El valor de la libertad es el bien más preciado del ser humano, como también vivir en democracia con la tolerancia a las ideas diferentes.

Crece el temor existencial y la sensación de amenaza, en un mundo con múltiples crisis y con gobiernos sin capacidad de ejercicio conjunto, incapaces de consensuar nada, al menos para evitar una coyuntura de recesión. Hoy, más que nunca, es preciso continuar haciendo hincapié en el empleo decente y en la protección social, para prestar apoyos a esa multitud humana de desfavorecidos. Indudablemente, no hay mayor martirio que ser víctima de una opresión que lo prive de poder desarrollarse. La sociedad requiere de esa conexión íntima que se la dignifique como personas, con su derecho a la verdad y a la libertad. De lo contrario, se produce una inquietud verdaderamente desoladora que nos deja en la cuneta viviente, sin fuerzas y sin ganas de hallarse. Por eso, es importante despertar el sentido de la justicia, y hacer valer el respeto y a la estabilidad de la familia. Únicamente así, podremos aplacar los sufrimientos y descansar de los suplicios. En cualquier caso, hemos de saber también, que por muy intensa que sea la tempestad, la calma siempre vuelve para abrazarnos en la ilusión.


El unirse con espíritu solidario, saliendo al encuentro del otro, nos allana los caminos a todos. Debiéramos saber, que aunque continúen estancadas las tres principales economías; la de Estados Unidos, China y la zona del euro, hay una dimensión social que nos llama a compartir la masa de recursos y potencialidades. Quitemos las fronteras, pues.


BAJARSE DEL PEDESTAL

Nuestro gran tormento en la historia, precisamente, está en ese espíritu corrupto y endiosado. Nuestros políticos deben bajarse de los pedestales, cultivar la sencillez y la naturalidad como forma de credibilidad. Por tanto, es esencial que tanto en los pueblos como en las ciudades, no decaiga el entusiasmo, que es lo que en verdad nos llena de quietud.


Está visto que las palabras no son suficientes, se necesitan gestos concretos, como puede ser la abolición de las armas nucleares de los gobiernos corruptos y de las mafias enquistados en ellos.


Es esencial, por consiguiente, que nos enfrentemos a todos estos retos con seriedad y con la motivación de reivindicar un porvenir decente para todos como derecho. El motor de la educación, no tiene que tener distinción de clases, para poder aplacar el espíritu colectivo. 


En cualquier caso, tampoco nos dejemos vencer por el cansancio; el itinerario educativo contribuirá a que se nos serene la mirada y contemplemos las cosas desde otra visión menos angustiosa. No olvidemos que la vida es una exigencia permanente, que nos insta a salir de la oscuridad con el coraje de los sueños, que son los que realmente nos hacen madurar, en el sentido de dejar el renombre que nos atrofia y la calma que nos adormece internamente.


Es público y notorio que precisamos movernos, contemplar y caminar hacia los demás, sentirnos en el camino de la solidaridad, que es lo que nos da aliento ante la multitud de inseguridades que nos acorralan. 


Está visto que todo merece la atención debida y la tarea oportuna por parte de todos. Al fin y al cabo, nuestro principal sacrificio proviene del individualismo y de que la soledad impuesta nos arrastre al abismo.

Víctor Corcoba Herrero
Escritor