Un reciente informe de varias agencias de la ONU, nos advierten que el covid-19, las guerras y la crisis climática, deterioran la salud de los más débiles. Según los hallazgos del estudio, estas tremendas circunstancias agravan el retroceso de las perspectivas de la infancia y la adolescencia y de los derechos de la mujer. Conjuntamente se demuestra una regresión espinosa en casi todas las mediciones más importantes del bienestar infantil y en muchos indicadores clave de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Tanto es así, que desde el último informe publicado en 2020, han aumentado la inseguridad alimentaria, el hambre, el matrimonio infantil, los riegos de violencia de pareja, la depresión y la ansiedad. Estos nos indica que no podemos avanzar en esa unión, que es la que verdaderamente nos va a fortalecer, sino focalizamos y fiscalizamos nuestro esfuerzo en el ser humano como tal, considerado en su integridad y teniendo en cuenta sus necesidades vitales, en particular las de aquellas personas que son volubles y carecen del sustento básico para su supervivencia. 


EJERCITAR EL RESPETO MUTUO

Mirar de lado no es de recibo ante el cúmulo de atrocidades que nos vertimos unos a otros en la mayoría de las ocasiones. Tenemos que ejercitarnos en el respeto mutuo, también en valorar los alimentos, otorgándoles el puesto preeminente que tienen para nuestra propia existencia, interesándonos en gratitud, tanto por su producción como en disponibilidad y acceso, tomando conciencia de que todo depende de todos y que hemos de ser justos administradores. La vida no es para que la vivan uno pocos, sino para que la vivamos en comunidad, creando vínculos que nos fraternicen, sin dejar a nadie excluido, lo que nos ha de inspirar a ser clementes entre las personas y sus diversas culturas. Nos falta mucho espíritu solidario, eso es cierto. Sólo hay que ver este informe último de la ONU, donde se estima que el año pasado 25 millones de niños no lograron vacunarse o no recibieron suficientes vacunas, agravando el riesgo de contraer enfermedades mentales, y que millones de menores no consiguieron ir a la escuela, algunos pasaron el año, durante la pandemia de coronavirus. Ante esta triste realidad no podemos quedarnos indiferentes, las instituciones tienen que seguir invirtiendo en servicios esenciales, pero nosotros también tenemos un corazón que tiene que estar abierto, sobre todo con nuestros semejantes que nos hacen ver sus lágrimas.


TRABAJAR POR EL BIEN COMÚN

En un contexto tan globalizado como el actual, y además tan complejo, caracterizado por los enfrentamientos y las diversas crisis, nos toca reedificar el hogar común que es el país y el mundo entero. Lo importante es trabajar por el bien común. 


Los humanos tenemos que vivir una transformación, que conjugue el corazón con la mente, para pensar más en los desfavorecidos que en nosotros mismos. No hay mejor receta para ello, que aprender a anteponer el bien común al bien individual. Cuando cultivemos esto, veremos que se mejoran las relaciones y es cuando se crea familia. 


La ética del rostro y del rastro sembrado, es lo que nos trasciende a vivir en quietud y no en tensión, en luz y no en tinieblas. Abandonemos a don dinero, y abramos caminos de sanación, que lo significativo radica en cuidarse y en saber cuidar al que está a nuestra vera, para que nos veamos el uno en el otro y sin distanciamiento alguno.

  • Tiempos de cambio

Sin duda, el momento no es fácil, pero ningún periodo lo ha sido, a nosotros nos ha tocado una época de profundos cambios y de notorios desequilibrios de todo tipo. A mi juicio, creo que es apremiante hacer un alto en el camino, bajarse de los pedestales para oír los gritos de esa muchedumbre que malvive en condiciones indignas y nadie les acompaña, muchas veces ni para extenderles el brazo y darles un abrazo de amor que les aliente.

Víctor Corcoba Herrero
Escritor