Trabajar, ocupar el tiempo libre, tener su propio dinero y por ende independencia económica, cumplir sueños, comenzar a forjar su propio negocio y por qué no, dar los primeros pasos de una probable vocación con miras a un futuro no muy lejano, son algunas de las motivaciones que tienen los jóvenes que, aun estudiando en el secundario, deciden hacer su propio emprendimiento. Afortunadamente, y a prima facie, parecen ser muchos los chicos que toman las riendas para encontrar una independencia laboral, tanto que en el mundo son cada vez más los casos exitosos para contar. San Juan no está ajena a esta tendencia, y hay muchos ejemplos de estudiantes que decidieron salir de la zona de confort que les puede brindar su familia, para ganar su propio dinero.
Las historias de estos cinco adolescentes que con mucha responsabilidad, pero también con pasión, esfuerzo e ilusión se animan a apostar por lo que quieren, sirven para demostrar el empuje de la llamada generación Z, que a nada le teme.



Luchi Larrea y Facu Palacios/ Hacedores de Comida Judía

Una rica tradición con vistas a futuro

Apuestan todas sus ilusiones que en marzo del 2021, podrán cumplir su sueño de vivir un año en Israel, capacitándose como líderes de movimientos juveniles. Son primos hermanos y estos últimos meses activaron un negocio de comidas tradicionales judías para tener ahorros para un programa anual que incluye clases, paseos por todo el país, trabajo de voluntariado en diferentes organizaciones, hasta un viaje a Polonia a los campos de concentración. Sin lugar a dudas una experiencia inigualable para Luchi y Facu, a sus 17 años. Por eso, vale la pena todo el esfuerzo que hacen, destinando muchas horas a cocinar y a entregar en domicilio los pedidos.


"En el último tiempo, mucha gente se puso a cocinar para ganar plata y nosotros pensamos en cocina judía, que si no se hace en las casas de la colectividad, no hay modo de conseguirla. Eso fue un gran atractivo para los clientes ya que no hace falta ser de la comunidad para comer cosas ricas", cuentan estos dos chicos que proponen una carta restringida a tres productos: jalá, que es el pan trenzado, leikaj (que es ni más ni menos que una torta de miel, nueces y especias) y los famosos y deseados knishes, una especie de empanadita de masa hojaldrada rellena de papá y cebolla frita tradicional para las comunidades judías de Europa del Este, aunque hay versiones con diferentes verduras y ricota. De todos modos, no descartan ampliar la oferta a otras preparaciones típicas de esa comida que para ellos es parte de su rutina, de su historia y de sus afectos. Tienen promociones y combos para poder probar todo lo que ofrecen.


La cocina judía se caracteriza por sus ingredientes sencillos y sus sabores nobles pero no por eso menos ricos y deliciosos. Para lograrlo la dupla buscó una receta que tenía a mano: ambos han crecido ayudando a cocinar o viendo como lo hacían su baba Sara (la bisabuela que falleció en el 2016), su bobe Aida, sus mamás y sus tías. "Nos organizamos con las tareas que nos envían de la escuela y con otras actividades para poder tener tiempo para cocinar a medida que tenemos pedidos, los que se multiplican todas las semanas a medida que la gente se entera. Nos divertimos, aprendimos a técnicas de cocina y de paso juntamos plata para poder llegar a Israel, qué más podemos pedir", dicen los chicos que venden a través de su Instragram @cocinajudía.sj.



Facundo Díaz (17)/ Salón unisex

Peluquero de alma


Facu apenas tenía 15 años cuando decidió probar la máquina para cortar el pelo en la cabeza de su hermano y todo salió "bastante bien". Es que durante muchos tiempo vió a su mamá hacerlo, a eso le sumó decenas de videos y tutoriales de internet para curiosear lo que se usaba y así seguir "jugando al peluquero". El tema es que comenzaron a demandarlo sus amigos, y su popularidad fue creciendo, hasta que resolvió que dejaría de ser un hobby para empezar a hacerlo de manera profesional. 


