La victoria arrolladora del candidato presidencial de extrema derecha Jair Bolsonaro en la primera ronda electoral de Brasil el domingo pasado podría hacer girar el mapa político de América Latina hacia la derecha, y formar parte de una creciente tendencia mundial de líderes autoritarios populistas.

En Brasil la gente ve con buenos ojos que se le dé más poder a la Policía.


Bolsonaro, un admirador del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ganó la primera ronda con el 46% del voto popular, seguido del candidato izquierdista del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, con el 29%, y el aspirante de centro izquierda Ciro Gomes, con el 12 por ciento. Con esas cifras, será difícil que pierda Bolsonaro en la segunda vuelta.


Aunque Bolsonaro se parece a Trump y a los presidentes de Rusia, Filipinas, Turquía y Hungría, entre otros, por sus opiniones a menudo escandalosas (ha hecho repetidamente comentarios ofensivos sobre las mujeres, los negros y los gays) algunos observadores dicen que no tendría suficiente poder para convertirse en un autócrata.


A diferencia de la mayoría de los líderes autoritarios, él no tendría una mayoría en el Congreso, ni una Corte Suprema incondicional. Se prevé que sólo tendrá 52 de los 513 escaños de la Cámara Baja.


No sería fácil para Bolsonaro acumular gradualmente poderes absolutos.


Por otra parte la economía de Brasil está en ruinas, y los líderes populistas, desde Recep Tayyip Erdogan hasta el venezolano Hugo Chávez, por lo general han podido erosionar las instituciones democráticas y acumular poderes absolutos en tiempos de bonanzas económicas.


Muchos expertos en Brasil temen que Bolsonaro se convierta en un autócrata, entre otras cosas porque Brasil tiene una democracia joven y relativamente débil. Un candidato de línea dura en un país cuya población está desesperada por medidas más fuertes para frenar la violencia podría fácilmente dar lugar a un autócrata, dicen.


Sólo el año pasado, casi 64.000 personas fueron asesinadas en Brasil. No es sorprendente que muchos brasileños aplaudan la promesa de Bolsonaro de darle más poderes a la Policía sobre delincuentes y traficantes de drogas.


Lo negativo es que en América latina, los autócratas de derecha tienden a generar una contra-reacción violenta, que tarde o temprano produce regímenes radicales de izquierda.


La tragedia de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 28 de octubre en Brasil es que el rival de Bolsonaro, Haddad, también se basa en una plataforma autoritaria.


Haddad es un moderado dentro de su partido, pero el Partido de los Trabajadores, además de estar manchado por la corrupción, ha perdido la razón. Propone "controles sociales sobre la administración de justicia'', y está dirigido por una admiradora de la dictadura de Venezuela.


Ojalá me equivoque, pero parece que "gane quien gane'' Brasil se encamina hacia una autocracia populista caótica.