En distintos ámbitos, como el Rotary Club, hay que gente que lucha cada día por una sociedad mejor."

Me gusta la gente activa que no descansa, que lucha por construir una sociedad más justa y solidaria, que cultiva el espíritu de sacrificio y el don de superarse, al tiempo que fomenta el diálogo y la acogida. No hay otra salida, que valorarnos para poder seguir adelante, esperanzándonos por ese horizonte de luz que todos ansiamos abrazar, sin dejarnos abatir por las cruces que nos ponemos unos a otros.


Quizás toda la vida sea sueño, como dijo el inolvidable dramaturgo y poeta Calderón de la Barca, pero es lo que hace que nuestra existencia crezca interiormente y no sea puro aburrimiento, porque deja de ser una carga al fundirse armónicamente con los invisibles abecedarios de la emoción. Precisamente, cuando nuestros anhelos se hacen realidad, es cuando mejor comprendemos la riqueza de nuestros latidos y el pulso de nuestros avatares. Por eso, es importante desvivirse por saber vivir seriamente por dentro, por acertar a compartir lo vivido, por hacer del camino un poema de paz.


En efecto, uno existe por y para los demás, y debe conocerse para dar el primer paso hacia la libertad, lo que exige que la persona disponga de criterio responsable, y de este modo pueda encontrar un medio de vida decente para poder desarrollarse con dignidad. Naturalmente, la capacidad de cada uno de nosotros de convertirnos en actores de nuestro propio destino pasa por ser agentes de labor.


Nadie puede vivir por otro. De ahí, lo fundamental que es combatir la exclusión y la espiral de la desigualdad social y de género que hoy reina en el planeta.


Estamos llamados, por tanto, a llevar a buen término otra vida más auténtica, a salir de nuestro espíritu de confort, y a reconocer el valor que tiene la generosidad en sí misma. A toda esta atmósfera de crueldades vertidas por nosotros mismos se ha de responder con una visión de la vida y de la sociedad, muy diferente a la actual. Para empezar, hemos de ser más corazón que coraza, más esencia que mundanidad, más nosotros que yo, pues la cuestión no es pasar por este mundo, sino aprender a cohabitar sin marchitar los versos que anidan en todas las almas.


Ciertamente, parece que nuestra vida se alarga cuando podemos ponerla en la memoria de nuestros análogos, máxime cuando practicamos el corazón, también acrecentamos el ánimo por vivir, y por ende, podemos llegar a paladear el inolvidable reencuentro con la mística Teresiana, de aquel inolvidable "vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero''.


Hoy más que nunca tenemos necesidad de despertar, de salir de la oscuridad, para emprender la senda del amor luminoso que venza este orbe tenebroso, que a veces nos deja sin nervio para luchar y poder cambiar de ruta a tiempo. Sin duda, es en comunidad como mejor se avanza, acogiéndose mutuamente, respetándose siempre para que se produzca (y reproduzca) esa unión recíproca, a la luz de todo lo que desprende armonía.


Ojalá nos entendamos más pronto que tarde y veamos la manera de abrazarnos junto a la verdad del ser y del estar.