¿Por qué algunas personas parecen siempre tener éxito en todas las áreas de su vida? ¿Porque siempre las vemos felices, gozando de buena salud, experimentando bienestar, amor, paz interior y creatividad, mientras que otras parecen siempre fracasar y experimentar crisis, dolor, sufrimiento y caos interior? Quizás la respuesta esté en su percepción y actitud básica hacia la vida y cómo estas influyen en la forma en que afrontan los problemas y las oportunidades.

Al abrazar este principio de la filosofía del éxito de Napoleon Hill, descubrimos que cada fracaso encierra una lección invaluable, y cada adversidad es una oportunidad disfrazada de crecimiento. A través del arte de aprender de la derrota, forjamos un espíritu con una gran fortaleza interna y descubrimos la ruta que nos conduce hacia una vida más libre y de mayor grandeza.

Al comprender que en cada derrota se oculta una semilla de un beneficio equivalente o mayor elevamos nuestro nivel de consciencia, encontramos esperanza, fe y motivación para pasar a la acción, si por el contrario permitimos que se apodere de nosotros una actitud negativa frente a una circunstancia que no deseamos y nos resistimos a buscar en ella el propósito mayor, el propósito divino que en ella se oculta, nos anclamos a un lugar hostil, donde el miedo, la angustia, el sufrimiento y la decepción nos envenenan, nos desgastan y nos drenan nuestra energía vital enfermando nuestro cuerpo, nublando nuestro juicio, ensuciando cada vez más nuestra percepción del mundo y limitando nuestra vida sólo a lamer nuestras heridas y a esperar a que otros también lo hagan. 

La historia que te cuentes y alimentes acerca de lo que está sucediendo en tu vida es lo que te anclará a ella o te elevará por encima de ella, sólo cambiando tu percepción puedes trascender aquello que te sucede, entregar cualquier intento de modificarlo, renunciar a luchar contra el hecho y aceptarlo sin juzgarlo, te liberará de una carga muy pesada. Luchar nunca te servirá, pues la lucha proviene del ego, en cambio, la aceptación, el poder y la fuerza vienen del espíritu. 

"Cada derrota, cada decepción, cada dolor del corazón y cada adversidad llevan consigo la semilla de una gran bendición"

El invierno no dura para siempre, las temporadas difíciles e inexplicables de la vida siempre terminan para darle paso a la primavera y luego al verano donde todo vuelve a resurgir, de la misma forma tu alma renacerá luego de un crudo invierno y estará lista para emprender su vuelo.

Todos esperamos que el milagro ocurra cuando nos enfrentamos a verdaderas dificultades, pero no nos damos cuenta de que el verdadero milagro no es aquello extraordinario e inexplicable que ocurre fuera de nosotros y hace que todo desaparezca como por arte de magia, el verdadero milagro es el que se manifiesta en nuestro interior al cambiar la percepción de eso que está sucediendo allá afuera, porque la vida jamás sucede en nuestra contra, la vida sucede para nosotros y desde esta nueva comprensión nos abrimos a una nueva posibilidad, la de experimentar los acontecimientos de nuestra vida desde otra perspectiva más sutil y más ligera, pues ahora sabemos que todo tiene su razón de ser y que sin importar lo doloroso y oscuro que haya sido se convertirá en una experiencia de crecimiento y expansión para nuestra alma. 

"Porque cuando cambias la forma en que miras las cosas, las cosas que miras cambian"

Cultivar una mentalidad positiva, de crecimiento y ver los contratiempos como oportunidades para aprender y crecer, abrazar la adversidad, empoderarnos para enfrentar los desafíos con valentía y determinación, convirtiendo cada obstáculo en una oportunidad para fortalecer nuestra determinación y resiliencia es el resultado de emprender una caminata interior que nos permite vivir en conexión a nuestro verdadero Ser, a nuestra verdadera esencia.

Hábitos que conducen a la derrota:

1. El hábito de vagar por la vida sin un propósito principal definido. 
2. Temor al fracaso: El enemigo invisible que sofoca el potencial.
3. Falta de persistencia: La rendición prematura ante la dificultad.
4. Falta de un plan definido: Navegar sin rumbo fijo hacia el éxito.
5. Falta de ambición: La renuncia a alcanzar metas elevadas.
6. Mentalidad limitada: La prisión autoimpuesta de la mente.

