De vez en cuando suele instalarse en el centro del debate político y social el tema de la prostitución.
¿Legalización o abolicionismo? Para algunos es un derecho que debe ser reglamentado. Para otros prostitución y explotación sexual van de la mano y debe ser abolida. Desde la Bioética personalista a cuyos principios adhiero, entiendo que la prostitución es una institución que debe erradicarse. Vemos brevemente algunos argumentos que sustentan esta posición.
PROFESIÓN Y VOCACIÓN
Siempre se ha dicho que la prostitución es la profesión más antigua. Expresión por demás objetable. No toda actividad puesta de manera estable y remunerada reviste la categoría de profesión. Para que ello suceda, debe ser realizada con vocación. El trabajo adquiere carácter vocacional cuando está sustentado en el seguimiento a un llamado que nos trasciende. La vocación implica una inclinación espontanea hacia un determinado fin o destino. Las preguntas entonces se tornan inevitables. ¿cuál es esa llamada interior irrefrenable, propia de la vocación, que se da en el ejercicio de la prostitución? ¿Acaso el comercio público de la sexualidad humana o la compra-venta del cuerpo pueden ser vividos como una llamada interior? Cuando digo compra-venta, no es mera retórica. Hay algo de cinismo perverso en el análisis sociocultural y moral que hacemos de la prostitución. Hemos de ser claros en esto: sí alguien vende, alguien compra. Con su lira de poeta rebelde y adelantada a su época, Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) nos decía en su memorable Redondilla: "¿cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga, la que peca por la paga, o el que paga por pecar?".
DIGNIDAD PERSONAL
Otro elemento esencial de la profesión es que se trate de un trabajo que respete la dignidad personal. Dignidad que reconoce fundamentos en el hecho de que la persona es un ser inteligente, con conciencia moral, capacidad de relacionarse y esencialmente libre. La libertad es la capacidad de autodeterminación, fundada en la razón y en la voluntad, de hacer o no hacer, de hacer esto o aquello. Por este libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. Esta capacidad entendida como derecho a la autodeterminación, es uno de los argumentos más difundidos de la posición "pro prostitución". Aparece aquí otra pregunta que nos interpela. ¿cuál es el grado de libertad de una persona que en contextos de pobreza extrema, exclusión social y violencia (a veces, también intrafamiliar) "decide" ejercer la prostitución? Debemos recordar los obstáculos que vician la libertad. El consentimiento de la voluntad no puede ser causado por ninguna fuerza ajena a la misma voluntad, como en el caso de la violencia. Violencia que puede ser física, como en el tema de la trata de personas obligadas a ejercer la prostitución, pero también puede ser moral. Baste pensar en la presión que se ejerce sobre una persona sobre la base de falsas promesas de una vida sin carencias, que termina coartando su consentimiento. ¿Hasta qué punto es libre la decisión de ejercer la prostitución bajo esas circunstancias?
LA DIGNIDAD DEL CUERPO
Ahora bien, la dignidad de la persona incluye su corporeidad. La persona es una unión sustancial entre cuerpo y alma. Esa unidad es garantía de la dignidad del cuerpo. La cosificación de la corporeidad que implica el comercio público de la sexualidad atenta contra el valor moral de cuerpo y su dignidad. Tal como enseña la filosofía personalista: "Yo no tengo un cuerpo, yo soy mi cuerpo" y como epifanía de la persona es tan digno como ella.
EXPLOTACIÓN SEXUAL
"La Prostitución y la Trata de Mujeres con Fines de Explotación Sexual son dos fenómenos intrínsecamente unidos que afectan mayoritariamente a las mujeres que se encuentran en extremas situaciones de vulnerabilidad” (Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres- ONG consultiva de Naciones Unidas). No es menor el dato. Y a la hora de promover la prostitución como derecho, deberíamos pensar responsablemente en ello.
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo
