Ha quedado demostrado que la única forma de enfrentar el coronavirus es haciendo causa común entre todos.

 
No es fácil aprender a caminar cuando las sendas del aire se vuelven irrespirables. Aún así, lo importante es perseverar, no perder la orientación ni la fortaleza que injerta la fidelidad a uno mismo, que es como realmente el corazón madura y no se desgarra.

Quizás tengamos que morir muchas veces para después renacer, tomar otro entusiasmo diferente al de la autocomplacencia, poner imaginación y ser muy firmes en la convicción de los andares. Pensemos que la vida son momentos, unos de quietud y otros de inquietud. El ser humano ha de aprender a manejar ambos instantes; unas veces para atravesar el fuego necesitará fortalecerse, en otras ocasiones para vivir la dicha requerirá de la moralidad para no endiosarse, teniendo siempre a alguien a quien asistir y alguna cosa que ofrecer. Nada permanece, todo se deshace como pompas de jabón, eso sí, dejando un rastro vivencial que es lo que nos ayuda a vivir. Evidentemente, la mayor sabiduría es la de reconocerse en nuestra propia ignorancia, lo que da una alegría continua, pues hay que lamentarse de nuestras torpezas cometidas que suelen ser muchas y variadas. 


Todos en nuestra breve existencia hemos tenido y tendremos períodos desesperantes, épocas de dificultad; también esta epidemia es un momento de crisis social, que hemos de abordar con coraje. No permitamos que el miedo se convierta en algo vírico. Todo tiene su actuación y remedio. Nunca hay que sucumbir al pánico. Lo mejor es actuar con espíritu responsable y solidario. Además, tenemos la suerte de contar con la mejor disposición: las guías que ha elaborado la Organización Mundial de la Salud, que a medida que se ha agravado el trance del coronavirus, junto al responsable de las Naciones Unidas, no han dejado de centrarse en contrarrestar la infodemia, o sea, la plaga de la desinformación del Covid-19.


No olvidemos jamás que es la vida la que nos injerta savia. Para merecerla, a pesar de los dolores, hay que amarla, sin tener miedo a las sorpresas. Y en este vivir diario, donde todos tenemos una misión que llevar a efecto, también los medios de comunicación son fundamentales, puesto que proporcionan realidades puntuales que nos permiten radiografiar las diversas situaciones, algo esencial, tanto para el salvamento de vidas como para propiciar un futuro de paz, justicia y derechos humanos para todos. Únicamente trabajando juntos podremos ayudar a que la supervivencia mejore. Todos hemos de poner de nuestra parte. Ninguno de nosotros es inmune a la peste y tampoco nadie puede vencer el germen solo. Hay que protegerse unos a otros para protegernos a nosotros mismos. Esto significa aceptar lo que el espíritu nos pide que cambiemos según el tiempo en el que vivimos, y ahora lo que se nos demanda, en el caso de la enfermedad infecciosa, es que debemos asegurarnos de que los recursos continúen siendo movilizados y que se logren avances para lograr el acceso universal a la vacunación, al tratamiento y las pruebas. 

Por Víctor Corcoba Herrero
Escritor