Concierto para Violín Nº1. La dinámica pieza clásica abrió la gala anoche y desató los aplausos del público.

Tres años pasaron desde la última vez del Ballet del Teatro Colón en San Juan. Y este regreso se materializó con nuevos aires, que a juzgar por lo visto anoche, le han sentado muy bien a la compañía dirigida desde 2017 por Paloma Herrera. Con total solvencia y versatilidad, la afilada troupe interpretó un programa desafiante, por la exigencia física y técnica y por la marcada variedad de propuestas, que desde temprano se robó los aplausos.


Herrera eligió perlitas de tres súper coreógrafos, muy diferentes. Obras para las cuales llegaron del extranjero reconocidos repositores que, junto a la directora y al ballet, trabajaron en cada detalle. El esfuerzo dio amplios frutos.

Por vos muero. Una obra de tintes contemporáneos y música antigua, totalmente diferente, sedujo a la platea.

La gala abrió con el Concierto para Violín Nº1, coreografía que fue hecha especialmente para el American Ballet, a mediados de los '80. Una oda a la danza clásica. Grandes saltos, baterías, giros... allegros y adagios... todo lo que un balletómano desea ver, ahí estaba, impecablemente encadenado, maravillosamente ejecutado. Un fluir magistral de "pasos de dos" dominando la escena despojada, sin quitar lucimiento a solos y corales. Apenas culminó el último movimiento, estallaron el aplauso contenido y los "¡bravo!", marcando el espíritu de la noche. 


Entonces surcó la intimidad del escenario otro lenguaje, otro ADN completamente diferente, igualmente cautivador: "Por vos muero", creada en los '90 por el español Nacho Duato, uno de los coreógrafos más importantes de la escena contemporánea. Un cuadro nude abrió esta bellísima pieza que bucea en sonidos españoles de antaño, precedido cada uno por reflexivos textos de Garcilaso de la Vega, en voz de Miguel Bosé. Con diferentes dinámicas y emociones, sobre una sólida base clásica se apoya un elaborado juego de yuxtaposiciones, pies quebrados, brazos con vida propia y cuellos vivos; con palmas y máscaras invitadas. Una pieza atrapante, y lograda, que no permite apartar la vista de los bailarines.


El final no fue menos. Al cierre de esta edición, Tema y Variaciones, de Balanchine, continuaba deleitando a un público que colmó la sala del Teatro del Bicentenario, y que seguramente se fue con el alma llena. 


Fotos: Marcos Urisa