Quizá algún día la historia cuente que fue el artista plástico que más kilómetros recorrió la Cordillera de Los Andes. Casi, casi, que pintó lo más bello del paisaje visto por pocos ojos, ahora visto a través de su ojo. Primero con un estilo figurativo, ahora más abstracto. Un gusto que se dio Carlos Enrique Gómez Centurión en un ciclo que duró diez años (pareciera que le gusta cerrar etapas por década, si se analiza su obra), durante los cuales caminó, miró, durmió cerca de las estrellas y luego pintó -en la misma montaña-, cuando sintió que ya estaba mimetizado con sus colores.

Desde siempre llevó a la par su profesión de arquitecto, que también le dio muchas satisfacciones, junto con su pasión por la pintura, aunque la gente de San Juan no ve su obra artística desde hace diez años, fecha en la que expuso en la Estación San Martín por última vez.

"Digo la cordillera", tal el título de la muestra cuando comenzó con este proyecto, que para culminar lleva subtítulo: "El viaje como obra". Con un despliegue en grandes dimensiones que intenta proyectar la magnificencia de estas cumbres en distintos puntos de su extensión. La apertura del la muestra que cierra este ciclo será el 12 de Diciembre a las 20,30, y se extenderá durante todo el verano, en el Museo de Bellas Artes, Fanklin Rawson.

– ¿Cuánto tiempo te demandó la obra "Digo La Cordillera"?

El proyecto duró diez años, ya que la primera exposición la hice en 2004, pero la primera expedición fue en 2003. Así inicié la movida, y ya cumplí con lo que me había propuesto que era recorrer la cordillera a lo largo del país. En principio tomé El Mercedario a donde fui varias veces, después dos expediciones a las Yungas jujeñas, la cordillera selvática y la puna. Luego me fui al Chaltén, la cordillera helada, y al Cerro Torre. He recorrido lugares maravillosos.

– ¿En cada caso tenías que armar una gran expedición con baqueanos y conocedores del lugar?

Sí, totalmente ya que sumo gente de todas las disciplinas. En realidad el proyecto original también contemplaba la participación de antropólogos sobre todo para el Norte, pero los costos eran muy altos y no pudo ser.

– Vos no tuviste Patricias Sanjuaninas que apoyaran la gesta, ¿quiénes colaboraron para el proyecto?

Esto tuvo una logística enorme. Para la primera excursión me gasté todos mis ahorros, los invertí ahí. Fue una apuesta porque en ese momento el único que creía en eso era yo. Después me ayudó mucha gente, organismos e instituciones.

– ¿Sacaste la cuenta de cuánto dinero gastaste en estos diez años de obra cordillerana?

No, ni quiero enterarme porque los números están siempre en rojo.

– ¿Cómo fueron cada una de las etapas, y qué es lo que más te impactó de cada una de ellas?

La primera fue en el Valle Alto del Colorado, fue el lugar que más me impactó por su inmensidad. Allí están las cumbres más altas como el Mercedario, Alma Negra y la Ramada. Es una planicie de un color rojo furibundo, rojo fluo -yo lo siento así-. Además dormir ahí y despertarte con estos colosos alrededor, era impactante.

En la segunda etapa me concentré en el marco teórico. Fue en la Yungas en Jujuy donde no te dejan quedarte a dormir, te hacen volver porque es Parque Nacional. Es una zona selvática, no te digo como el Amazonas, pero realmente increíble, las formaciones cordilleranas repletas de árboles, plantas, pájaros, es impresionante el sonido permanente de los animales. Así en cada caso hubo cosas que me maravillaron.

– ¿Pintabas en el lugar o bajabas a pintar?

Mi postulado es que no es lo mismo pintar cómodamente en tu taller que meterte en la pura naturaleza y hacerlo desde ahí. Se produce una conjunción, el paisaje se te va metiendo, y cuando llegas, definitivamente, sos otra persona y pintas de otra manera, pintas con todo el cuerpo. Tenés que hacer cosas rápidas, no tenés todo el tiempo para sacarle la esencia al cerro y con ese material pasó a grandes dimensiones. Nunca podría pintar lo que pinto abajo sino hubiese estado allí.

– ¿Cómo te sentís cuando estás en medio de la cordillera?

Chiquito, no sos nada. Una especie de congoja, de maravilla, sentís que estás participando de alguna manera de todo eso. Además duermo al aire libre no adentro de la carpa porque el cielo se cae de estrellas y eso es único. Los andinistas lo saben porque también duermen así salvo que el frío no lo permita.

