Divertida y con los conceptos tan claros como la vida misma. La psicóloga chilena Pilar Sordo hace más de una década que tiene una tarea titánica, pero que la llena de gusto -de hecho lo que demuestra con humor cada vez que lo cuenta-: Está abocada a una serie de investigaciones que buscan escudriñar la relación de hombres y mujeres a partir de sus diferencias, las que lejos de separar los géneros, se convierten en una herramienta que funciona como complemento de sus vínculos. Ella es la primera que lo experimenta, según confiesa.

Las diferencias encontradas a partir de la simple observación, van más allá de lo físico y lo estructural. Tienen que ver en cómo ellas y ellos encaran las relaciones que los tienen como protagonistas. Entonces las mujeres retienen (a partir de función maternal), mientras que los hombres sueltan (y es válido para los afectos y las relaciones humanas); ellas funcionan sobre la base de procesos y ellos a partir de objetivos; los chicos olvidan y las chicas recuerdan; mientras las mujeres son auditivas (les gusta por ejemplo que les digan que las quieren y hasta dónde las quieren), los varones son visuales. Estas conclusiones no son las únicas que encontró la profesional y que volcó en su libro: las representantes del sexo femenino dejan de jugar a muy corta edad y los del sexo masculino no dejan de jugar nunca; ellas mezclan todo (la cartera y todo lo que llevan en ella es un claro ejemplo para Pilar), mientras que los hombres tienen la cabeza dividida en compartimentos y son más ordenados; por lo que quizás -y esa es otra diferencia- ellas son multifocales y ellos sólo pueden concentrarse en una cosa a la vez.

Hay más ejemplos de cuestiones que marcan diferencias: las mujeres necesitan conversar para solucionar sus problemas y también necesitan contención ante un problema, en cambio los hombres, cuentan sus dilemas cuando ya los tienen resueltos y no requieren de muchas explicaciones para salir de un problema sino que buscan exclusivamente soluciones. Las mujeres tienen pensamiento mágico y los hombres son más realistas. Los hombres pueden estar sin hacer nada; las mujeres no. Ellas suelen tener más problemas con los mapas que ellos. Los hombres necesitan sentirse admirados; las mujeres, sentirse necesarias.

Para hablar de estas cosas, Pilar Sordo llega por primera vez en San Juan, este miércoles 30 de marzo, invitada por el Ministerio de Desarrollo Humano, a través de la Dirección de la Mujer. Sin quererlo, ya provocó una conmoción: las entradas se agotaron a las pocas horas de haberse iniciado la entrega de los pases a una charla gratuita, la que seguramente será una puerta abierta para repensar los roles y la posibilidad de tener una vida sana, una buena convivencia y una rutina feliz.

-¿Qué la trae a Pilar Sordo a San Juan?

-Voy invitada por el Gobierno de San Juan a cerrar el "Mes de la Mujer". Voy a presentar mi primera investigación que tiene que ver con el "Viva la diferencia" (el primero de los cuatro libros que tengo), una charla donde cuento las diferencias que yo encontré entre lo femenino y lo masculino y a su vez abro la posibilidad para reflexionar acerca de la familia y de cómo estamos viviendo.

-¿Cómo y cuándo se hizo esta investigación?

-La hice en 2004-2005 pero se actualiza permanentemente. Partió de Chile y llegó a muchos lados del mundo. De hecho, el único lugar donde no está validada es en África, en el resto de los continentes, los conceptos fueron reconocidos. La verdad es que es una investigación muy certera, muy simple, muy divertida y muy profunda, también. Tiene que ver con el visualizar cómo somos, cómo estamos y cómo enfrentamos lo que nos toca vivir.

-La conclusión es que estas diferencias son conceptos universales, entonces.

-La verdad es que sí, lo que evidentemente cambia en términos culturales es la forma en que se expresa cada diferencia, pero la estructura de esa diferencia es la misma.

-La sensación que siente quien te escucha o lee el libro es que "refleja lo que a mí me pasa, como si me lo hubiese escrito a mí, como si me conociera"...

