Seguro que sos consciente de que tus hijos deben seguir una dieta balanceada y completa para asegurar que cuentan con los nutrientes necesarios para su correcto desarrollo. Pero lo que comen es igual de importante que cómo lo hacen.

En ese sentido, compartir comidas con los chicos y desayunar, almorzar o cenar todos en familia es crucial. No es fácil a veces cuadrar horarios pero sin dudas puede ser muy beneficioso para todo el núcleo familiar.

Mantener horarios regulares ordena los hábitos alimentarios y reduce las chances que se tengan ganas de picar entre horas. Por otro lado, generarles patrones de alimentación y actitudes hacia la comida saludables desde pequeños puede evitar que tus hijos desarrollen trastornos alimenticios.

Asimismo, la comida familiar es una buena ocasión para enseñarles a tus hijos con el ejemplo. Si ellos ven que hay alguna comida que vos apartás del plato o que no te cuidás ellos te imitarán, por lo que evitarás hacerlo y de ese modo ambos se benefician. Tenés que tener en cuenta que los conocimientos que adquieren desde chicos los acompañan después toda la vida y en algunos casos es difícil modificarlos.

En esa línea, evitá referirte a ciertos alimentos de manera despectiva para que tampoco tengan una mala imagen de ellos o que les generen rechazo, así los cuidás a largo plazo.

Además, compartir un espacio todos los miembros de la familia para conversar sobre cómo les fue en el día les permite a todos comer más lento favoreciendo el control de las cantidades que se consumen.

La conversación tiene otro efecto positivo que es el de incentivar a la comunicación para que los chicos se acostumbren a compartir con ustedes cómo les fue el día o cuáles son las actividades que tienen programadas para hoy en la escuela. Que eso se convierta en un hábito hará que se sientan cómodos a la hora de explicarles cualquier cosa, algo muy útil cuando tienen problemas o se enfrentan a decisiones complicadas.