Las labores rutinarias de los padres, impiden en ocasiones una relación cercana con sus hijos, pues se hace difícil separar algún tiempo para estar con ellos. Es cierto que la mayoría de parejas jóvenes cuando toman la decisión de contraer un matrimonio y conformar una familia, buscan estabilizar su situación económica para brindar a sus hijos, todas las comodidades necesarias.
También es cierto que ambos padres deben ser participes del crecimiento de sus hijos, no sólo en el aspecto físico, sino en todos los sentidos. El desarrollo de sus habilidades motrices, sus formas de razonar frente a las diferentes situaciones que se presentan y el reconocimiento de sus gustos y motivaciones son aspectos importantes que se deben reconocer. Lo cierto es que el costo de vivir hoy demanda más tiempo que en en otros épocas, y esto presenta obstáculos para el encuentro entre padres e hijos. La fórmula es darle la importancia necesaria a esos espacios del día, entendiendo que los niños requieren de una asesoría permanente y de una guía incondicional. Compensar el tiempo que no se dedica a los hijos no se puede recuperar en el futuro, debido a que los niños se vuelven adolescentes y entran en una etapa difícil donde prefieren tomar decisiones individuales, sin importar la censura de los padres; por eso es necesario estar presente en esa evolución infantil.
La enseñanza de los Derechos del Niño y del Adolescente implica para los adultos un desafío de índole ética y pedagógica: el de impulsar no sólo el conocimiento de los derechos que le competen sino también el de acompañar a los niños y jóvenes en el proceso de incorporación de valores y en el aprendizaje de actitudes que les permitan ejercer en forma gradual un modelo de conducta basada en el ejercicio responsable de su libertad.
El progreso en todas las particularidades de la vida hizo que este tema sea relevante y no solo existe la Convención y Derechos del Niño, sino que es motivo constante de estudios, congresos y charlas en ámbitos educativos, sociales, políticas de gobierno y salud.
La mirada de el Ministro de Desarrollo Humano, Daniel Molina, el Profesor Mario Daniel Correa D’Amico, Pedagogo, Filósofo, Orientador escolar en educación familiar y escritor y Eduardo Bustelo Graffigna Presidente del Comité Científico V Congreso Mundial de la Infancia y Ex Director de UNICEF Argentina, revelan su opinión acerca de un tema que merece ser velado por todos los adultos.
Proyecto de juventud
Por Prof. Mario Daniel Correa D’Amico
La curiosidad en el niño es seguirá siendo el punto de partida para el desarrollo de sus capacidades. Su habilidad para hacer preguntas e interrogar a los adultos reside en el conocer o en el buscar explicaciones convincentes; no por ello deberá admitirse que el niño es filósofo o hace filosofía, pretendida atribución de quienes quieren dar una cualidad no pertinente a quien por naturaleza tiene el espíritu de introducirse y tratar de comprender un mundo creado por adultos. Por consiguiente, darle un carácter especial al niño para fomentar en él una curiosidad que de por sí tiene, significaría reducirle la capacidad de juego y desarrollo que posibiliten destrezas o aptitudes que están por encima de su propio pensamiento.
Al reino de la niñez, pertenece el niño y no el adulto. Jesucristo en los evangelios se expresó en forma "categórica dejad que los niños vengan a mi porque de ellos es el Reino de los Cielos". Por lo tanto, no podrá pretender el adulto que el niño adopte una posición propia de un joven o mayor cuando estos impulsan su formalidad intelectual o pensamiento crítico y menos aún pretender reducirle el ámbito de sus inquietudes a un programa de pensamiento crítico. El niño se caracteriza por su simpleza, el adulto por su complejidad.
