Las adicciones están a la orden del día, y quizá una en la que menos foco se pone (porque se ha ‘normalizado‘), es en la denominada ‘ciberadicción‘ que se caracteriza por el uso compulsivo y descontrolado de Internet, redes sociales, videojuegos u otros dispositivos electrónicos. Si bien las pantallas, sobre todo el celular se ha convertido en una extensión de la mano de muchas personas, puede llegar a un punto de descontrol en su uso cotidiano e interferir negativamente en la vida diaria, más si se trata de niños o adolescentes.

Silvana Bellotti, licenciada en Psicología, sanjuanina especializada en niños y adolescentes explica cada detalle de lo que esto significa en esas franjas etarias, las probables consecuencias y, sobre todo, como se puede prevenir y evitar males mayores.

– ¿Qué se entiende por ciberadicción?

Utilizamos ese término para describir el uso excesivo y descontrolado de aparatos electrónicos. Es una palabra relativamente nueva ya que empezó a usarse en la década del 90 por el psiquiatra Iván Goldberg, quien habló de ‘Adicción a Internet‘, nada más. Actualmente hace referencia al uso descontrolado de las tecnologías digitales que pueden ser celulares, videgojuegos, redes sociales o internet, y se dice que es adicción cuando interfiere en la vida personal, social, escolar o laboral de una persona. Se evidencia cuando la tecnología pasa a ser una necesidad y crea una dependencia. La Organización Mundial de la Salud aun no la reconoce como un diagnóstico de trastorno, pero sí la colocó en la clasificación internacional de enfermedades de trastorno por el uso de videojuegos.

– ¿Funciona cómo cualquier otra adicción, o es diferente?

Funciona de manera muy parecida a otras adicciones como el juego o a ciertas sustancias, debido a la vinculación entre el cerebro y la dopamina que es un neurotransmisor que nos ayuda a sentir placer, motivación y recompensa. Entonces cada vez que se recibe un like, un videojuego nuevo, o se ve un video, el cerebro la libera como una descarga que nos hace sentir bien y vamos a querer repetir la experiencia. El problema aparece cuando las pantallas ofrecen esas recompensas inmediatas y constantes, es ahí cuando el cerebro se acostumbra a esos golpecitos de dopamina y empieza a pedir cada vez más. Pasa de ser una elección libre para convertirse en una conducta compulsiva, en una necesidad.

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– ¿Qué daños causa en las personas más jóvenes?

En los niños y adolescentes es más delicado porque el cerebro está en pleno desarrollo y resulta más vulnerable a estos estímulos. Antes quiero aclarar que la tecnología no es un enemigo sino que es lo les toca vivir a los chicos y a nosotros mismos, es una herramienta muy útil y lo importante es aprender a vivir con ella en forma consciente y equilibrada para que la dopamina este al servicio de la vida y no cree esta dependencia que hace daño.

– ¿O sea que la dopamina puede ser buena o mala?

Es buena para nuestro organismo, la diferencia está en como se va a liberar y el efecto que tiene en el cerebro a largo plazo. Podemos hacer una analogía con el agua de un manantial que se toma después de una larga caminata, esa sería la dopamina sana, vital y saludable; pero si el agua proviene de un tsunami es destructiva, y es lo que suele pasar en las adicciones. El cerebro se protege bajando la dopamina, entonces se necesita recurrir nuevamente a la sustancia -cualquiera fuera-, y cada día va a necesitar más. Así se inicia el ciclo de dependencia. La dopamina buena es la que nos motiva a tener una vida plena con ganas y propósitos, la que se genera en la ciberadicción – u otra adicción-, va a encadenar a ese ciclo de gratificación instantánea que va dejando cada vez más vacía y menos satisfecha a la persona y por eso vuelve a consumir

– ¿Cuáles son las fases por las que pasa una persona hasta llegar al uso descontrolado de tecnología?

Tiene diferentes formas porque puede pasar por la necesidad de estar revisando todo el tiempo Instagram, Tik Tok u otras redes sociales, vivir pendiente de las notificaciones o de lo que publican los demás. Esto último puede llevar a las comparaciones constantes algo que impulsa a un adolescente a pensar que su vida no es tan interesante como la de otros y afectar fuertemente su autoestima. Otra forma de esta adicción son los videojuegos en línea porque los chicos pueden pasar horas inmersos por la emoción de subir de nivel, de ganar una partida y el mundo real empieza a parecer aburrido y sin sentido. Como hay tanto estímulo, la escolaridad o las actividades más tranquilas van perdiendo el sentido. A estos se suma la adicción de los juegos on line con apuestas que ahora nuestros adolescentes usan mucho con la emoción de ganar dinero. Eso los atrapa y hasta llegan a generar deudas.