-(Risas) Eso me pasa con hombres y mujeres. Yo creo que es la parte más linda de la investigación. La gracia que tiene el estudio es que no refleja como superior a ninguno de los dos géneros, sino que invita al aprendizaje y a la posibilidad de tomar contacto con esas diferencias, no como competencia sino como complemento.

-Es más, vos aplaudís las diferencias.

-Claro que sí, porque considero que en esas diferencias es donde está el aprendizaje: si fuéramos todos iguales no tendríamos nada que aprender. Además creo que hay que celebrar las diferencias como un fenómeno distinto de la equidad o de la igualdad de oportunidades, ya que en estas diferencias es donde siento que está el aporte: somos distintos y eso enriquece las relaciones, por eso nos gustamos, nos enamoramos, nos atraemos.

-Y entonces, ¿qué se hace con las diferencias para entendernos mejor hombres y mujeres?

-Hay que tomar conciencia de las diferencias, inclusive hay que enrostrarle al otro y decirle "mirá yo tenía razón, lo dice la investigación" o el hombre puede decirle a la mujer "ves que yo me quejo de lo mismo siempre" (risas). Pero posterior a esta especie de juego típico chauvinista que los dos sexos tenemos, hay que generar un aprendizaje real y empezar a aceptar que no hay que pedirle ciertas cosas a los hombres porque no lo va a hacer, efectivamente no es que no quiera hacerlo, o que sea egoísta, sino que porque es distinto. Recién ahí empezará a haber un camino hacia el encuentro que puede permitir un avance o tener otra actitud en la relación.

-¿Es más fácil ver las diferencias que aceptarlas?

-Creo que sí, pero también creo que el proceso de aceptación es indiscutible en la medida en que cada uno decida vivir mejor y ser más feliz. La cosa es mucho más fácil de lo que parece y nosotros la hemos complicado una enormidad. En la medida en que tomo contacto con esas diferencias existe la maravillosa posibilidad de acercarme al otro.

-Pero no depende de una persona sola, depende de dos.

-Si se movilizan las cosas desde uno mismo es más fácil que se movilicen desde el otro. De todos modos, si uno espera que el otro cambie, para cambiar uno, no es el camino correcto.

-¿Qué te motiva a investigar estas cuestiones cotidianas?

-Siento que mi pequeño aporte en la vida tiene que ver con tratar de ver lo que el resto parece no ver, inclusive hacerlo un poco evidente para que la gente tenga un espacio de reflexión. Yo no pretendo cambiar vidas, ya es demasiado omnipotente decirlo, pero sí quiero usar el poder de entregar pequeñas luces. Creo que si hago eso, cumplo con la misión por la que Dios me mando para acá, supongo.

-¿De dónde viene tu capacidad de observación minuciosa y con todos los sentidos atentos?

-De siempre, desde muy pequeña me es muy natural el tener doble lectura de las realidades. Además a mí me ha tocado vivir una vida sumamente difícil, ya que he estado conectada con el dolor casi permanentemente y eso te da una sensibilidad distinta.

-¿Qué aprendiste del dolor?

-El dolor te da espacios de conocimientos que no te da la alegría.

-Sin embargo, tus relatos tienen una cuota de humor muy grande. Inclusive te reís de vos misma.

-Comienzo riéndome de mí y de inconsistencias para de ahí poder configurar lo que le puedo llegar a decir al otro. Si no veo lo que está cerca de mí, mis pequeñeces, mis experiencias de vida no puedo ver a los demás. Y si no fuera así creo que sería un discurso desde un lugar que yo no tengo.

-¿Los seres humanos estamos capacitados para reírnos de nosotros mismos o cada día nos cerramos más?

-Depende los países, ustedes los argentinos tienen una capacidad muy grande para reírse de sí mismos. Eso depende de los mecanismos sociales que permiten validar o no, las herramientas del humor que yo creo que es donde se esconde la salud mental de un pueblo para poder superar las situaciones difíciles que les toca vivir.

-O sea que los argentinos tan locos no estamos.

-No, no, no, no. A mí me parece que tienen un esquema de salud mental que es bastante positivo, a mi juicio.