Hábitos para Superar la Derrota:

1. Abrazar la adversidad: Transformar el fracaso en un maestro sabio.

2. Cultivar la resiliencia: Forjar una fortaleza emocional inquebrantable.

3. Mantener una actitud mental positiva: La clave para encontrar oportunidades en la adversidad.

4. Aprender de los errores: Utilizar cada revés como un trampolín hacia el crecimiento.

5. Visualizar el éxito: Crear un mapa mental que guíe hacia la realización de los sueños.

Recuerda siempre que "al amanecer, cada alma nace de nuevo". Ese renacimiento es la oportunidad para dejar atrás la derrota. No permitas jamás que el miedo, la autolimitación, la duda, la incertidumbre o el dolor te roben tu libertad y tu poder interior. Redobla tus esfuerzos para mantener y desarrollar tu actitud positiva y limpiar tu percepción cuando la adversidad golpee a tu puerta, usa tu fe en ti mismo y en tu propósito para poner toda tu fuerza interna en marcha y lograr superar cualquier obstáculo. Esa es la lección fundamental para aprender de la adversidad y la derrota. 

Mi resurgir de las cenizas

Era julio de 2019 y tras superar numerosos obstáculos con mi hija María Victoria por haber nacido con un corazoncito diferente, nos encontrábamos en el hospital Italiano de Buenos Aires a la espera de nuevos resultados. Fue entonces que nuestro mundo se derrumbó por completo al recibir una noticia completamente inesperada y desgarradora: su corazoncito que hacía dos años evolucionaba milagrosamente de forma favorable, había empeorado drásticamente. La desesperación, la impotencia, el miedo, el dolor se apoderaron de mí mientras luchaba por comprender por qué nuestro camino estaba plagado de adversidades aparentemente insuperables.

En medio de esta desesperación que amenazaba por consumirme por completo, la vida me enfrentó a otro desafío desgarrador. Mi padre, el amor y pilar de mi vida, enfermó y su salud se desvanecía día a día frente a mis ojos, mientras yo luchaba por mantenerme fuerte para mi hija, una angustia paralizante y un miedo ensordecedor me empujaban a rendirme. Los días se convirtieron en una prueba de resistencia emocional, mientras veía impotente a mi padre perder una a una todas sus capacidades. Yo me encontraba atrapada y sumida en un infierno, luchando silenciosamente por escapar de tanto dolor y oscuridad, pero en medio de todo ese horror una voz interior suave y apacible me instó a renunciar, a darme por vencida, y en ese momento de profunda desolación, me aferré a la idea de que la derrota no era definitiva, sino una pausa momentánea en mi viaje hacia la realización interior. Decidí que renunciar no era una opción, que rendirme sólo perpetuaría la esclavitud del sufrimiento y entonces me sumergí en un proceso interno profundo de sanación, encontrando una fuerza sobrenatural que sólo puede hallarse en la vulnerabilidad y el amor incondicional. A medida que abrazaba la adversidad con valentía, comprendí que la verdadera fortaleza residía en la capacidad de enfrentar la enfermedad y la pérdida con amor, aceptación y esperanza y a medida que los días pasaban, y la transformación de mi padre en luz se acercaba, le encomendé una misión verdaderamente celestial; le pedí que se convirtiera en el ángel que María Victoria necesitaba y que cuando llegara a los brazos de Dios le pidiera que nos otorgara un nuevo milagro, uno más. Su partida no fue en vano y su alma divina llegó hasta Dios, y una luz de gracia milagrosa se derramó sobre mi hija. El regalo de sanación que buscábamos desesperadamente llegó tres meses después de su ascensión. Era diciembre, 2019 y la doctora de María Victoria confirmó la certeza inquebrantable que habíamos construido en nuestro interior: su corazoncito se encontraba otra vez estable, todo se revirtió.

Al decidir aceptar la adversidad, sin juicios, sin reproches, sin resistencias pude encontrar significado en el dolor y descubrí una fuerza interior que jamás imaginé que poseía. Aprendí que el milagro no se limitaba a lo que estaba sucediendo fuera, sino a la transformación interna que se estaba obrando en mí al elegir enfrentar la adversidad con coraje y compasión. 

La partida de mi padre dejó un vacío insondable en mi corazón, pero su legado de valentía y amor y el propósito divino que se ocultaba en ella se convirtió en un faro de esperanza que iluminó nuestro camino en los días más oscuros. 

Y hoy, al compartir mi viaje de superación, espero que mi historia te inspire a abrazar tu propio proceso de sanación y transformación. Que mi camino desde la desesperanza y desesperación hasta la fortaleza sirva como un faro de esperanza para aquellos que enfrentan sus propias batallas, porque te aseguro que detrás de cada dolor, cada herida, cada decepción, cada adversidad y cada trauma se hallan regalos y dones aún mucho mayores de los que tu mente jamás podría imaginar.

Con amor
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Por Luisa Aciar
Instructora líder de Napoleon Hill y Bio Neurocoach