Los moradores de este mundo actual han cerrado todos los horizontes, inclusive también los trascendentes del sentimiento poético del alma, para vivir un presente egoísta y alocado, con el olvido o la censura al pasado, y sin importarles la construcción de un futuro más hermanado. Los efectos de esta falta de sensibilidad, de comunión entre culturas, de apoyo a toda vida humana, hacen que la pasividad se haya instalado entre las gentes, y se les niegue los derechos sociales y económicos a las personas, sin apenas hacer nada por ellos. Ojalá cambiemos de actitud y aprendamos a cultivar el bien; sólo de este modo, nos nutrimos interiormente y esparcimos esa alegría que todos nos merecemos por vivir. Qué lástima de aquellas gentes que han pasado por la vida sin saber sonreír, porque la tristeza les ha robado el deleite del camino y no encuentran esa paz consigo mismo.


¡Cuánto pan amargo se nos sirve a diario! La desigualdad en los ingresos está en aumento, tal y como reconoce un grupo de expertos de la ONU, ya que el 10% más rico de la población mundial gana hasta el 40% del ingreso total. Algunos informes sugieren que el 82% de toda la riqueza creada en 2017 fue al 1% de la población más privilegiada económicamente, mientras que el 50% en los estratos sociales más bajos no vio ningún aumento en absoluto. Así no podemos seguir, discriminándonos unos a otros. Estamos llamados a ser una ecuménica unidad en la que nadie puede permanecer marginado. Cada cual, mal que nos pese, tiene una misión de colaboración y cooperación sobre una base justa y equitativa.


En efecto, el presente por tanto no puede despojarse del significado último del ser que somos, ni de las raíces de las que provenimos, pues tan importante como estar alimentados es estar satisfechos de la aportación de nuestra vida diaria al acontecer de los días. En consecuencia, es significativo, adherirse al bien; puesto que un espíritu corrompido, es capaz de destruirnos.


Cada año se paga un billón de dólares en sobornos y se calcula que se roban 2,6 billones de dólares anuales mediante la corrupción, suma que equivale a más del 5% del producto interior bruto mundial. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se calcula que en los países en crecimiento se pierde, debido a esta podredumbre, una cantidad de dinero diez veces mayor que la dedicada a la asistencia oficial para el bienestar.


Pensemos que son estas realidades interiores de codicia, vanidad y arrogancia, las que nos impiden sanar el ánimo, teniendo que maquillar muchas veces hasta nuestra propia existencia. ¡No caigamos tan bajo!

Por Víctor Corcoba Herrero   Escritor español