Mariupol desolada. Esta importante ciudad portuaria es una de las más devastadas por los bombardeos rusos. Ya salió el 75% de su población. Los que se quedaron no tienen agua, también falta comida y medicamentos.


La guerra de Rusia en Ucrania cumple hoy su primer mes convertida en la invasión terrestre más grande y la peor crisis humanitaria en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, y en la mayor amenaza en décadas a la paz y la economía del planeta.

El 24 de febrero, por orden del presidente Vladimir Putin, fuerzas de Rusia acumuladas en la frontera con Ucrania asaltaron el país desde tres frentes, bombardeando blancos militares en las ciudades más grandes del país, incluyendo Kiev, la capital, y dejando una estela de destrucción. Al menos se necesitarán 20 años para recuperar lo perdido.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, impuso la ley marcial y decretó la movilización general de las fuerzas armadas. Desde entonces, el conflicto se ha vuelto familiar para todo el mundo gracias a los efectos económicos que trascienden a Ucrania, ejemplificados por un aumento exponencial en los precios de la energía y los alimentos.

Tras cuatro semanas de guerra, Rusia controla la periferia noreste, este y casi toda la sur de Ucrania, y rodea Kiev, la oriental Jarkov y sobre todo, la sureña y portuaria Mariupol, convertida en símbolo de la destrucción y crisis humanitaria. Ucrania ha mostrado una mayor capacidad de resistencia que la esperada, al menos por Occidente, y todavía mantiene en pie gran parte de sus defensas antiaéreas y no ha perdido control de su espacio aéreo frente a la más poderosa aviación militar rusa.

En tierra, ante un Ejército mucho mayor y mejor equipado, su estrategia se basa en ataques relámpago estilo guerrilla, o de "guerra asimétrica", a las columnas acorazadas rusas, con misiles antitanques, artefactos explosivos improvisados y armas ligeras. La táctica de Rusia replica la que usó recientemente en Siria: una guerra de desgaste con asedios y ataques de artillería y aéreos a los que ha sumado el disparo de misiles de largo alcance desde barcos en el mar o desde el espacio aéreo ruso. A falta de información oficial, las bajas militares son un misterio, aunque se calculan en por lo menos varios cientos por bando, e incluso algunos miles para el caso de las fuerzas rusas, sobre todo las terrestres, más expuestas a los ataques. Ucrania sostiene que abatió entre 10 y 15 mil soldados rusos.

Estados Unidos y otros países que apoyan a Ucrania se han abstenido de intervenir militarmente para evitar la escalada global del conflicto bélico y han optado por aplicar sanciones económicas a Rusia, pero el riesgo de una conflagración paneuropea, o mundial, crece cada día de guerra, y ya van 30.

Las sanciones pusieron de rodillas una economía rusa ya de por sí vapuleada por otras previas, por su anexión de la península ucraniana de Crimea, por la represión de la disidencia interna, la guerra en Siria o sus vínculos con Venezuela o Corea del Norte. El sistema bancario-financiero de Rusia y su vital sector energético están entre los más golpeados. Algunas de las mayores compañías del mundo se han ido de Rusia o han limitado sus actividades allí.

Aunque imposible de cuantificar, el sufrimiento humano resultado de la guerra no encuentra parangón desde la Segunda Guerra Mundial: más de 10 millones de personas abandonaron sus hogares en Ucrania en un desesperado intento de preservar la vida. Más de 3,5 millones se fueron de Ucrania, y 6,5 millones tuvieron que asentarse en otras partes del país de 44 millones de habitantes.

La mayoría de los refugiados fueron a la vecina Polonia, y en menor medida a otros países europeos cercanos. Los muertos se estiman en varios miles, combatientes y no combatientes.

La ONU ha podido confirmar 953 civiles fallecidos, entre ellos 171 niños y 1.557 heridos, aunque dice que la cifra real es mucho mayor. Mariupol ha sido de las ciudades más afectadas, tras más de tres semanas de un sitio y bombardeos rusos que la dejaron sin servicios básicos y casi sin comida y medicinas. Más de 2.300 residentes murieron en ataques rusos. Antes de la guerra, la ciudad tenía 430.000 habitantes, pero se estima que ahora sólo quedan unos 100.000 tras varias evacuaciones.

La guerra provocó un colapso económico general de Rusia y Ucrania y puso en jaque la recuperación de la economía mundial justo cuando empezaba a salir de su estado de coma pandémico.

La virtual detención de la actividad agrícola rusa y ucraniana ha puesto bajo amenaza el suministro de alimentos de decenas de países que dependen de las importaciones de dos de los mayores productores de granos del mundo. Los precios internacionales del petróleo y el gas, que Rusia produce en cantidades y pasan hacia Europa a través de Ucrania, se han disparado aún más en todo el mundo con la guerra, así como los precios de muchos metales. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el conflicto causará serias interferencias en el comercio y las cadenas de suministro. El PBI mundial caerá un 1,08% el año próximo, y la inflación global en 2023 sumará un 2,47% al 4,3% previsto para este año.

  •  Negociaciones estancadas

Con posiciones muy contrapuestas, Ucrania y Rusia han celebrado varias rondas de negociaciones para tratar de frenar la guerra, todavía sin resultados. Ucrania exige un alto el fuego y Putin la garantía que Kiev desistirá de su afán de ingresar a la Organización del Atlántico Norte (OTAN).