Esfuerzo. En su taller, Maira (a la derecha en la foto) trabaja 10 horas por días y para hacer 20 mamelucos necesita de una semana. Esta ropa lleva doble costura para una mayor resistencia.

 

Siempre estuvo ligada a la costura, pero de allí a empezar su propio emprendimiento había un trecho. Desde que comenzó con la confección de ropa de trabajo para la mina Casposo, Maira Rojas hoy se atreve a soñar e incluso piensa en una pequeña fábrica textil, donde todos trabajen cómodos.

 

Con la costura de mamelucos y chalecos de seguridad para la gente de la mina, Maira reinició otra vez su pasión por la costura. Años atrás había trabajado para una fábrica de ropa de alta montaña, como camperas térmicas, donde ganó experiencia. Hacia 2011 se le dio por probar nuevos horizontes y trabajó en El Pachón, Altar e incluso llegó hasta Perito Moreno; en todos los casos realizó tareas de limpieza y mantenimiento.

 

“Mi primer trabajo en blanco fue para El Pachón, pero luego vino la crisis y me echaron. Con la liquidación del sueldo compré cuatro máquinas de coser y seguí trabajando para la fábrica en la que estaba antes pero de forma independiente, vivía en San Juan y tenía el taller en la casa de mi papá”, contó la joven. Por los vaivenes económicos que se trasladaron a los costos, la demanda de ropa de alta montaña se comenzó a reducir, allí Mayra vuelve a probar suerte a Calingasta y a establecer contactos con las mineras por alguna fuente de trabajo. En paralelo, había puesto en venta a sus máquinas de coser. “Entré a trabajar a Casposo en la parte de limpieza y al tiempo surgió en la mina la necesidad de los chalecos refractarios, como sabían que cosía me pidieron una muestra. Justo, justo, ya tenía un cliente para la compra de mis máquinas de coser, di marcha atrás y traje mis máquinas a Calingasta”, recordó Maira.

 

En ese primer pedido le solicitaron 30 chalecos de seguridad refractarios. “No dormí en toda la noche y encima me salieron todos chiquitos!!!. Luego la gente de la mina me acercó un modelo de lo que necesitaban, pulí algunos aspectos, y hoy ya todo está a la perfección. Ahora hago chalecos de seguridad y mamelucos de trabajo para ellos, todos con los requerimientos necesarios como cierres de metal y cierres de alta resistencia, cinta reflexiva de 5 cmm para los mamelucos y de 2 cm para los chalecos, todo en tela de grafa.

 

Comenzar a trabajar en la confección de ropa para la mina la posicionó en el rubro dentro de su comunidad y hoy también confecciona ropa deportiva para los equipos de la zona (hizo las camperas para el Club La planta de Calingasta), guardapolvos escolares y ropa de blanco.

 

A futuro el sueño de Maira es concretar una pequeña fábrica textil, con más tecnología y en donde los empleados trabajen cómodos. “Coser me ha dado de comer a lo largo de estos años, pero pasé momentos dificiles porque en algunos talleres a la gente se la explota. Yo busco algo diferente, donde podamos trabajar y hacer las cosas bien”, cerró la joven costurera.