La noche ha de ser larga, sobre todo porque será la primera en este pozo. El agua helada comienza a deslizarse hasta nuestro escondite y a calar el insuficiente calzado. Todos los trapos y los arbustos con los que nos tapamos son escasos para pelearle al frío. Nunca pensé que se pudiera aguantar tanto.

Debe ser la fuerza del sentimiento por la patria, ese especie de calor que copa el pecho como llamarada y nos hace sentir más útiles y hasta imprescindibles, nosotros a los apenas 18 años, cuando recién habíamos encontrado en alguna placita del pueblo donde nacimos el amor primero con forma de junco dulce y manos de hierbas. Como cuervos de fuego, zumban nuestra cabeza los disparos del enemigo. Tiembla en mi humilde pulso el fusil que aprieto como a un animal herido o a una guitarra como aquella que debí abandonar en mi cuarto adolescente.

Ninguno de mis compañeros de escondrijo son ya los mismos. Las madrugadas nos van cambiando rostros y dolores. Ayer salimos con los primeros bostezos de la luz. El silencio rondante dolía más que las balas asesinas. Fue cuando pude verles la cara a mis camaradas de infortunio y gloria, a los que en esa tarde perdí bajo el manotazo brutal de una bomba que a mí sólo me privó de una mano que ya no sé cómo llorar bajo un vendaje improvisado.

Caen los primeros destellos de otro día de incipiente abril sobre Puerto Argentino. Los jefes siguen diciendo que vamos ganando esta guerra. Siento el orgullo de ser alguien que habría colaborado de algún modesto modo con esa victoria que anuncian, pero el corazón y la desazón reinante me gritan en la cara que la realidad es otra. Desgraciadamente, porque los chicos queremos ganar esta epopeya en la que nos sentimos protagonistas, aunque hemos comenzado a comprender que defender la patria en estas circunstancias es conspirar contra ella y quizá negarle por más tiempo alguna anhelada reivindicación de su territorio.

Que no se puede poner en juego la vida ajena por intereses mezquinos.
El enemigo (como nosotros, un grupo de seres humanos que quizá tampoco comprenda el por qué de esta guerra) se acerca. Puerto Argentino sangra por todos los poros. La adolescencia traída a engaños y empujones de ignominia va cayendo desnuda y confundida de dolores en un suelo propio donde comienza a ser NN.