El gaucho Juan Cubillos es venerado en Mendoza.- Hasta se construlló una capilla donde se le rinde culto.

Juan Cubillos es considerado por muchos como un santo pagano. Este célebre gaucho, análogo del sanjuanino José Dolores, vivió en Mendoza a finales del siglo XIX. Los historiadores abocados al estudio de su vida enuncian que nació en Curicó (Chile). Siendo adolescente se trasladó a la nombrada provincia. Se dice que entonces comenzó a conducir un grupo de jóvenes jinetes iniciando una serie de atropellos. Obviamente que las autoridades emprendieron una tenaz persecución siendo detenido en varias ocasiones. Cuando era puesto en libertad reincidía, de tal manera que en varías oportunidades se tiroteó con la policía demostrando una increíble habilidad en las escaramuzas. A su fama de salteador se agrego su innata pericia en el arte de seducir y conquistar mujeres comprometidas lo que le acarreó no menos problemas. Así pasaban sus días, constantemente al filo del peligro, granjeándose el respeto y la admiración de sus pares.

En octubre de 1895 la policía se percato que Cubillos se encontraba en la localidad de Uspallata (Minas de Paramillo). Cuentan sus contemporáneos que el audaz bandolero era de recia estampa, lo que infundía temor a sus enemigos: media casi un metro ochenta de estatura, "bien hecho de musculatura”, piel blanca, cabello negro y barba castaño oscuro”. Además era muy diestro en el manejo de su carabina Remington y su daga. Nuestro personaje se aprestó resistirse ferozmente a su detención. 

En el momento de iniciarse su captura Cubillos se encontraba refugiado en un humilde rancho. Allí comenzó un formidable tiroteo. Parece ser que en el momento de la refriega se agotaron sus municiones siendo herido con una bala y ultimado con armas blancas.

A posterior los policías permitieron -por temor a represalias- que los mineros y sus familias "rindieran homenaje a quien todos querían por sus liberalidades, juventud, valor indomable y por el respeto que entre ellos inspiraba”.

Luego del velatorio su cuerpo fue trasladado y una "muchedumbre fue a esperar su llegada a la estación del Ferrocarril Trasandino”.

Finalmente, en 1926, una comisión de promesantes recaudó dinero y llevaron sus restos al cementerio viejo de la ciudad de Mendoza (Las Heras). Ya para ese tiempo era considerado como un ánima milagrosa y como otras figuras se transformó en objeto de culto popular. 

 

Por prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia