El miedo, la incertidumbre y la ansiedad, entre otros males, se convirtieron en la parte “normal” de esta “nueva normalidad”. Varias universidades nacionales de todo el país pusieron en marcha desde el comienzo de la pandemia una serie de iniciativas que representan herramientas útiles para mitigar los efectos psicológicos de este desastre global.

Mediante plataformas virtuales y telefónicas, profesionales de todo el país ponen su conocimiento al servicio de una comunidad que atraviesa una larga tensión y cuyo final aún se desconoce. Para tener una dimensión del padecimiento, el Observatorio de Psicología Social de la Facultad de Psicología Universidad de Buenos Aires (UBA) reveló en una investigación reciente que más del 60 por ciento de los encuestados calificaron el estado de su salud mental entre “regular” y “pésimo”. Además, en su último estudio al respecto, la institución expuso que el 94 por ciento de quienes contrajeron el virus experimenta malestar psicológico. De ese universo, una de cada tres personas realiza terapia, mientras el 67 por ciento de quienes no reciben ningún tipo de atención en salud mental considera que debería hacerlo. Asimismo, el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos aseguró que durante 2020 se vendieron “30 millones de unidades más de psicofármacos” que antes de la pandemia.

Un horizonte más allá del trauma

Así como el virus está modificando hábitos en cada ámbito de la actividad humana, los especialistas consultados por este suplemento ven en el trauma ocasionado por la pandemia un punto de quiebre para quienes, a partir de las consecuencias psicológicas de este momento de la historia, comiencen a tener en cuenta el cuidado de su salud mental.

Para la directora de Salud Estudiantil de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), Fernanda Navarro, “hay mucho de aprendizaje en este momento, porque en lo cotidiano se suele dejar de lado a la salud mental como algo exclusivamente vinculado a las emociones y no a la salud física”. “Percibimos a la salud física como más real, pero la pandemia nos mostró en qué medida somos seres sociales que hasta con las necesidades básicas cubiertas necesitamos de los otros”, enfatizó.

Para Navarro, la crisis actual señala la importancia de que las instituciones trabajen articuladas “para detectar las necesidades de su comunidad y acercar los servicios que se necesiten”. “En UNCUYO se contemplan los aspectos de salud integral de la comunidad toda –estudiantes, docentes, personal nodocente y autoridades– con dispositivos y actividades previstas para este fin. Por ejemplo, en el caso de los estudiantes de grado, existe una vinculación directa entre los SAPOE (Servicio de Apoyo Pedagógico y Orientación al Estudiante) y el área de Salud Mental de la Dirección de Salud Estudiantil”, ejemplificó.

En concordancia con esta necesidad de acceso a servicios, la vicerrectora de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM) y licenciada en Trabajo Social, Elizabeth Thelier, subrayó: “Tenemos una ley (de Salud Mental) con 10 años desde su sanción; sin embargo, la traducción hacia beneficios aún mantiene materias pendientes. Aunque hubo grandes avances en los últimos dos años, esta transformación y adecuación es aún incompleta, requiere un gran trabajo de articulación dentro del sistema de salud, algo a ser profundizado en la comunidad y en los espacios de formación académica”.

En tanto, la decana de la Facultad de Psicología de la UNT, Rosa Castaldo, resumió en un concepto la dimensión que abre el trauma del COVID: “autocuidado”. “Creo que como sociedad, podemos profundizar la idea de que la salud y el bienestar están integrados por muchos aspectos, entre ellos la salud mental. El autocuidado, entonces, puede aparecer como prioridad a la hora de definir prioridades”, explicó Castaldo.

“Toda crisis pone en juego la pregunta acerca del propósito vital, del orden de prioridades que rige nuestras vidas. Creo que todos podemos reconocer la necesidad del otro, de los vínculos de acompañamiento y de la ayuda que precisamos, porque todos somos vulnerables. Si hay un camino que se nos está enseñando ahora, es el de la solidaridad.”

A modo de síntesis para englobar tanto la estructuración del marco legal como las nociones de autocuidado, desde la Secretaría de Investigación de Psicología de la UBA, Etchevers concluyó: “Precisamos acercar la salud mental a los lugares más necesitados. Apoyar y atender a las personas que no tenga los recursos suficientes. La salud mental en nuestro país cuenta con una historia de más de un siglo. Contamos con profesionales psicólogos, psiquiatras, terapistas ocupaciones y musicoterapeutas que trabajan de manera interdisciplinaria. Lo que es necesario hoy es una perspectiva comunitaria y cooperativa desde donde generar soluciones”.

(Fuente: Página 12)