En tiempos de pandemia, cuando el contacto físico era imposible y la incertidumbre reinaba, dos sanjuaninos encontraron en la voz y en el diálogo un puente hacia algo que ni imaginaban. Ella, Ariana Ruiz Clavijo (42), actual integrante de la Comisión de Discapacidad de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ), trabajaba en el área de Salud frente al público. Él, Fabián Salinas (55) masoterapeuta especializado en técnicas orientales y profesor de yoga. Ambos con baja visión, se conocieron justamente en el grupo de WhatsApp de la asociación provincial “Baja Visión San Juan”.

“En ese momento era un grupo virtual, luego se hizo físico, así que mandábamos audios. O sea que antes de conocernos personalmente, nos conocimos por la voz”, recuerda Fabián con ternura.  Ariana, por su parte, contó a DIARIO DE CUYO que no hubo flechazo inmediato y que, de hecho, “teníamos ciertas diferencias en cuanto a opiniones y demás”. Luego, cuando las restricciones se fueron flexibilizando, tuvieron la oportunidad de conocerse físicamente.

“Nos encontramos en un café de Mitre y General Acha. No me llamó la atención en un primer momento, lo consideraba una persona más del grupo”, relató ella respecto de esa primera cita, pero algo seguía gestándose entre ellos. Luego hubo otros encuentros, en el marco del grupo, y la historia continuó avanzando. “Recuerdo en una reunión con los fundadores de Baja Visión estábamos charlando y dije un bolazo: que no podía haber empatía ni romance entre dos personas con baja visión porque si se peleaban podría afecta al grupo”. “Yo rebatí su idea, le respondí que conocía personas ciegas que habían hecho pareja y les había ido muy bien, que tenían su vida”, agregó Fabián. “Me acuerdo que me puse nerviosa , porque después dije ‘¿y si me pasa a mí?’. Y sí, con el tiempo terminé mordiéndome la lengua, porque el pescado me lo comí yo y chau”, remató entre risas Ariana.

Un concierto, una cena y…

La relación fue creciendo y se hicieron amigos entre encuentros grupales, charlas y gestos. “Teníamos que presentarnos con el grupo en la Feria del Libro de Rawson. Yo pregunté en el grupo quién podía ayudarme a armar y en ese momento nadie podía, y ella se ofreció. A la semana había que desarmar y volvió a ofrecerse para acompañarme”, relató Fabián. En ese interín, Ariana le hizo una invitación.

Él no estaba atravesando un buen momento personal y para animarlo, ella le dijo que fueran al primer concierto de la Orquesta Sinfónica post pandemia. “Me pareció que le podía gustar y que le haría bien.  Aceptó. Yo salía de trabajar, estaba con el ambo; él me pasó a buscar y fuimos al Auditorio. Me acuerdo que tocaron la marcha nupcial y me morí de risa… Ya me picaba el bichito, pero no lo quería aceptar”, confesó Ariana. “Como yo sabía que ella no iba a tener tiempo de cambiarse, me puse un ambo yo también, casi del mismo color, para no desentonar, así que llegamos los dos en ambo. Pasamos una noche agradable, después la invité a cenar y ahí surgió todo“.

Una charla profunda marcó el inicio de la relación. ‘Hablamos de varias cosas y como postre dijimos que nos íbamos a dejar fluir… y bueno, estamos fluyendo”, marcó Fabián.

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Ariana y Fabián no tardaron en decir “Sí, quiero”

Convivencia y el milagro de la vida

El 30 de octubre de 2021 comenzaron a salir como pareja. La convivencia llegó de forma natural, entre visitas, ayuda para cuidados familiares de la abuela y de la mamá de Fabián, y una cena navideña que terminó en susto por un pico de presión de Fabián. “No había remises y no quería dejarlos solos, así que me quedé un par de días. Luego los iba a visitar y me fui quedando, así que empezamos a convivir sin casarnos”, explicó Ariana.

Todo seguía fluyendo, y muy bien. Pero en agosto de 2022 llegó la noticia que cambiaría sus vidas de plano: iban a ser padres. “Fue una alegría enorme. No lo habíamos planificado, pero soñábamos con esa idea”, reveló Ariana. Fabián, que ya es padre de una hija de 30 años, a quien conoció a los 18, encaró esta nueva paternidad con emoción renovada. “Yo no había vivido ese proceso y fue muy lindo. En la tercera o cuarta ecografía nos dijeron que era una nena y para mí fue una gran alegría. Hoy tiene dos años y medio y es como la soñábamos. Es una niña deseada. El significado de su nombre es ‘Milagro de Dios’ y ella lo es”, se conmovió el papá.

Desafiando prejuicios

“Gracias a Dios tiene visión perfecta”, dicen de su hija. Aunque ambos tienen condiciones genéticas -Fabián con retinosis pigmentaria y Ariana con cataratas congénitas y glaucoma- no lo viven como una amenaza. Claro que la niña está muy bien cuidada y tiene controles preventivos periódicos. Lo que sí ha desarrollado la pequeña es una gran capacidad para comunicarse con sus padres. “Pese a su corta edad, ella se da cuenta de nuestras limitaciones y trata de orientarnos, ella se maneja con nuestras manos para indicarnos cosas”, señaló Fabián.

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Ariana y Fabián en casa, haciendo algo que aman: cantar. Ambos asisten a un taller de canto hace tres años

Lejos de ser un obstáculo, la crianza se ha convertido para todos en una fuente de aprendizaje. “Nuestra hija me enseña a ser mamá, a desafiar mis limitaciones. Siempre fui muy independiente y la vista me ha jugado una mala pasada, pero tengo el sostén de mi marido y de mi hija que me acompañan en esta travesía”, aseguró Ariana.  “Somos padres como cualquier otro, con toda la responsabilidad, solo que con una discapacidad visual. Lo bueno es que estamos en permanente diálogo y eso ha fortalecido esta relación, como pareja y como padres. Lo dialogamos todo y eso es bonito y enriquecedor”, subrayó él.

“Por ahí los miedos son de los demás, de cómo nos desempeñamos como padres. Nos hacen planteos, pero es parte de enseñarle al otro que sí podemos. Con otra forma, pero sí podemos”, concluyó Ariana.