Si la sabiduría es el objetivo del científico, del pensador o el anhelo de la persona común, estos deben propiciar justamente que el niño o adolescente tenga todas las posibilidades para desenvolver sus talentos sin imposición alguna, pero sí con un constante seguimiento y buena orientación. Capte entonces el padre la aptitud de su hijo, la madre la virtud de su hija, en definitiva el adulto las posibilidades de ese adolescente que quiere demostrar su manera de vivir la vida, de valorar su entorno y de apreciar el mundo. En el niño por su entusiasmo, en el adolescente por su espontaneidad, indiscutiblemente en ese casi joven – futuro adulto – ponemos todas las expectativas pues merece la atención constante de su familia, guía por un instructor y posibilidad de sus gobernantes ya quede mostrado está, hoy estos, están en deuda con el proyecto de juventud que todos queremos. Estos son sus observadores, responsables, en ellos está su decisión.
El niño argentino y nuestros adolescentes, reclaman mayor atención, mayor dedicación, no sólo por un trabajo intelectual, libre de prejuicios o protegido de toxinas, sino además por el interés creativo, la expresión artística, el despliegue físico, la competencia y el certamen y su implementación gradual y progresiva en escuelas, clubes y centros de educación especializados creados para tal fin.
Recordemos que cada competencia, cada junta deportiva o cada presentación de un joven en el exterior es la ventana que muestra al mundo nuestro estado y nuestra condición. Debemos creer en ese niño, futuro joven, pero también apoyarlo. Si la grandeza de este pueblo se debió al empeño de eminentes próceres, hoy, el signo de nuestro tiempo debe ser la firme disposición del adulto de confiar en jóvenes aspirantes con capacidades y destrezas competentes que traduzcan la alegría de crecer en plenitud, de vivir sanamente y de un memorable porvenir.
El niño de hoy debe volver a los juegos de tierra, relacionarse con la naturaleza y estimar la vida del campo. Debe ocupar los espaciosos valles, circular por montañas y hacer travesías por agua. Realizar prácticas por aire y expresar con su cuerpo habilidades. Valorar la vida natural, respetar a los animales y apreciar la vida vegetal.
Sólo así y sin apartarse de los avances tecnológicos podrá no solamente reencontrarse consigo mismo sino también lograr identidad frente a sus pares e interactuar con ellos.
El desafío es para los adultos, los beneficiarios son los niños, futuros jóvenes y promesas de éxitos. Apelamos a un cambio de actitud y a un programa consiente y comprometido para ellos. Ser solidarios es crear posibilidades. Propiciar la igualdad es crear oportunidades. Todos están incluidos, todos hacia una generosa integración.
Los niños, por sobre prácticas tutelares y garantistas de derechos
Por Daniel Molina, ministro de Desarrollo Humano de San Juan
Mucho se ha avanzado desde la adhesión de nuestro país a la Convención de los Derechos del niño y de la sanción de la ley 26061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, la ley provincial 7338 y su modificatoria 7511 que, junto apolíticas públicas específicas, contribuyeron a que paulatinamente, ciertas prácticas paternalistas fueran remplazadas por nuevos mecanismos de intervención y promoción garantista de derecho.
Hoy la política social, no solo se ocupa de promover el ejercicio pleno de derecho de niñas, niños y adolescentes, ampliando capacidades y oportunidades, sino también creando condiciones que garanticen el acceso a la educación, al esparcimiento, a la creatividad al juego y al descanso. Así mismo, se logró reducir sustancialmente en la provincia, la cantidad de niños, niñas y adolescentes judicializados o carentes de cuidados parentales.
Sin embargo, más allá de décadas de discusiones académicas y avances en el sistema jurídico y de política pública, coexisten actualmente de manera silenciosa, ciertas prácticas del sistema tutelar, con las nuevas fundadas en el pleno ejercicio de derechos.
Basta observar el funcionamiento de algunas instituciones y cómo éstas violan muchos principios consagrados en normas internacionales y en las que aún prevalece la concepción que un gran número de niños, niñas y adolescentes son inadaptados o peligrosos, por provenir de familias ausentes, conflictivas o pobres.
