Ser madre es un fuerte deseo que les brota a muchas mujeres y que en ciertas situaciones se convierte en un desafío por cuestiones biológicas en su mayoría o por no encontrar a la persona con quien compartir la creación de una nueva vida. En fin, mamá es el título que una importante cantidad de personas aspiran a alcanzar, como es el caso de estas tres sanjuaninas que se entregaron en cuerpo y alma para poder obtenerlo.
Anahí Funes y el “milagro” de ser la mamá de Ana Paula
Oriunda de Rivadavia, Anahí (49) conoció a Mauricio (46) cuando ambos eran pequeños pero las vueltas de la vida los volvió a reunir cerca del 2000 y en el 2002 se casaron. Decidieron vivir en Mendoza por cuestiones económicas y luego de un tiempo, ella recibió una noticia shockeante por parte de su médico, tenía una obstrucción tubárica bilateral que le imposibilitaba tener hijos. Le hicieron un estudio llamado histerosalpingografía, que consiste en inyectarle a la paciente un medio de contraste a través de un catéter en el cuello uterino, permitiendo que los rayos X muestren la forma del útero y si las trompas están permeables.

En su caso, no había posibilidad de operación para liberar sus trompas. A partir de allí comenzó con tratamientos de fertilidad cuando aún la ley no existía y su relato la envuelve en una congoja desbordante: “Trabajábamos para pagar los tratamientos. Las obras sociales no cubrían nada y yo estuve más de 10 años así. No me compraba ropa para no gastar porque mi prioridad era la salud. Había entrado en depresión por todo lo que significaba”, destacó.
Anahí contó que debía someterse a controles para que el tratamiento funcionara. Intentó en dos oportunidades y en una se quedó embarazada pero a las pocas semanas lo perdió. “Llegamos a vender un auto para seguir costeando los tratamientos”, explicó y agregó que paralelamente a esto, conformó el grupo “Sumate Mendoza” que promovía la sanción de la Ley de Fertilidad. Se reunían en plazas para alzar la voz y convocar a quienes estuvieran pasando por lo mismo. Sin desestimar opciones, estuvo al menos 8 años inscripta para poder adoptar.

Su actividad se centró en apoyarse en parejas con historias similares y darles contención a los nuevos de dicho movimiento social. “Fue muy difícil el camino pero se logró. Desde esa provincia llevamos firmas hasta Buenos Aires para que se promulgara la Ley”, declaró. En el 2010 consiguió un turno y visitó en Rosario al Padre Ignacio, conocido entre los feligreses por ser un cura sanador, quien le dijo que no dejara de rezar y tener fe, ya que su turno llegaría. Pero ella no contaba con otro diagnóstico desalentador en el 2012, un estudio arrojó que tenía cáncer ganglionar: “Me encontraron un bulto en la garganta. Se frenó todo ahí. Debieron operarme y me sometí a radioterapia. Mi sueño de ser mamá se alejaba”.
Con el correr de los meses, regresó a un control de rutina para saber el estado de su enfermedad y descubrió algo que hasta el día de la fecha ni su médico de cabecera entiende: estaba embarazada de 12 semanas. “El 21 de enero del 2013 nació Ana Paula y no sólo confirmé que todo lo vivido valió la pena sino que Dios me premió por no haber bajado los brazos“, expresó emocionada.
Nadia Gutiérrez y su homenaje a los donantes que convirtieron su sueño en realidad
Ignacio es el bebé que actualmente Nadia disfruta las 24 horas. Ella tiene 44 años y el 20 de agosto recibió a su hijo, quien lleva ese nombre en honor al embriólogo que fue parte de su inseminación.
Cuenta que desde pequeña quiso ser madre pero que nunca encontró a la pareja con quién tener hijos. “Estuve casada y en pareja pero no se daba la oportunidad”, expresó. Hasta que entendió que el su rol podía cumplirse sola.

“Después del 2020 comencé con exámenes y me indicaron que no tenía óvulos. Me recomendaron someterme a inseminación pero con doble donante, tanto óvulo como esperma“, explicó. Nadia agradece haber estado rodeada de excelentes profesionales que la guiaron y aconsejaron sin tabúes.

“Nunca miré con malos ojos esta opción. Es más, la abracé desde el primer momento. Comprendí que era la mejor opción”, destacó. Expresó que su tratamiento fue en el Sanatorio Argentino y que su familia como sus amigos fueron su círculo de contención. El procedimiento fue exitoso en el segundo intento y desde ese momento, “todo fue color de rosa”. Cayó en las manos de la reconocida doctora e influencer Cecilia Olivares, quien también fue mamá hace poco y gracias a las redes, Nadia pudo contar su historia para acompañar a otras mujeres en la misma situación.
“No es fácil pero disfruto de cada segundo de sus risas, que esté en mis brazos y especialmente su olor. Ser mamá es lo mejor que me pasó en la vida“, cerró.
Érica Sánchez y la decisión de adoptar que nació en pandemia
Kiki (37), como le dicen cariñosamente quienes la conocen, desde chiquita quería tener muchos hijos. Jugaba a la mamá con bebotes, muñecas y hasta animales “biológicos y adoptivos”. En el 2017, se casó con su actual marido José García y luego del un año inició unos estudios complejos porque el tiempo le demostraba que no podía concebir.
En los análisis no había nada extraño y su diagnóstico fue “infertilidad sin causa aparente”. Ambos no se conformaron con ese panorama y decidieron encaminarse por el rumbo de la fertilidad asistida. Tuvo más de 5 tratamientos pero ninguno resultó: “Ahora claramente entiendo que Dios no tenía esos planes para mi”.

Durante el 2020 y en medio del confinamiento que trajo aparejado la pandemia, Kiki tuvo muchas charlas con su esposo: “Desde que nos conocimos la adopción fue lo que nos unió. Él también tiene una historia similar y la decisión de adoptar fue creciendo muy fuerte en nuestros corazones“.
Esas horas adentro de casa y aislados, les ayudó para ir reuniendo de a poco todos los papeles para poder “armar la carpeta” y presentarla en el Juzgado. En febrero del 2021, cumplieron con todos los requisitos y al poco tiempo recibieron un llamado que les cambiaría la vida. “Estaba temblando, me dijeron que fuera al otro día pero como estaba muy nerviosa fui de inmediato. Siento que fue una bendición”, relató con la voz quebrada recordando como si hubiese ocurrido ayer.

También indicó que la ilusión de tener a una nueva integrante los llenó de alegría pero después de 365 días un nuevo llamado la hizo llorar sin consuelo. Es que el juez le había comunicado que le habían otorgado la adopción plena. “Existía esa euforia de tenerla con nosotros pero también la cautela de saber que aún no era definitivo. Creo que mis lágrimas fueron de desahogo“, dijo emocionada y aseguró rápidamente su reacción fue envolverla en sus brazos por varios minutos.
Otro momento emotivo que vivieron fue cuando el juez les preguntó por el nombre de la pequeña, Kiki y su marido se miraron y pronunciaron los nombres de sus madres: “Fue un homenaje pero además, juntos quedan muy bonitos“.
Actualmente, la pequeña de 4 años va al jardín, conoce su historia y sabe que su mamá va a contestar todas las preguntas que ella quiera. “A través de cuentos, le relato su historia porque es su identidad. Tenemos una conexión mágica y es un regalo de Dios tenerla”, enfatizó.

