Oscurecía este miércoles en La Monumental, la antigua plaza de toros de Barcelona, cuando una lluvia de serpentinas blancas arrojadas por cientos de independentistas catalanes cruzó el cielo como estrellas fugaces.

Eran cometas del papel higiénico que zigzagueaban sobre las cabezas de los manifestantes que, por tercer día consecutivo, protestaban contra las penas de entre 9 y 13 años de prisión que el Tribunal Supremo impuso a los líderes que en 2017 organizaron una consulta popular ilegal para declarar la independencia de Cataluña.

¿Por qué trajeron toneladas de papel higiénico? “Porque la situación es una mierda”, aclaró Rose, una catalana de 30 años mientras revoleaba rollos al aire.

Pacífica y moderada, esta convocatoria en Gran Vía y Calle de la Marina, justo en la esquina de la plaza de toros mudéjar y bizantina que fue inaugurada en 1914, fue de los Comité en Defensa de la República, los CDR que en los días previos a la sentencia del Tribunal Supremo ya se habían hecho fama de filo-terroristas luego de que algunos de sus integrantes fueran detenidos con explosivos.

“¡Qué se vayan! Traé papel higiénico: tenemos mucha mierda para limpiar” fue la consigna de la convocatoria que circuló por las redes sociales.

La intención de la manifestación a la que este miércoles invitaron los CDR fue, además de protestar contra las sentencias del procés, presionar para pedir la renuncia del conseller de Interior, Miguel Buch, quien pidió “aislar a los grupos violentos de las manifestaciones”.

Los CDR increpan al gobierno de la Generalitat y a los partidos independentistas para que den “un paso adelante de manera urgente para romper con el Estado español, desobedeciendo la sentencia del Tribunal Supremo y haciendo un frente común para avanzar hacia la República”.

Mientras la concentración de La Monumental se desarrollaba con calma, bares de los alrededores abiertos y clima familiar, en la puerta de la Conserjería del Interior, un nuevo brote de violencia descalificaba el carácter pacífico del movimiento independentista con el que insiste el presidente catalán Quim Torra.

Los manifestantes radicales, muchos de los cuales se cubren la cara con bufandas, tiraban las vallas frente al ministerio del Interior, en repudio a las declaraciones del conseller Buch.

En La Monumental, un helicóptero de la Policía sobrevolaba, tal vez con algo de provocación, la concentración. Los asistentes, de amplia franja etaria, respondían con silbidos y gestos obscenos al cielo.

“Las calles serán siempre nuestras”, fue el grito de batalla de la velada en La Monumental que, para Gerard, un bebé de cinco meses, fue todo un bautismo en la militancia por la república propia. “Hemos votado en el referéndum del 1 de octubre de 2017, yo fui fiscal de mesa en uno de los colegios y venimos porque queremos libertad para los condenados”, dijo Angeles, de 32 años y mamá de Gerard.

Ella y su esposo, Marc, de 31, vinieron a la manifestación con el bebé porque siguen creyendo que el movimiento independentista es pacífico. “Venimos, participamos y nos vamos a casa. No nos quedamos hasta el final que es cuando unos pocos desencadenan la violencia”, agregó Marc.

Desde una de las cinco marchas por la libertad que partieron ayer desde distintos puntos de Cataluña y que el viernes se reunirán aquí, en Barcelona, Quim Torra habló como si el martes el Paseo de Gracia no se hubiera convertido en un infierno: “En estos momentos se están expresando de manera cívica, pacifica, democrática, como siempre. Es el rechazo a unas sentencias y tenemos que seguir adelante en el ejercicio de la autodeterminación. Tornerem a fer (‘Lo volveremos a hacer’, en catalán)”, dijo Torra.

En medio de la caravana que marchaba con banderas catalanas y bolsas de dormir al hombro, fingió no escuchar, para no responder, la pregunta con la que una periodista le insistía: “President, ¿condena los actos de violencia del martes por la noche?”