Uruguay fue campeón sin que le sobre nada pero con absoluta justicia. En la final, ganó de punta a punta. Haciendo valer una lógica que en el fútbol nunca es tanta. Paraguay hizo lo que pudo y se fue subcampeón sin haber ganado un partido.
Dicen que paradójicamente en el fútbol es el único deporte en el que el inferior puede tener una chance de ganar sobre alguien superior pero en la definición de la Copa América 2011, la lógica fue lógica y la dinámica de lo impensado quedó en eso. Nada más. Es que Uruguay, en una carrera ascendente desde aquel 4 de julio en el que empató en San Juan contra Perú, terminó coronando con absoluta justicia su trabajo colectivo, apoyado en individualidades que rindieron en alto nivel. Superando sin cuestionamientos a un Paraguay al que las manos de Villar no le alcanzaron para emparejar un trámite al que nunca se pudo acomodar.
1 Todo celeste
Como para dejar clarito que el traje de favorito le quedaba a medida, Uruguay metió los 10 primeros minutos a lo campeón. Acorraló a Paraguay, lo presionó, le generó ocasiones y le impuso sus condiciones. Jugó el partido como quería jugarlo y ahí empezó a ganarlo. Le costó poco sacar la ventaja y sabiendo que el poderío celeste es defender esa ventaja, ahí se terminó la final. Porque Paraguay fue voluntad en lo que quedó de la primera parte, con poco talento y sin luces para encontrar el camino a Muslera. Y cuando Uruguay pisó el acelerador, liquidó el resto con el primer gol de Forlán. Ya no había nada que esperar. Todo era Celeste.
2 Corazón guaraní
Paraguay, que terminó sin cantar victoria en la final, desnudó todas sus limitaciones. Hubo más entrega, más presión pero sin consistencia y ahí, el conjunto guaraní empezó a resignarse. No había con qué y menos cómo, porque Uruguay tenía todo bajo control. Casi como que los segundos 45 minutos de juego estuvieron de más. Porque Paraguay fue el Paraguay que pasó por Argentina sin poder ganar ningún partido y Uruguay se aferró a su receta para ser el Uruguay que no brilló pero siempre supo a qué jugar.
3 Con futuro
La generación Celeste de esta conquista americana está marcando un paso en el continente. Fue el mejor del Mundial, ahora reina en América y nunca traiciona un estilo para jugar. Sin brillo pero sin guardarse nada. Sin estrellas pero indestructible en conjunto. Las banderas de Uruguay volvieron a flamear bien a la uruguaya: dejando todo y sin que le sobre nada. Es justicia.