También está la adicción a la información que es la necesidad de estar informado todo el tiempo. Eso produce una sobrecarga en el cerebro que genera ansiedad y stress. También incluye el ciber sexo y la pornografia porque es de fácil acceso para adultos y puede llevara al consumo compulsivo.

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– ¿Cuales son las señales de alerta?

En primer lugar hay que ser muy honesto y prestar atención a las señales porque el primer paso para solucionar un problema es reconocerlo. Una de las primeras señales es pensar en internet todo el tiempo, incluso cuando se está en otra actividad como la escuela, la familia o los amigos y la mente está en el próximo juego, en la próxima publicación o si alguien le escribió. Perder la noción del tiempo es otro signo, cuando uno dice me conecto un ratito y pasaron horas; sentirse ansioso, irritable o triste cuando no está conectado, por ejemplo cuando se acaba la batería o no hay wi fi y genera un malestar real. Del mismo modo cuando los chicos dejan de hacer las tareas, faltan a actividades deportivas o artísticas.

Otro ítem es el aislamiento de la familia y los amigos, Cuando alguien prefiere quedarse en la casa con los dispositivos antes que pasar tiempo con personas en el mundo real; o mentir sobre el tiempo que se pasa conectado, o decir que estuvieron estudiando o haciendo otra cosa cuando en realidad estaban conectado.

– ¿Es real que también afecta el sueño?

Sí porque la luz azul de las pantallas interfiere en la producción de la melatonina que es la hormona del sueño. Lo mismo ocurre con la concentración porque el cerebro se acostumbra a estímulos rápidos y constantes, que provoca que cueste prestar atención a la clase o a leer un libro. El aislamiento social a medida que el mundo virtual gana espacio se pierde la capacidad de relacionarse con los demás. Aparecen los conflictos familiares por el tiempo que pasa conectado, pierde amistades, hay bajo rendimiento académico que es una de las consecuencia mas directas. A eso se suma la falta de motivación porque el mundo virtual parece mucho mas emocionante que el real; aparece la procrastinación es decir el acto de dejar todo para otro momento.

– El tema se agrava porque tampoco nos podemos oponer a la tecnología.

En un taller realizado hace poco donde participé y salió el tema de la ciberadicción, lo primero que planteamos es que los adultos no estamos en contra de la tecnología. Es el mundo que toca vivir y que tiene muchas cosas increíbles pero que tenemos que poder manejar nosotros a la tecnología y no ella a nosotros. Hay una estadística mundial que indica que los adolescentes usan de 6 a 8 horas por día las pantallas, si sacamos el promedio un adolescente pasa más de 90 días completos al año frente a la pantalla y eso hay que hablarlo. Siempre se puede prevenir y cambiar hábitos para no llegar a ese punto.

– ¿Cómo se puede prevenir?

Esto es como un semáforo, en el verde está el uso frecuente del celular que está presente pero no interfiere con mis actividades; el amarillo es el uso excesivo es decir cuando vamos aumentando el tiempo frente a la pantalla y empieza a afectar el sueño, el estudio y la atención. Finalmente el rojo es la ciberadición, se pierde el control, es el celular el que domina el día y aparecen los síntomas de dependencia.
Para prevenir lo saludable seria que un adolescente esté dos horas al día usando tecnología y pueda apagar el teléfono antes de dormir o durante las comidas, que solo lo use para estudiar y comunicarse y disfrute de otras actividades.

Se deben pone horarios claros de uso del celular, y algunas claves para manejar a ciberadicción. Una forma es buscar la app de bienestar digital y ver cuanto tiempo llevamos en cada plataforma, es aconsejable tener espacios libres de tecnología en las comidas, las noches y usarlo para crear dibujos, para escribir, hacer cosas lindas y no solo para escrollear. Hacer pausas digitales, no comparar la vida con lo que se ve en redes y tratar de tener un plan B divertido sin el celular para socializar. A los chicos hay que hablarles, acompañarlos y enseñarles a pedir ayuda cuando no pueden parar.

– En ésto los adultos tenemos un papel fundamental

Tenemos que trabajar mucho en la conciencia. Hay que plantear reducir un poco el celular, que la vida real está afuera, quizá les cuesta creerlo pero cuando los adultos les damos otra propuesta, mostramos otros propósitos de vida, se pueden lograr cambios muy bonitos. Un ejemplo propio que doy es que estas ultimas vacaciones en enero fuimos en familia a la playa y se juntaron 15 adolescentes entre mis hijos y primos, Estuvieron tan entretenidos con los juegos de mesa, corriendo en la playa que se olvidaron del celular. Nada reemplaza al encuentro humano.

Debemos trabajar mucho para que los chicos tomen conciencia de los peligros que tiene el uso excesivo y llegar a la adicción. Los psicólogos decimos que de las otras adicciones nos podemos alejar pero a esta la tenemos en el bolsillo.