Es un insólito proyecto perseverar en el poder y corromper la libertad. Por ello, reavivemos nuestros andares, modifiquemos nuestras actitudes, tracemos en nosotros el compromiso de poner en valor la propia existencia, con comportamientos y estilos de vida sustentados en lo ético, que es lo que realmente nos transforma y renueva mar adentro.
En efecto, somos ese océano en permanente necesidad de espiritualización mística, bañados por el aire que todo lo vivifica de entusiasmo; porque, la vida por sí misma, es un volver a empezar cada día. Cuidado con el oleaje que tomemos, hagámoslo con consideración, seamos respetuosos con las acciones tomadas, despojémoslas de toda violencia o del veneno cosechado, cultivemos el diálogo conciliador y el ánimo donante siempre. No pongamos barreras, fuera distinciones, nadie es más que nadie ni tampoco debe ser menos. A propósito, se me ocurre pensar en esa petición de la OMS para acabar con las diferenciaciones que impulsan las enfermedades tropicales desatendidas.
Por otra parte, tan importante como saber estar es poder ser un corazón libre, en incesante revoloteo por los horizontes del verso y la palabra, en su tino más auténtico y en su timbre más armónico. Necesitamos fraternizar nuestros propios pulsos vivientes. En consecuencia, hay que cultivar el amor verdadero con el níveo amar, más allá de los meros vocablos, de conformidad con nuestro estado natural. En el sueño de la poesía, está el camino de la rectitud. No lo olvidemos jamás.
Puntualmente, ahora cuando tanto hablamos de respeto pleno y promoción de todos los derechos humanos y libertades fundamentales, estimo fundamental reunirse en comunión los moradores para unirse en solidarios latidos. Expertos en derechos humanos acaban de considerar escandalosa la ejecución de Kenneth Eugene Smith en Alabama. Son estas cuestiones no éticas, verdaderamente torturadoras, las que nos vuelven sanguinarios. Al fin y al cabo, lo sustancial es integrarse en un solo cuerpo lírico y reintegrarse en la idílica verdad de la bondad.
Sea como fuere, no podemos seguir ofreciendo este mapa de atrocidades crueles entre las personas. Desde luego, tan importante como mantenerse en acción, o sea vivos, es hacerlo con humanidad. Fruto de esa innata sensibilidad, que se acrecienta con la escucha y además con el arrepentimiento en la toma de horizontes confusos, ha de germinar el compromiso con uno mismo de aprender a reprenderse, activando de este modo los desarreglos mortecinos con la disciplina interna, que es lo que conlleva, el arreglo pacífico de los conflictos. El deseo de vivir debe ser más moral que interesado. Sólo así hallaremos la senda de la asistencia mutua. De lo contrario, nos dominará el egoísmo al sacrificio, la ideología a la transparencia y, en el fondo, lo mundano a lo celeste.
