Combate la hipertensión, previene el asma, reduce los casos de cáncer, frena las enfermedades autoinmunes, refuerza las defensas y aumenta la libido. Y no hay que irse muy lejos para dar con esta píldora. De hecho, la puedes conseguir con sólo salir a la calle un día soleado sin gastar ni un peso. Como lo oyes. La luz del sol ha demostrado tener efectos tan beneficiosos para nuestra salud que los profesionales de la medicina ya equiparan su importancia con la de la dieta sana, el ejercicio físico y el descanso nocturno.

Parte de sus bondades se deben a que el sol activa en la piel humana la producción de vitamina D, un nutriente esencial que, entre otras cosas, ayuda al organismo a absorber el calcio que necesita para tener unos huesos sanos. Entre el 50 y el 90% de la vitamina D que corre por nuestras venas se genera bajo la influencia del sol. El resto procede de la yema de huevo, los pescados grasos y los productos lácteos enriquecidos de la dieta. Cuando escasea, junto a los problemas óseos aparecen la diabetes, la esquizofrenia, la fibromialgia y las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Incluso se duplica el riesgo de morir por un fallo cardíaco.

Además de que al menos 17 variedades de cáncer se asocian con esta carencia, entre ellos de sangre, mama, próstata y colon. Para rematar, sin la vitamina del sol nuestro estado de ánimo decae y el cerebro se vuelve más vulnerable a los tóxicos químicos.

Por si fuera poco, los rayos solares le cargan las pilas a tu sistema inmune. Concretamente a los linfocitos T, piezas clave del batallón que nos defiende frente a las infecciones.

Un estudio de la Universidad de Georgetown (EE UU) demostró que la luz azul del sol hace que las células T se muevan más rápido y lleguen antes allí donde se necesita su intervención, como el foco de una infección. Más aún, la luz natural se lo pone difícil a las enfermedades autoinmunes. Sobre todo a la esclerosis múltiple, una patología en la que la cubierta que protege a las neuronas se daña, causando entumecimiento, problemas para caminar y coordinar movimientos, temblor y debilidad en brazos y piernas y hasta espasmos. Con la misma eficiencia con la que aviva a las células defensoras, el sol frena a los linfocitos que, por error, han iniciado un autosabotaje y atacan al propio cuerpo. Y se traduce en que esta compleja enfermedad incurable evoluciona más despacio, tal y como sacaba a la luz una investigación de la Universidad Wisconsin-Madison (EEUU).

UN PASEO DE 15 MINUTOS

A esto se le suma que, si es hombre, basta con que dés un paseo de 15 minutos bajo el astro rey para que tus niveles de testosterona se incrementen. Con esta hormona se dispara su deseo sexual y su libido, que suelen ser más bajos en invierno precisamente por la escasez de horas de luz. Por otra parte, independientemente del género, caminar o estudiar bajo el sol es una opción interesante en época de exámenes. No sólo porque nos espabila sino porque, a nivel cerebral, cuando circula vitamina D a raudales por nuestras venas tenemos más capacidad de atención y procesamos la información más rápido, además de obtener mejores resultados en tests cognitivos.

La cosa no acaba ahí. Ahondando un poco más, científicos de la Universidad de Edimburgo (Escocia) demostraron hace poco que la luz natural aumenta la concentración de óxido nítrico que circula por la sangre. Esta molécula provoca una caída importante de la presión arterial, lo que explica la flojera que nos invade tras una hora expuestos a los rayos ultravioleta. De hecho, podemos afirmar que exponerse al sol es el modo más natural de prevenir la hipertensión, el principal factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, que son la principal causa de muerte en todo el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).


MINUTOS POR ESTACIÓN


Investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia han estimado el tiempo necesario de exposición a la radiación solar para obtener las dosis recomendadas de vitamina D. En invierno llevamos tanta ropa que necesitaríamos pasar hasta 150 minutos diarios bajo el sol. Sin embargo, en primavera y verano basta con unos 10 minutos de exposición alrededor de las 13.00 horas o 20 minutos desde las 15.00 hasta las 17.00 horas para obtener las dosis recomendadas. En octubre sería suficiente con 30 minutos.
Los años tampoco pasan en balde en lo que respecta a la síntesis de vitamina D. La edad disminuye la capacidad de producirla a partir de los rayos UV.

Fuente: El Mundo.es