¿Hacía cuánto tiempo que a Carlitos Tevez no se lo veía feliz tras un partido de Boca? Sonriente. Relajado, sin tener que “enfrentar” a los micrófonos para dar explicaciones.

Al fin y al cabo, a sus 32 años, el Apache se sacó un peso de encima tal cual reconoció luego del 4-2 en el Monumental sobre River, con su mejor superclásico como futbolista: dos goles, una asistencia para el primero y lo más importante, guiar a su equipo cuando estaba al borde del nocaut.

Por eso, luego de la bomba que tiró en la conferencia de prensa del jueves pasado cuando sostuvo que su futuro puede estar en el xeneize, en el fútbol chino (le ofreció un club 40 millones de dólares por nueve meses) o incluso colgar los botines, el nacido en Fuerte Apache se puede ir tranquilo. Irse, a donde él quiera…

“Que los chinos esperen seis meses más”. Irónico, Guillermo Barros Schelotto hizo este “pedido” aún en el campo de juego de River y con la victoria ya consumada. Se refería a Tevez y la fortuna que le ofrecen desde Asia. Carlitos ya había contado su satisfacción por la victoria en el superclásico y fue claro: “Me saqué un peso de encima.

 

 

Desde que volví sentía que necesitaba una victoria así contra River”, puntualizó y sobre su futuro prefirió ser cauto. “Todos saben lo que quiero estos colores y habrá que ver cómo sigue todo. Ahora, hay que disfrutar”, subrayó.

Tevez tuvo una actuación a la altura de su jerarquía. Pase gol “riquelmeano” a Walter Bou para el 1-0. Pícaro para empatar el partido tras el grosero error de Augusto Batalla y le dio la ventaja (3-2) a su equipo con un derechazo antológico que besó el palo y se metió en el ángulo.

Hizo lo que tanto se le pidió desde que regresó: ser la guía de sus compañeros. Solo Carlitos sabe cuán especial era este superclásico, no sólo por ser posiblemente el último de su carrera en caso que se retire a fin de año o emigre a China, sino porque este Boca siempre adolecía de carácter en partidos de este calibre. La alegría contra River sirve para, en parte, dejar de lado ese mote y Tevez fue el factor decisivo.

El delantero no le marcaba a River desde la célebre “gallinita” en la Libertadores del 2004. La similitud con ayer fue el silencio que se escuchó en el Monumental, repleto en ambas ocasiones sólo con hinchas de River.

“Como el año pasado, volvió todo a la normalidad. Feliz año para todos…”, fueron sus palabras de despedida en las declaraciones post 4-2. Su misión ya estaba consumada.

La sonrisa en el rostro de este ídolo era gigantesca. No era para menos, para un bostero de alma como él pocas cosas dan mayor felicidad que ganarle al rival menos querido.