Aún en tiempos difíciles, un ser humano otorga a otro algo de los beneficios que obtuvo para sí. Esa actitud revela un don muy especial de la persona porque saber dar no se vincula tanto con el tener para poder dar, sino con la disposición de ánimo para colaborar. Ese rasgo, que se vincula con la solidaridad, es una adhesión circunstancial a la causa del otro, un impulso íntimo natural.
Así se levantaron escuelas y hospitales en Argentina, se alimentó a mucha gente y se compartió esa faz interna que responde al humanismo. El altruismo es un sentimiento espontáneo que ha permitido a muchos grupos humanos seguir adelante a pesar de las vicisitudes que ocasionalmente deben enfrentar. Es la vocación de servir a la comunidad, destacándose el servicio como el espacio de la ayuda mutua. Es decir es el servicio, el campo común de la vida en acción, se esté donde se esté y sea cual fuere el proyecto que se debe desarrollar.
En el candente hoy de la humanidad, parece que el altruismo ha descendido más de lo que se preveía hace unas décadas lo cual habla de una obligación incumplida. Ello induce a un análisis más amplio porque si las necesidades se han multiplicado y el altruismo ha descendido, algo anda muy mal en la sociedad, no obstante las entidades de bien común que siguen atendiendo las necesidades de los hogares, de las personas y o de los niños.
Pero el sentimiento altruista no desaparecerá por imperio de la modernidad, por el contrario sería ideal que se fortaleciera de acuerdo con las necesidades humanas. Y, como ideal, puede contar con un conjunto de ideas y creencias destinadas a mejorar al hombre en la sociedad lo cual significaría un progreso que va más allá de lo meramente material.