Si comenzamos por el qué, un pronombre relativo que lleva la calidad de interrogante, nos planteamos inmediatamente dentro de la teoría de la discursividad, el tema al que Aristóteles llamó "la cosidad". Es decir, de qué cosa estamos hablando. Y esto no es un problema menor sino que hoy constituye una verdad dramática pues se advierte un vacío de conocimiento y una ausencia de saberes legítimos como así también una carencia de auténticos líderes de opinión.

Los referentes son otro punto de divergencia dentro de la humilde propuesta que nos lleva a meditar muy sabiamente sobre quiénes influyen en la difusa opinión pública. Quién los formó; que intención lleva su mensaje; cuál es la profundidad de sus ideas; de qué sector representativo emergen, no importando en este caso, las clases sociales de las cuales provienen sino el debate y los argumentos que usa.

No es la simple opinión la que nos interesa ni los consensos que se suman con relativas verdades, sino más bien la síntesis de un ideario común que tiende a profundizar sobre una problemática acerca del bienestar general y los avatares de la actualidad.

Los líderes de opinión marcan el camino a otros que adhieren o no a su causa, según sus intereses e importancia. Pero de ninguna manera pueden partir de personas improvisadas, sin fundamento ni base para expresiones que nace de impulsos pasajeros o de necesidades urgentes.

Cuando los referentes son débiles su discurso carece de congruencia y consistencia y he ahí algunos que los basan en palabras embellecidas por el color local.

La simple opinión difiere totalmente de la opinión fundada porque esta última necesita de tiempo para madurar y crecer a la vez que desarrollarse en el ámbito en que va a germinar la idea.

El buen conductor sabe guiar y hace de la palabra su gran poder que nunca deberá ser lanzada al viento sin meditarla largamente. Así dicen los proverbios orientales y así lo manifiestan las teorías más recientes de persuación. Jesús, el gran persuador espiritual fue líder por derecho propio.

La opinión pública es lábil, fluctuante, diversa. Se mueve por límites imprecisos y por una influencia mediática la mayoría de las veces negativa porque se instalan temas para distraer a la sociedad de los verdaderos problemas que la preocupan.

El quién, el qué, el cómo y el cuándo oscurecen o aclaran la opinión. La elección está en cada uno de nosotros; seleccionar los contenidos de habla y de conciencia nos forman como verdaderos protagonistas de la realidad social.