-¿Cuándo descubriste esta gran sensibilidad por la naturaleza, por el arte?

Desde niño. Pedí estudiar pintura cuando era muy chico y también me gustaba la arquitectura, por eso siempre hice las dos cosas. De hecho cuando estudiaba tenía un taller para pintar con mi actual socio en el estudio de arquitectura, Gustavo Suárez.

– ¿Cómo fue el proceso evolutivo en tu pintura?

Primero pintaba de una manera muy ordenada, como pintan los arquitectos digo yo. Es que la arquitectura es una disciplina ordenadora, pero la pintura en un punto debe ser desordenadora, todo lo contrario. Entonces me costó mucho tiempo sacar la actitud para lo cual trabajé con artistas, en talleres que me ayudaron a perderle el respeto a la pintura y tirar baldes de pintura, y pintar con todo mi cuerpo, con lo que sea.

– ¿Sentís que lo lograste?

Yo creo que sí, porque tengo más libertad para buscar cosas nuevas y buscar nuevas maneras.

-¿En el cierre que vamos a ver?

Para este cierre yo elijo San Juan. Te acordás por el año 98 después de haber trabajado con los mitos y leyendas de San Juan que se llamó "10 años de pintura’… (interrupción de la periodista)

– ¿Cerrás ciclos cada 10 años?

Parece, no lo había pensado, pero tenés razón. Y como te decía, esta vez elijo San Juan para el cierre de una muestra que ha estado en los cinco museos más importantes del país como son el Palais de Glace en Buenos Aires; en el Museo de Arte Moderno de Mendoza; en el Museo de Bellas Artes de Salta; y dos íconos como son el Museo Castagnino de Rosario y el Museo Caraffa de Córdoba, como no iba a estar en la provincia. Entonces el cierre hará referencia al comienzo de la obra hasta su final, porque me modifiqué muchísimo en ese tiempo.

– ¿Qué cambios tuviste?

Cuando estoy arriba tengo la necesidad de hacer pintura figurativa, pero cuando bajo y pasó a tela voy virando a la abstracción. De hecho también hice una serie "Del Silencio", en Las Leñas, inspirada en un día que el cielo estaba tan encapotado que la nieve tenía su color, con planos de color sobre lo celeste con la línea del cerro dibujada a veces en negro, a veces en grises, que ahora está en Miami porque la pidieron especialmente. Eso es lo más sintético que hice y también llegará para estar en la muestra final.

– ¿Eso lo veremos en la muestra final?

Sí, veremos algo de la serie "el Silencio", también el comienzo en El Mercedario; elementos que llevé a la Cordillera en ese momento, cosas que hizo Huevo Muñoz; la exposición que estuvo en los museos que mencioné; y lo que estoy trabajando ahora que es el "Oro de América en el que incorporo minerales a las telas, y cada cuadro tiene el nombre de una mina de oro de Méjico, Perú, Chile y Argentina, por supuesto de San Juan está Veladero y Gualcamayo. Estoy en un proceso de transición con esto que no se en que terminará (se ríe).

– ¿Por qué agregaste el subtítulo?

Este ciclo de Digo la cordillera tiene un sentido y considero que el viaje ya es un hecho artístico, es una performance, yo lo trabajo así. Meterte y trabajar en el lugar, usar las arenillas del lugar, trabajo mucho en conjunción con la naturaleza, me levanto muy temprano cuando el agua está casi congelada de los arroyos y arrastra pigmentos que uso en las pinturas.

– ¿ Son caras tus obras?

Lo importante no es cuanto valen sino cuanto van a valer cuando me muera (se ríe mucho), pero no, no son caras.

– ¿Tus pares qué te dicen de la ora, te critican?

Los que son buenos amigos te critican y yo tomo esa critica. Siempre pienso que es la más sincera de las apreciaciones, además también vale la propia critica.

– ¿Te criticás mucho?

Si, mucho, soy muy exigente.

– ¿Y ahora qué se viene?

Hace poco estuve con Pat Andrea, un amigo holandés, con quien fui al Valle del Colorado por aquel momento y quedamos en volver para llevar adelante un proyecto juntos. La idea es pintar la cara norte del Aconcagua que nadie la conoce porque está pintado más que nada desde Mendoza. Lo haremos en una gran tela de 20 metros de largo por dos de alto pintado en el lugar. Ese será el gran desafío. Este verano fuimos con Pat para filmar y con las filmaciones ofrecer la propuesta a quienes lo van a financiar.