Por cuanto, resulta imprescindible, redefinir y afianzar aún más, los espacios de protección de derechos, sin que necesariamente deba intervenir la justicia. Es aquí donde los adultos tenemos absoluta responsabilidad, a través del Estado, de los claustros académicos, de la familia, de la escuela y de la comunidad. Es responsabilidad de todos preservar el interés superior del niño para poder prevenir cualquier abuso de mecanismos coactivos que los prive de sus derechos, así como garantizar la promoción de nuevos espacios que garanticen la participación y la solidaridad.
Creo que llegó el momento en que es necesario un cambio de mirada, y de pensar al otro.
Pensar un niño, con felicidad plena, partícipe y autónomo.
Pensar un niño, con un desarrollo armónico que pueda satisfacer necesidades físicas, sociales intelectuales y emocionales.
Pensar un niño, por qué no, tal como lo pensó Evita: "incluido, movilizado, artífice del futuro y protagonista de un nuevo orden político e institucional".
La infancia y sus derechos
Por: Eduardo Bustelo Graffigna, presidente del Comité Científico V Congreso Mundial de la Infancia.
Dos son los sentimientos prevalecientes en nuestra cultura respecto a la infancia. De un lado niños, niñas y adolescentes son presentados como los agresores de la sociedad: adictos, violentos y agresivos, liberados de toda restricción sexual, tatuados; directa o indirectamente asociados al delito y por lo tanto, son un atentado a la seguridad de nuestra sociedad. De otro lado, niños y niñas buenos, con una inocencia innata que los libera de toda culpa y sospecha, hijos/as ejemplares, estudiantes talentosos; el futuro promisorio de nuestra sociedad.
Dado el amplio espectro de polaridad descripta y en el día que la sociedad celebra el día del niño/a, es bueno que hagamos ciertas reflexiones.
En nuestra cultura adulto céntrica niños, niñas y adolescentes valen no por lo que son sino por lo que van a llegar ser. Su valor presente es su valor futuro. La infancia sería un estado transicional, una fase de la vida que hay que abandonar para hacerse adulto. En este sentido, lo mejor que puede hacer un niño/a o un adolescente es crecer.
La infancia se define así como lo opuesto a lo adulto o mejor aún, es la ausencia de adultez. En el mundo de los adultos, los niños/as no piensan, no tienen razón, ni sentido moral. Por ello los adultos tienen la autoridad y el poder ante quienes son caracterizados por su incompletud y su incapacidad.
Pero acontece que niños/as y adolescentes tienen derechos como lo prescribe el orden jurídico internacional y la constitución de nuestro país. En este sentido, lo más importante es entender como lo especificaba Hannah Arendt que el principal derecho, es el derecho a tener derechos. Igualmente, tener derechos implica autonomía pues sin autonomía no se puede constituir un sujeto de derechos ni ejercitar la libertad.
Infancia y adultez son conceptos que se relacionan mutuamente y por lo tanto, se determinan y complementan. No es entonces que los adultos tienen plenos poderes frentes a los niños. Niños, niñas y adolescentes son personas en estado de infancia como son obviamente personas los adultos en estado de adultez. En este sentido, si hay algo que los adultos deben a las nuevas generaciones son más respeto y mayores responsabilidades.
La ausencia de derechos es la esclavitud. Y deseo pensar que niños, niñas y adolescentes no son esclavos. Ni los padres son los "dueños" de sus hijos. Por supuesto que son "sus" hijos/as en sentido biológico. Pero los padres tienen un poder transitorio sobre sus hijos que deviene del derecho que sus hijos/as tienen a ser cuidados y protegidos principalmente en su infancia temprana. Hijos/as más que posesiones son titulares de derechos.
Fuera de los regalos y de solidaridades acotadas a la celebración de un día, niños, niñas y adolescentes esperan el respeto de su autonomía para poder ejercer derechos efectivamente consagrados. Los niños/as y adolescentes son buenos para la sociedad pero sobretodo, la sociedad deber ser buena con las nuevas generaciones.