Mientras el fútbol despide a Miguel Angel Russo, gran técnico y mejor persona para quienes lo conocieron, los argentinos que seguimos en este mundo, nos encontramos absortos con las impresentables reyertas que se aprecian en vivo y en directo, en el Congreso de la Nación. ¿Y éstos son nuestros representantes?, se pregunta el ciudadano común. Los insultos, agresiones directas, las amenazas y descalificaciones constantes, es la comidilla común a la cual nos estamos peligrosamente acostumbrando. Ni qué decir de las resoluciones que luego se toman y que más parecen orientadas a un cálculo preelectoral, que al bien común.
Esta semana, a partir del escandaloso episodio del diputado José Luis Espert, se originó una especie de rebote con la exhibición del prontuario político, y judicial, de quienes levantaron la acusación contra el legislador. A esto le sucedió, entonces, un fárrago interminable de pases de factura de una y otra parte, en un pobre contrapunto que trataba de demostrar quién es más, o menos, corrupto.
Con el antecedente que traen a la memoria, ollas que se destaparon hace años, pero que no tuvieron, a su tiempo, eco en las decisiones de la Justicia. Que expone una amplia diferencia en las velocidades que ésta le imprime a cada investigación, según de quien se trate.
¿Cómo encontrarle un hilo inicial a esta madeja? ¿Cómo hizo el diablo para meter la cola en el devenir de la política? ¿Cuándo se partió el contrato social? Es difícil encontrar ese hito, aparte de considerar, a priori, que los actores son seres humanos y que, como tales, están expuestos a la imperfección, que finalmente impacta en la ciudadanía toda.
El Congreso en la mira de los ciudadanos
Así, el Congreso parece haberse convertido en una amenaza para el partido gobernante, y en un atalaya para la oposición, desde la cual dispara munición gruesa contra aquél. Y todo es constitucional. Atento a ello. “Te jodo, pero tengo derecho a hacerlo”. Luego, en el afán de ir acercándonos al origen de todo este zafarrancho, nos detenemos en lo que prevé la Constitución Nacional, sobre la renovación parcial de las cámaras de representantes, que a mi juicio sería el nudo del problema.
Ella prescribe la renovación por mitades, cada dos años, de los diputados, y por tercios, también cada dos años, de los senadores. Ello en virtud de un noble propósito: que el partido gobernante sea controlado por la oposición, y no se le permita ejercer una especie de totalitarismo.
Pero ahí está el problema. Los idealistas que promovieron nuestra Constitución primaria, la de 1853, supusieron que habría como ángeles, impregnados de buenos propósitos, los que la aplicarían en los hechos concretos. “No contaron con mi astucia”, habrán dicho quienes las modificaron, fundamentalmente las de 1949 (que posibilitó la reelección de Perón), abortada en 1956 cuando fue desalojado el peronismo, y en 1994 (que habilitó la posibilidad de la doble reelección para Menem, pacto de Olivos de por medio), cuyo formato es el que llega hasta nuestros días.
Así, aquello que pareció razonable y tendiente al bien común, se convirtió en un arma letal en manos de los que fueron desplazados en las urnas, pero conservaron amplias cuotas de poder en las Cámaras. Y le embroman la vida al Gobierno. Así éste, que ganó con el 56%, tiene un magro 15% en Diputados y un 9% en Senadores.
Intercambio de monedas
Terminó la semana con el alivio del swap anunciado tras las gestiones de Luis Caputo en EEUU. Son 20 mil millones de dólares, que se consiguen a cambio de su equivalente en pesos argentinos. Es decir, un intercambio de monedas, que revitaliza, nuestro signo monetario, tan cascoteado y humillado últimamente en el mundo. Basta recordar los hinchas brasileños rompiendo billetes de $ 1.000 en la cancha de River, como quien rompe un papel que tiene destino de basura. Jocosamente comentaba un periodista que ahora “se ven arbolitos” ofreciendo billetes argentinos en las principales esquinas neoyorquinas. Realismo mágico.
Pero no es una concesión graciosa la del gobierno estadounidense. Hay varias razones por lo que este swap ocurre. En primer lugar, la apreciación de nuestro peso, que se sostiene por un superávit fiscal que lleva varios meses, ya no se emite y la inflación tiende a la baja. En segundo lugar, que somos un socio transcendental para la región. Y tercero, que nuestros recursos estratégicos se convierten en un atractivo para los grandes inversores, que concurren únicamente donde se le ofrecen condiciones de estabilidad y previsibilidad. Y esas condiciones las ofrece hoy la Argentina, por más que la oposición no lo quiera ver y le baje el precio al acuerdo.
Como consecuencia se frenó la subida del dólar, bajó el riesgo país, y subieron los bonos. Un aliciente que obliga a mejorar las cosas, materializar las reformas laborales, impositivas y previsionales anunciadas, continuar con la buena conducta fiscal y así aprovechar el viento a favor.
Soluciones institucionales
Dice el constitucionalista Daniel Sabsay que “en una democracia moderna, las soluciones institucionales deben responder a la mayor transparencia, equilibrio y continuidad del funcionamiento de los órganos. La aceptación de la renovación escalonada del Senado, y usar el mismo criterio en Diputados, tiende a favorecer la hegemonía de un partido en detrimento de los demás, y sobre todo desconoce el pronunciamiento de los ciudadanos”. En pocas palabras, todo lo que hemos querido decir.
Así, con la misma caradurez con que se votó en contra de la ficha limpia, se le anulan, parcialmente, las facultades de emitir DNU, al Presidente, que le permitió a los Kirchner, desde 2006, elaborar 270 Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), los cuales ninguno fue rechazado.
Atención, estoy de acuerdo con limitar esas facultades para evitar el hiperpresidencialismo, pero el contrasentido viene del propio Congreso, que le mantuvo esas facultades al gobernante saliente, y ahora, para un signo contrario, le parecen exageradas. La consigna “para nosotros todo, al enemigo ni Justicia”, sigue vigente.
Pero el oficialismo también comete deslices, como lo de Espert, que ha derivado en que su cara, aún no siendo candidato, aparezca en la lista junto a la de Karen Reichard. El colectivo feminista, con marca registrada en el kirchnerismo, lejos de aplaudir la postulación de una mujer, Reichard, la ha rebajado a la condición de ser un simple objeto de deseo. Pues sería por la “cola”, según los dichos de Julia Mengolini, y no por otra cosa, por la cual es candidata. Más misógeno (aversión a las mujeres) imposible. Le reprochan, además, su condición de vedette, olvidando que Evita era actriz e Isabelita bailarina, lo cual no fue considerado un demérito. Al contrario.
Orlando Navarro- Peiodista
