
Hace 4 décadas se produjo la corta y errónea recuperación de nuestras Islas Malvinas, con las trágicas consecuencias que conocemos. Se sabe que aquella operación castrense estuvo en el ánimo de las Fuerzas Armadas desde los mismos momentos en que quebraron el orden constitucional, motivada por diversas razones, sea para perpetuarse en el poder, para legitimarlo o para obtener algún tipo de rédito político y ensalzar su declinante gestión. El momento considerado oportuno ocurrió cuando los ingleses expulsaron a un grupo de operarios argentinos de las islas Georgias del Sur que habían izado nuestro pabellón y cantado el Himno. De ahí en más los acontecimientos se precipitaron y tomaron otro matiz.
La Junta Militar desempolvó antiguas carpetas que contenían una serie de datos logísticos y estratégicos sobre la factibilidad de asaltar las islas. Esta ocupación era un secreto de Estado que sólo la conocían los que estaban directamente vinculados con el tema, aunque luego se develó que el plan fue descubierto por la inteligencia estadounidense.
Fue el 29 de marzo de 1982 cuando de la Base Naval Puerto Belgrano zarparon las principales unidades de la Marina de Guerra para disponer el terreno del desembarco y reconquistar las Malvinas. El plan llamado por los Servicios de Inteligencia "Operativo Azul" u "Operativo Rosario" se puso en marcha con las instrucciones precisas de que la ocupación tanto de las Georgias como de las Malvinas se realizaría, en lo posible, sin que se vertiera sangre inglesa.
Aquel 2 de abril el pueblo argentino, incluso funcionarios y hasta integrantes de las fuerzas armadas con inusitada sorpresa, se enteraron de la ocupación. Todo el pueblo le otorgó al suceso un trascendente valor histórico, aquel viejo anhelo patriótico que había prendido en nuestro espíritu desde niños sobre la pertenencia del archipiélago se hizo real. Hoy a 40 años de aquella guerra varios especialistas han analizado por qué perdimos aquella contienda si teníamos varios factores a nuestro favor: la enorme distancia que separaban las islas de Inglaterra, la pericia y heroicidad de nuestros aviadores que no infligieron más daño porque las bombas no eran aptas para blancos navales, la actuación temeraria de algunos comandos de artillería de las tropas terrestres y sobre todo la bravura y decisión con la que combatieron nuestros soldados, sin la preparación adecuada, mal alimentados y en condiciones climáticas terribles. La respuesta -según el Informe Ratenbach- es lapidario: hubo errores incalificables, esto es en la concepción y organización general de la guerra, es decir gruesas falencias cometidas por las altas cúpulas de los oficiales superiores que dirigieron o planificaron las operaciones, convirtiéndose en una lamentable aventura bélica. Finalmente, como sabemos, otro grueso error fue en política exterior: los militares y los funcionarios de la Cancillería no previeron que Estados Unidos ayudaría finalmente a sus tradicionales aliados.
Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia
