Se va Qatar Airways de la camiseta de Boca, mientras que antes estuvo BBVA, Fate y también Quilmes. La renovación del sponsor principal en la camiseta del Xeneize trascendió los escritorios del club porque se debate en los medios y hasta en las redes sociales, nostalgia incluida. Pero lo que hoy cotiza en millones de dólares y es común en el fútbol, como la publicidad en la indumentaria, tuvo una gran primera vez. Y justamente, el primer patrocinante que se lució en la franja amarilla de la "azul y oro" fue una bodega sanjuanina que promocionó uno de sus vinos: "Maravilla". Se van a cumplir 40 años de aquella jugada maestra de la empresa Gualino y Escolar, que le ganó por entonces la pulseada a Hitachi e hizo historia en Boca y en el fútbol argentino.

Fue la primera vez que el club argentino, en 1983, mostraba una inscripción en la casaca con un aporte económico suficiente como para pagar los sueldos del plantel profesional. Es más, el acontecimiento causó una verdadera revolución, marcando una tendencia que se consolidó hasta la actualidad.

Los vinos Maravilla eran producidos por Gualino y Escolar, que funcionaba en el barrio del Carmen, Desamparados, y cuya empresa además era conocida por su aserradero. La bodega fue creciendo desde 1935 (ver aparte) y ocupaba un inmenso predio hacia 1983. Precisamente, el golpe publicitario maestro lo dio el 26 de febrero de aquel año, cuando Boca salió a jugar con la publicidad de Maravilla en su camiseta. Fue para enfrentar a River en un torneo de verano, que de pasó ganó. Y luego, el 13 de marzo, se produjo el debut oficial en la Bombonera y ante Gimnasia de Mendoza, por el torneo de Primera División.

Según publicaciones deportivas de la época, la dirigencia de Boca reveló que la bodega había superado el ofrecimiento de Hitachi para imponer el nombre de su vino en la camiseta; y que con lo que había pagado cancelaron el 90% de los sueldos de los jugadores hasta fin de año.

La Maravilla xeneize. El 26 de febrero de 1983, Boca salió a jugar ante River
con el sponsoreo de Vinos Maravilla en la camiseta.

En tanto, a la camiseta de los vinos Maravilla la lucieron Hugo Orlando Gatti; Ricardo Gareca; Juan José López; un conocido de los sanjuaninos como Pablo Comelles; y Oscar Ruggieri, campeón del mundo en 1986, entre otros.

La bodega sanjuanina se cansó de vender su Maravilla, pero vinieron cambios con el paso del tiempo y las crisis. Tras pasar por diferentes dueños, los últimos bodegueros propietarios fueron los hermanos Miguel y Eduardo Garcés, quienes en 2017 vendieron el inmueble e hicieron lo mismo con parte de la marca Maravilla. "Nos la compró la bodega Arenas, pero sólo para productos como vinos y vermouth. Es que la marca Maravilla le corresponde también a otros productos, que aún conservamos. Haber sido propietarios de una bodega que fue parte de algo tan importante para los argentinos como el fútbol y Boca es absolutamente reconfortante. Y además considero que aquel sponsoreo fue un logro de la vitivinicultura sanjuanina", destacó Miguel.

Etiquetas. Los Garcés también rescataron etiquetas originales de los diferentes
vinos de la bodega de calle Paula Albarracín. Historia viva.

Su hijo Marcelo se encargó de rescatar todo lo que pudo de la marca Maravilla, antes de la venta del inmueble, y lo conserva en Langlois, la bodega familiar que tienen en Pocito. "Mantenemos etiquetas tanto de botellas como de damajuanas, además de vinos Maravilla blancos y tintos envasados que están perfectamente conservados. También hicimos lo mismo con los vinos Cosechero, Barbera de Asti o Plaza Vieja, que pertenecieron a la recordada bodega. Fue con el objetivo de mantener viva la historia", apuntó.

Una historia gigante

Fue en 1935 que los empresarios Carlos Gualino y Mauricio Escolar se unieron para dar nacimiento a la bodega, en un gran predio de Capital. Para la década del "50, el establecimiento ya era un gigante de la industria y brillaba con luz propia. Paralelamente, contaba con un aserradero, que era uno de los más importantes del país. Allí procesaban maderas de la región y en la década de 1950, en pleno auge de la vitivinicultura, proveía de trabas, media trabas y postes a los nuevos parrales. El aserrado funcionó aproximadamente hasta promediar los "60.

En 1971, cuando murió Carlos Gualino padre, Carlos hijo siguió dos años más en el directorio. Luego, junto a sus hermanas Ana de Estornell y Lidia de Castro, decidieron vender su parte a la familia Escolar.

Con el pasar de los años, la familia Escolar le vendió el establecimiento a Plaza Vieja, que luego sufrió una debacle. Entonces, apareció la firma Maravilla, de capitales cordobeses y sanjuaninos, que compró el juicio de Plaza Vieja y, aunque intentaron reflotarla, la crisis del 2000 la terminó arrastrando y se fue a la quiebra. En 2004, los viñateros sanjuaninos Miguel y Eduardo Garcés adquirieron el establecimiento en un remate. Allí fraccionaron vinos durante algunos años, hasta que en 2017 vendieron el inmueble a una UTE de empresarios locales que iniciaron un emprendimiento inmobiliario. De hecho, ya va quedando poco de la vieja bodega.