"Todo lo que hice fue de intruso porque si bien mi mamá era peluquera -ya dejó para dedicarse de lleno a la familia-, nunca pensé que este sería mi trabajo. Sin embargo cuando ví que habían quedado tijeras, máquinas, secadores, planchas, bucleras, cualquier persona que tuviera ganas de hacer algo podía aprovecharlas y decidí hacerlo yo", cuenta Facundo, que actualmente tiene 17 años, cursa el 5to año de la Escuela Industrial Sarmiento en la especialidad Vial.


Los cortes de hombres fueron el furor en un primero momento, luego incorporó barbería, perfilado de cejas y todo aquello vinculado a la nueva estética masculina. No demoró en llegar la atención a mujeres y desde hace unos meses abrió su propia peluquería unisex frente a la Plaza de Concepción (Tucumán 909 Norte), a la que también se sumó su hermano Axel (21).


"Muchos tiempo corté gratis porque aunque yo no me daba cuenta estaba practicando. Después decidí aprender corte con tijera porque cortar con máquina no te hace peluquero. Mi mamá me enseñó y me actualicé con internet. En un momento decidí generar plata con esta actividad y comencé haciendo domicilios a mediados del 2018. En la mochila ponía una bata, la máquina, la tijera, un rociador y partía a trabajar. Después con mi hermano Axel decidimos abrir una peluquería en el Barrio Frondizi, donde vivíamos pero había muy poco movimiento", recuerda Facundo.


El año pasado se mudaron frente a la plaza de Concepción con sus abuelos y allí llegó el momento de adaptar una sala que da al frente de la vivienda -previo permiso familiar- para transformarla en una peluquería. Ambos hicieron la parte eléctrica, acondicionaron los muebles que tenían y pintaron para dejar lista lo que hoy es la "Peluquería y Barbería Díaz". 


Instagram: @facumanu_diaz @axeeldiaz9
Teléfonos: 264 411 2259



Alma Baeza (17)/Recetas de familia

Dulce negocio

Tras la suspensión de clases las presenciales por la cuarentena, Alma Baeza junto a su novio Leonardo Deguer decidieron comenzar a vender tapabocas bajo la marca Barbijos San Juan. Sin duda el espíritu comercial heredado de su familia, y su inquietud por hacer cosas, se ponía de manifiesto. Luego de esta iniciativa y desde hace menos de un mes sumó un emprendimiento en el que no sólo comercializa si no que también produce para vender. Se trata un negocio de repostería casera -brownies, pastafrolas, maicenitas, cañoncitos con dulce de leche, entre otras exquisiteces-, acompañada incondicionalmente por su tía Mariela Fernández de quien adquirió gran parte de sus conocimientos gastronómicos.


"Todavía no tenemos un nombre, hemos barajado varios, pero no nos hemos decidido, así es que por el momento salen sin marca", cuenta Alma que cursa el sexto año en el Colegio Central Universitario en la orientación Naturales.


"Quienes conocen los brownies y maicenitas de mi familia saben que son riquísimas por eso decidí seguir con las recetas tradicionales que se caracterizan por tener un alto grado de detalles. Empezamos con eso y ya sumamos varias cosas más. Me gusta siempre incorporar nuevas cosas por eso pronto llegarán las cajas para regalar en diferentes fechas y oportunidades como, por ejemplo, el Día de la Madre. Tengo muchos más planes", indica Alma.


Gracias a su tía Mariela dispone de un lugar donde elaborar los productos, además de su ayuda y asesoramiento permanente. También se ha convertido este lugar en el punto donde la gente puede retirar los productos, aunque también hacen algo de delivery.


El sueño de Alma es tener en el futuro, su propio local, en el que pueda elaborar y vender, sin detrimento de sus estudios. "Si Dios quiere, voy a seguir medicina, una carrera que me encanta, y a la par continuaré con esto", asegura.


Instagram juega un papel importante en este flamante negocio ya que es por donde se promociona el emprendimiento y se realizan las reservas de cualquiera de sus exquisiteces


Instagram: @alma.b4ez4


Luli Castilla/Artesana de bijouterie

Accesorios que valen oro

Llegar a sexto año en el Central Universitario implicaba muchas cosas para Luli Castilla (17). Por un lado planificaba un posible viaje de estudios a Bariloche, que quizás podía transformarse en un paseo con amigas por otros destinos. Y por qué no, darse el gusto de terminar el curso de idioma alternativo que ofrece la escuela, en Alemania para perfeccionar y poner en práctica lo aprendido. Claro que para cumplir con todo eso, tenía que tener plata.


