La polinización es algo esencial para la supervivencia de los ecosistemas, y como tal hay que protegerla.

Todos tenemos un horizonte que abrazar, un camino que recorrer, con una visión de unidad y de respeto entre todos. Para empezar, es difícil hacer el bien sin amarnos. Por desgracia, somos una sociedad contaminada por la mentira, que ha perdido el corazón y se ha deshumanizado. Los aires de la hipocresía nos han dejado sin alma. Así no podemos mejorar humanamente.

Necesitamos reunirnos para relanzar el bien colectivo, también reanimarnos como especie dispuesta a fomentar modelos de crecimiento basados en la equidad social, que nos dignifiquen e ilusionen, además de liberarnos de estos ritmos frenéticos productivos, totalmente inhumanos que nos roban hasta nuestro privativo tiempo de descanso, para poder proseguir andares más solidarios, pues al fin todos hemos de contar en esas frías estadísticas de hoy, dependientes más de los índices poderosos bursátiles que de los latidos interiores del ser humano como tal. Déjennos soñar sin imperativos, amar sin imposiciones y cohabitar sin avasalladores.


Sabemos que no podemos seguir destruyendo la biodiversidad. La responsabilidad es de todos. Nadie se libra de este compromiso. Hace unos días, precisamente, me hablaba un hombre sencillo, apicultor, sobre la necesidad de las abejas y de otros polinizadores como las mariposas, los murciélagos y los colibríes, cada vez más amenazados por nuestras propias actividades, y me trasladaba su anhelo para que escribiese sobre ello, pues con lágrimas en los ojos me participaba su desvelo de cómo la polinización es algo esencial para la supervivencia de los ecosistemas, y por consiguiente, algo imprescindible para la producción y reproducción de muchos cultivos y plantas silvestres. No olvidemos que los sueños son posibles y que, tal vez soñar, sea la acción más sublime para llevar a efecto una realidad, la de transformar nuestra interacción con la naturaleza. Desde luego, hacen falta mejores prácticas agrícolas y agroecológicas junto a una gestión integrada intersectorial. De igual modo, hemos de proteger con mayor eficacia y gestionar más eficientemente aquellas áreas clave de biodiversidad marina, reduciendo por ende la contaminación, con una gobernanza más inclusiva en cuanto a los recursos hídricos, así como el acrecentar los espacios verdes en áreas urbanas. Podríamos seguir relatando nuevas tareas pendientes de realizar en el espléndido libro de la naturaleza, pero también pienso que el mundo es más que un problema a resolver, una apuesta responsable a vivir y dejar vivir, cada uno desde su cultura, su vivencia, sus fantasías y sus capacidades.


En efecto, creo que no podremos subsistir por mucho tiempo, como linaje, de proseguir con esta manera irresponsable de movernos por el planeta. Realmente la lucha contra el calentamiento global nos pide con urgencia una ruptura de costumbres en sectores tan vitales como el energético, el agrícola o la industria, el de transporte y tantos otros. Los riesgos ya están con nosotros, en nuestras existencias, personas enfermando de dolencias relacionadas con el clima, pueblos enteros reubicándose; y, por si fueran poco estas torturas atmosféricas, luego están los tormentos que nos lanzamos unos contra otros.