me enseñó que incluso el dolor más devastador puede transformarse en sabiduría. Que sanar no es olvidar, sino encontrarle sentido a la herida. Hoy soy otra mujer. No perfecta. Pero libre. Si estás atravesando un momento difícil, por favor: no lo hagas sola. Esta terapia cambia vidas. A mí me devolvió la mía. Gracias, Luisa. Gracias por abrirme tu corazón, gracias por ayudarme a reconstruir el mío. Patricia Villar, 51 años.
-Reflexión final:
¿Y si esto fuera solo el comienzo? No estás sola. Lo que sentís es válido. Y sí: se puede sanar. Y más aún: se puede renacer. ¿Y si lo que estás viviendo fuera, en realidad, el inicio de tu verdadera vida? ¿Y si esta oscuridad fuera el umbral de tu expansión? ¿Y si hoy eligieras decirte “sí’ a vos misma? ¿Sí a tu verdad? ¿Sí a tu alma? El momento no es mañana. El momento es ahora. Y todo lo que necesitas para transformar tu vida ya está dentro tuyo. Si este manifiesto tocó tu corazón, compartilo. Tal vez, para alguien más, sea esa luz que aún no sabía que estaba buscando. Y si necesitas acompañamiento para atravesar tu propio invierno emocional, estoy aquí. No para rescatarte, sino para recordarte lo que en el fondo ya sabes: que vos podés.
Con amor, esperanza y propósito.
Luisa Aciar
Entrenadora del corazón
@luisaaciar1111

