Hay algo innato en nosotros que debemos fomentar mucho más, el espíritu de encuentro y unidad, sin temer las divergencias. Todo hay que cultivarlo armónicamente desde la escucha y el diálogo. Por eso, que los líderes se reúnan a construir puentes y a fortalecer vínculos para hacer frente a los desafíos globales, es lo más sensato; y, en todo caso, un signo de expectativa que siempre vale la pena celebrarlo.
Sin duda, la principal contienda que hemos de vencer, pasa por convencernos a nosotros mismos, que tenemos entre todos que erradicar la miseria y renunciar a la estupidez de los privilegios y la supremacía. Nadie puede quedar excluido porque todos somos necesarios, únicos e imprescindibles, para la construcción de ese astro habitable en el que ha de confluir la solidaridad intergeneracional, pero también la concurrencia de todas las culturas, interactuando para sostener valores e identidades que han de regenerarse, en esa conjunción de miradas y oídos, que necesitamos para salir adelante.
La humanidad tiene que pensar que la injusticia no es invencible, y aún menos inmune, y lo que si requiere lo justo es ausencia de soberbia entre nosotros y talante comprensivo. De ahí que el compromiso ciudadano deba mundializarse, puesto que conlleva una lucha decidida contra la idolatría del dinero, o contra el mismo poder usurero, que es capaz de dejarnos sin aire con tal de impedir que respiremos.
Pienso que hemos llegado al instante preciso, de intentar promover estrategias conjuntas que nos dignifiquen a todos por igual. Fruto de esa conjunción de entusiasmos es como surgen los ambiciosos proyectos.
Sea como fuere, no podemos continuar por sendas de iniquidad, necesitamos vencer el aluvión de maldades que entre todos hemos cosechado, para no globalizar nuestra propia perdición como especie. Ciertamente, nadie se hace perverso de la noche a la mañana, es cuestión por tanto de repensar comportamientos y liderazgos. Y ante este cúmulo de atmósferas injustas tampoco se puede guardar silencio.
Por nuestra historia sabemos que lo más fácil es dividir, romper, destruir, aniquilar; ahora nos falta impulsar otro espíritu más constructor, tal vez sea el momento de hacerlo, precisamente ahora que la ONU invitó a las personas de todo el orbe a celebrar el Día Internacional de Nelson Mandela, contribuyendo con pequeñas cosas en sus propias comunidades.
Indudablemente, cada persona tiene la capacidad y el encargo de forjar un mundo más equitativo y menos injusto. En cualquier caso, la batalla contra la indecencia debe ser perenne, pues no debemos permitir que nadie nos robe la esperanza por vivir con decencia. En el esfuerzo está el triunfo y, por ende, la honesta vida.