Todos los continentes del mundo entero deben trabajar unidos en el diseño de acrecentar la esperanza de sus moradores, con la fortaleza del tesón y la constancia, con políticas sociales enhebradas a la poética del esfuerzo, y con el empuje de compartir el sueño de la transformación que no puede detenerse, ante el cúmulo de injusticias y violencias que soportamos. a mi juicio, lo prioritario es restaurar el amor.


No es cuestión de lamentarse, sino de reparar el daño hecho. y esto sólo se cura poniendo corazón en todas las cosas que hacemos. Téngase en cuenta que la mayor parte de los conflictos actuales se pelean con armas pequeñas y ligeras en posesión de grupos opositores, crimen organizado, pandillas y terroristas que socavan la seguridad y el estado de derecho. Hace falta, pues, ponerse a disposición de los análogos, trazar otros itinerarios de relación más comprometida con nuestros equivalentes, conservar la unidad y la unión entre nosotros; en suma, mostrar otro espíritu más conciliador y menos sórdido.


En consecuencia, si importante es renovarse para tomar conciencia de que nada somos sin los demás, no menos trascendentales han de ser nuestras propias transformaciones interiores, manifestadas en una mayor cooperación y colaboración hacia ese mundo en el que Todos hemos de ser uno, en llevar la paz allí donde dominan el odio y la desesperación. Ojalá aprendamos a traducir los deseos nacientes de nuestra cognición en existencias que nos dignifiquen, así como a remover las ideas en hechos congruentes con los acontecimientos, que nos inspiren a derribar barreras raciales, a vivir y a dejar vivir. Ya está bien de aglutinar armas, ellas son las que fuerzan desplazamientos masivos de población y son instrumentos para la violencia sexual y de género, entre otros abusos de derechos humanos. Sea como fuere, estamos llamados a corregirnos cada día, naciendo, renaciendo, viviendo en suma. ¿Qué es la vida sino un constante cambio, una llamada a entenderse, a cohabitar entregado a un arcoíris que incluye el negro? Por eso, es menester activar este tejido de hábitos transformadores en donarse, sabiendo que es la propia biografía viviente la que nos alienta a estar en comunión.