Nunca es tarde para reconducir existencias y, por ende, también podemos reinventarnos otro orbe más humano y habitable. Querer es poder. Quizás sea importante recuperar entornos más virtuosos para poder huir de las mil esclavitudes que nos acorralan en el momento actual. A mi juicio, lo prioritario es rescatar tantas dignidades perdidas, cuestión que merece la pena alentar, junto a la ética, la solidaridad y el bien global, abecedarios que deberían estar en el centro de todas las políticas y de todos los gobiernos. No olvidemos que gobernar también es rectificar cuando haya que hacerlo.

Debemos huir de las esclavitudes que nos acorralan en el momento actual.


Es preciso activar lo auténtico, tanto en individuos como en instituciones. Volver a lo decente hasta consigo mismo. En el fondo, las crisis surgen por esa ausencia de virtudes y de referentes en nuestra concepción de la vida. Por eso es el momento de dejar de pisotearnos unos a otros, de planificar una recuperación digna para los humanos, con el fin de transmitir esperanza e ilusión por vivir. En la moderación, así como en el conocerse para poder reconocerse en los demás, está la buena orientación. A poco que reflexionemos sobre esto, nos daremos cuenta que nos mostrarnos pasivos ante los muchos sembrados injustos no es una virtud, sino más bien lo contrario, puesto que necesitamos tomar conciencia de que todos hemos de luchar por todos.


En ese ayudarnos a caminar mutuamente, no tenemos tiempo que perder. Es una lástima que la ayuda humanitaria no esté llegando a las personas que sufren por subsistir. Nos faltan referentes de sabiduría y nos sobran espíritus usureros en el mundo. Debemos mostrar, sin desfallecer en momento alguno, que cada latido humano merece consideración, más allá de su cultura, religión, ideología y origen étnico. 


Ahora bien, prudencia con los salvavidas que suelen fabricarse en tiempos difíciles. Cuidado con permitir que nos anestesien e impidan ver los verdaderos horizontes, que casi siempre están donde menos pensamos. Desde luego, jamás estarán en los activistas de la desproporción económica que sufrimos en la actualidad, donde un pequeño grupo de privilegiados ostenta más del 80% de la fortuna. De continuar por estas avenidas sin alma, estaremos creando esa cultura del descarte de la que tanto habla el papa Francisco, y que debiera ser historia pasada.


Sea como fuere, el ser humano demanda de otros organizadores con sentido global, capaces de sentir la existencia humana como algo que se ha de vivir en comunión, desde el diálogo y la escucha permanente.


La corrupción exacerba la desigualdad, y provoca un efecto en cascada: la interacción entre una y otra alimenta el populismo, de acuerdo con un análisis publicado hace poco por el grupo de lucha contra la corrupción "Transparency International". Dicho lo cual, nos llena de expectativa que instituciones internacionales, como el Fondo Monetario Internacional haya pensado que "si no se le ponen riendas, la corrupción es como la hidra, aquella figura mitológica dotada de la virtud de regenerar dos cabezas cuando se le cortaba una".