Los hombres deben recuperar el vínculo humanitario y confiar más en sí mismos.


En este baúl de experiencias que vamos recogiendo a lo largo de nuestra vida, y que nos ayudan a madurar, nos conviene activar el gozo de los andares, por muy adversas que nos parezcan las circunstancias que nos acorralan; pues al fin, lo trascendente es no darnos por vencidos jamás.


Creo que la especie humana tiene que recuperar el vínculo humanitario y confiar más en sí misma, cuidarse mejor y considerarse más, defender la dignidad de todos y para todos, a pesar de las muchas dificultades y obstáculos que se hallen en el camino. La esperanza en el cambio de actitudes no podemos perderla. Sin duda, en nuestra labor colectiva en pro de ese espíritu armónico que anhelamos, haríamos bien en recordar el ejemplo de aquellas gentes que nos precedieron, con sus llamamientos en favor de la unidad, máxime cuando la sed de venganza y el discurso del odio están cada vez más presentes en todo el mundo. Cualquier tipo de cultivo interno, ya sea a través de la ciencia o del arte, constituye un signo sublime de ilusiones para toda la humanidad. Así debemos verlo y participarlo. Todos tenemos el deber de activar otros propósitos más compasivos, de compromiso con la libertad, la paz y la justicia social. No hay un testimonio más explícito que el Holocausto, de cómo el rencor y el resentimiento racial puede conducir al genocidio y a la destrucción de las sociedades. Por tanto, es menester no legitimar la intolerancia, la discriminación, y proceder a tomar todas las medidas apropiadas para que estas inhumanas hostilidades cesen. 


Sea como fuere, la ciudadanía en su conjunto, con sus culturas y credos, no puede permanecer pasiva ante esta fiebre deshumanizadora, tan destructiva como cruel, y ha de empezar a discernir con un pensamiento crítico, con la empatía sustentada en los derechos humanos para ser resistentes a estas ideologías extremistas, que nos dejan sin palabra, en un mundo cada día más castigado por unos dominadores injustos.


Hemos rechazado dictaduras y hemos forjado sistemas democráticos plenos y dinámicos. También hemos criticado hechos violentos y, bajo el activo reconciliador, hemos sido reconducidos a otros ambientes más sosegados. De igual modo, hemos sancionado a los responsables de daños medioambientales y reparado jurídicamente a las víctimas. No estamos para cruzarnos de brazos, es cuestión de que nos protejamos unos a otros, incluso mediante la labor de las instituciones internacionales de derechos humanos. A propósito, se me ocurre recapacitar sobre la iniciativa para cuidar el propio hábitat, que opera en el marco del Pacto Mundial de las Naciones Unidas y el PNUMA, y que aglutina a centenares de empresas de todo el mundo. Esto es un claro ejemplo de que sus contribuciones a las economías "verde'' y "azul'' serán fundamentales para la consecución del desarrollo sostenible, del que tanto se habla en los últimos tiempos. Indudablemente, tenemos que aprender a ver la vida mirando espacios abiertos y a no tener miedo a expandirnos. El mundo se cambia abriendo el corazón, sumando pulsos, escuchándonos más, acogiéndonos sin distinción alguna, compartiendo sabidurías; viviendo distinto, en definitiva, junto a los demás.

Por Víctor Corcoba Herrero
Escritor