Luego de conocer la confirmación del descenso en la tarde del sábado, Peñarol fue a Mendoza con el objetivo de sumar pero no lo logró y sumó una nueva derrota. Jugó muy mal, con el ánimo por el suelo y perdió por 4-1 frente a San Martín.

Ramón Lentini en tres oportunidades y Lautaro Arregui anotaron los goles del Chacarero, mientras que Federico Ortíz había anotado el empate parcial en la primera mitad.

Con dos fechas por jugar, ante Huracán Las Heras como local y frente a Atenas como visitante, al Bohemio solo le quedará dejar una mejor imagen en la despedida y para ello deberá dejar atrás el duro revés.

Lo de Peñarol fue una agonía que empezó el 12 de marzo pasado en la cancha a manos de Ferro de Pico y que se derrumbó este sábado cuando el conjunto pampeano ganó 2-0 en el anticipo de la fecha 34 a Estudiantes de San Luis. Así, los números terminaron de condenar a Peñarol que ya quedó a 11 de Ferro con apenas 9 por jugar.

Y claro, en el repaso todo lleva a una sola conclusión. En pretemporada, dos comisiones. Una en los papeles, otra en los hechos. Dos cuerpos técnicos (Cristian Bove y Salvador Mónaco), dos planteles paralelos y ese desconcierto que se zanjó directamente en las 48 horas previas al debut del 12 de marzo cuando AFA avaló a Oscar Cuevas como presidente bohemio. Desde ahí, un salto al vacío. El ciclo de Bove, con el plantel que armó el mismo entrenador que lo ascendió en 2019, nunca pudo encontrar el paso. Llegó ese expermiento de traer a un técnico sin paso por el Federal como Fernando Montenegro y tampoco hubo reacción.

Peñarol siguió hundido, frágil. La última fue Ricardo González para buscar alguna salvación final pero todo parecía tarde. Y efectivamente, era tarde. El plantel quedó en el medio de todo ese desconcierto dirigencial. Unos se quedaron y la sufrieron. Dentro y fuera de la cancha porque quedaron en el fuego cruzado de esa escandalosa gestión dirigencial que tenía a Cuevas por un lado y a sus pares de comisión, por el otro, con denuncias. Todo fue alimentando la agonía. La sentencia estaba lista, sólo faltaba ejecutarla. Así, con tanto desconcierto, con tanta anarquía reinando, el final era un solo. Y hoy, duele.