Manuel Peñafort tuvo la certeza de guardar el título de Licenciado en Seguros en un cajón para no sacarlo más. Una opción válida cuando alguien decide hacer lo que le gusta. Y no sólo se trataba de dejar el traje, la oficina y los papeles a los 21 años, sino también empezar una nueva etapa que le permitiera vivir de los deportes acuáticos no convencionales (al menos acá), como el windsurf y el kitesurf. Más que un deportista, él se siente cómodo en el rol de instructor y organizador de campeonatos como el que se llevará a cabo el próximo fin de semana. Esperan unos 80 competidores, un número importante para la Argentina, y que sitúa a la provincia en un lugar de privilegio.



¿Cómo comenzó tu relación con el windsurf?

En el Dique de Ullum a los 16 años, toda mi familia hacía windsurf los fines de semana. Luego, en el año 97, llenaron Cuesta del Viento y descubrí uno de los mejores lugares del planeta para practicar este deporte.



¿Qué fue lo que te llevó a comenzar toda una vida en ese lugar?

No sé si fue casualidad o no, pero yo no estaba bien con lo que hacía. Me había recibido a los 21 años de licenciado en seguros, trabajaba como productor-asesor en una compañía y eso no me hacía feliz. Mi sueño era vivir en la playa haciendo windsurf. En ese momento de crisis empezaron a llenar Cuesta del Viento, y decidí hacer un hospedaje para windsurfistas. Reciclé una casa de adobe, en realidad lo que hice fue un hostel sin saber que era un hostel, y se convirtió en el primero de San Juan en el año 2001. También conseguí la concesión de la Playa Lamaral en el perilago y ahí desarrollé la escuelita de windsurf y también puse un bar.



¿Quién te enseñó el deporte?


Antes el windsurf se enseñaba entre amigos. De hecho una amiga de mi hermana le enseñó a ella y luego mi hermana a mi.



Pero, además has viajado mucho por el mundo para aprender.

Parte de mi sueño era viajar, conocer el planeta haciendo windsurf. Así viajé a Hawai, a Estados Unidos, España, Italia porque además de ser instructor de windsurf también soy instructor de kitesurf, una modalidad nueva. Es como un cometa en el que vos volás y después te deslizás con una tabla sobre el agua. Eso me permite tener trabajo en cualquier lugar del mundo.



¿Cuál es el lugar que más te gusta para estos deportes, fuera de San Juan?

La isla de la fantasía para practicar estos deportes es Maui en Hawai, pero el lugar donde más me divertí y se la pasa muy bien es en Italia.



¿Trabajás en todos tus viajes?

Sí, trabajo y aprendo idiomas porque ese es el límite que tengo con mi profesión. Ahora hablo inglés y un poco de italiano, nada más. Si vos hablás más idiomas tenés más opciones para llegar a otros lugares a trabajar.



Uno se imagina esos sitios como verdaderos paraísos. Si tuvieras que compararlos con Cuesta del Viento, ¿qué dirías?

Que todavía no encuentro un mejor lugar para vivir que acá. Por eso vivo en Cuesta del Viento. Es un lugar muy feng shui, están los cuatro elementos a flor de piel, sol, agua, aire, tierra, la montaña llena de oro, es energéticamente muy especial.



¿La gente que viene de afuera también nota esa energía, ese sentimiento especial?


Sí, la gente se va enamorada del lugar.



¿Los extranjeros llegan exclusivamente a Cuesta del Viento o por otras razones?

No, no llegan exclusivamente, lo hacen porque andan pululando por Argentina, se enteran que existe y vienen porque saben que tienen viento garantizado todos los días desde octubre hasta fines de abril. Es, sin duda uno de los mejores lugares del planeta.



¿Cuál fue la evolución que tuvo Cuesta del Viento en todos estos años?

El windsurf está un poco estancado a nivel internacional, tiene una progresión muy lenta, pero el kitesurf tiene otra progresión y ahora hay toda una nueva generación de kitesurfistas y eso está creciendo mucho también acá. Eso le ha inyectado sangre nueva a Cuesta del Viento. De todos modos, más allá del deporte, la zona está creciendo bastante realmente.



¿Es caro practicar kitesurf?

Sí, porque los equipos son importados y son relativamente caros, pero es una compra inicial que después se amortiza bien. Es un hobby y todo aquel que puede invertir en eso, sabe que es bueno para la salud.



¿Son muchos los chicos que están haciendo kitesurf?

Sí, sobre todo muchas chicas, mucho más que en windsurf porque es un deporte más amigable. Necesita cierta preparación al comienzo, hay que aprender a volar este cometa con normas de seguridad, pero la evolución es muy rápida una vez que tomaste el curso inicial.



¿Lamaral cambió mucho en estos años?


Mi playa tiene una historia especial porque en el 2006 se prendió fuego y lo perdí todo, absolutamente todo. Fue un incendio intencional según indicaron las pericias de bomberos, pero nunca supe qué pasó. Yo había estado seis años trabajando, construyendo con mucho esfuerzo y cuando lo pierdo todo me pregunté qué hacer y decidí viajar. Me fui a Hawai, y si bien ya había viajado antes, no había ido a Maui. Pero, ves que las desgracias suceden y te abren otros caminos tanto que estuve allí seis meses y estudié inglés. Claro que a la par trabajé en lo que te imagines, fui jardinero, pintor, carpintero, lavé platos en un restaurante, de todo. Después estuve en el Columbia River, cerca de Portland al norte de Estados Unidos, el segundo más importante de ese país, que tiene la característica de tener el viento en contra de la corriente y forma olas gigantes. Es como el hermano mayor de Cuesta del Viento, muy similar. Allí estuve cuatro meses y eso me sirvió para ver qué hacía.



¿Cuándo volviste a retomar la playa Lamaral?

Siempre porque viajo en el invierno, vuelvo en primavera y me quedo hasta mayo. De a poco volví a reconstruir todo, a comprar lo que hacía falta y ahora está muy bien otra vez.



¿Tu familia te veía como un excéntrico o medio loquito con este tipo de vida?

Fue como una revolución a nivel familiar, pero el golpe grande fue cuando decidí vender la empresa, dejar los seguros para irme a vivir al campo. Eso fue traumático, pero después uno se gana un lugar y te respetan.



¿Vos sentís que has logrado lo que querías?

Yo me siento feliz con lo que hago. Recuerdo que una vez le preguntaron en un reportaje a Francisco Goya, un windsurfista muy importante, qué haría si tuviera un millón de dólares, y él contestó "lo mismo que estoy haciendo ahora"". A mi eso me marcó porque lo importante es hacer lo que uno quiere sin que importe el dinero. El dinero viene después, es la pasión por lo que te gusta lo que importa.



¿ Goya es tu ídolo?

Sí, sí. Además fue el primero en venir a Cuesta del Viento, tiene su propia marca reconocida en todo el planeta y es un ejemplo para todos los deportistas.



Da la sensación que los windsurfistas tienen como un estilo de vida muy personal...

Puede ser, pero es un problema para conseguir novia también (se ríe). Es un inconveniente para tener una familia, te dicen que el lugar tiene mucha tierra y que uno está todo el día en el agua. Pero por suerte hay gente que le gusta la naturaleza y vivir en el campo.