Su hermana mayor fue quien le hizo la primer oferta: por qué no empezar a vender bijouterie, cosa que de inmediato pudo concretar con ayuda de sus papás para poder hacer la primer compra de productos en acero blanco en Buenos aires. No pasó mucho tiempo para darse cuenta que quería ofrecer algo diferente. Eso que a ella le gustaba usar. De hecho, ella misma fue su primer "muestrario" de sus accesorios, porque lo que lucía no sólo era elogiado por sus amigas y conocidas sino que empezaron a hacerle pedidos. Pulseras, collares, vinchas, chokers, hebillas con gemas o con strass son parte de lo que hace a mano. Su producto estrella es la "pulsera hilo rojo para compartir", que son dos productos iguales con dijes idénticos para dos personas que tienen algo en común: son novios, amigos, madre e hija, etc. 


"Soy muy detallista y selectiva, me gustan los brillos y todo lo que me hacía gustaba Así es que incorporé mis propios productos. Ahora tengo dos públicos: lo que eligen el acero blanco y quienes son seguidoras de mis propios accesorios. Eso es muy bueno porque las clientas se multiplicaron", asegura la chica que no paró de vender en la cuarenta (pese a que estaba vedado hacer ferias, la mayor concentración de ventas que había tenido durante el 2019), que hace envíos a domicilio con la colaboración de su papá y que es super activa en Instagram donde vende su bijouterie bajo la marca Kooks.accesorios (nombre que eligió en honor a su cantante favorito).


Luli, que aspira a estudiar medicina en Mendoza, dice que si bien los diseños son en base a sus gustos y creatividad, se ayuda mirando tutoriales en Internet para poder lograr lo que no sabe hacer y hasta tomó un curso de orfebrería con el reconocido Eric Nobre, para perfeccionarse.


Ahora los viajes quedaron suspendidos, pero ella sigue trabajando y juntando plata para darse algunos gustos, como comprarse lo que quiere, hacer regalos a su familia y ahorrar.



Victoria Peñafort (17)/Uñas perfectas

Un hobby bien femenino


Tuti Peñafort, cursa en modo virtual el último año del colegio Central Universitario con un muy buen desempeño. Pero no es lo único que hace ya que desde comienzos de su adolescencia le gustaba tener perfectas sus uñas. Así comenzó a indagar desde chica hasta que cuando cumplió 17 años les pidió a sus padres que le regalaran la máquina para hacer las uñas semipermanentes. Desde ese entonces es que Tuti, como la conocen todos sus amigos se dedicó a indagar y formarse en este tema. En medio de la cuarentena ya estaba lista para hacer manos. Con todos los protocolos debidos y dependiendo de la fase en que se encontraba la provincia y el material de higiene, salió a trabajar.


"Lo hago porque es una pasión, siempre me gusto, es mi hobby. Además, contar con tus propios ingresos está bueno, no solo por la independencia sino también por las inversiones en insumos. Comencé comprando esmaltes en Todo Moda y le pintaba las uñas mis amigas. Luego a medida que iba creciendo me fui perfeccionando en talleres, creo que tengo paciencia y prolijidad para hacer este metier. Esto lo hago sobre todo porque las clases virtuales son a la mañana así dispongo de muchas tardes para trabajar. Trato de ser organizada y distribuir bien mis horarios. Hago manicura completa, esmaltado, esmaltado semi permanente y kapping ( que es un sistema innovador indicado para aquellas personas con uñas débiles, quebradizas o escamadas, también para aquellas que tienen el hábito compulsivo de comerse las uñas".


El mes que viene comenzará a trabajar en Meraki, un salón de belleza y barbería. Hace domicilios y solo tenés que pedir turno al 264 - 4101981

Por Paulina Rotman, Myriam Pérez y María Inés Montes