Por Los Andes

El celular vivió su época de oro en la transición entre el siglo XX y el XXI hasta que en 2007 todo cambió. Apple no inventó el smartphone pero la llegada del iPhone cambió la industria para siempre y los pequeños teléfonos móviles con teclas físicas y pantallas de baja resolución comenzaron a desaparecer. En la superficie parecía un cambio tecnológico pero en realidad estábamos ante el nacimiento de un fenómeno cultural: la hiperconexión a internet y la vida en redes sociales, todo en un dispositivo de bolsillo.

A pesar de las grandes ventajas de contar con una “caja de herramientas digital”, como lo es un smartphone, muchas personas viven agobiadas por la cultura de las redes sociales y la comunicación impersonal a través de las apps. Por eso no sorprende realmente que haya quienes busquen una forma de desconexión para vivir sin ansiedad.

Así, nace ahora el concepto de “tonto”. Es decir, hay un teléfono tonto -conocido como dumbphone- porque también hay uno inteligente al que conocemos como smartphone. Los dumbphones en realidad no son tontos pero su denominación sirve para distinguirlos de los teléfonos actuales. Son los viejos celulares que servían para enviar sms y también algo que hoy casi suena extraño: hacer llamadas telefónicas.

Los celulares tontos no cuentan con conexión a internet, no poseen redes sociales y su batería dura semanas. Sus funciones están reducidas a unos pocos servicios y su tamaño suele ser pequeño.

La principal razón por la que muchos abandonan el smartphone y pasan al dumbphone es para vivir menos tiempo conectado.

¿No podrían simplemente usar menos tiempo su teléfono inteligente y listo? Para muchos no es posible. Los viejos celulares no tienen correo electrónico, ni YouTube. Pueden sacar fotos pero no tienen apps para compartirlas y pueden enviar mensajes pero ningún sticker, GIF o audio. Solo mantienen funciones básicas como una agenda de contactos, linterna, calculadora y hasta radio pero poco más.

Estas limitaciones hacen que muchos sientan que los ayuda a enfocarse en sus trabajos mientras están frente a una computadora en sus horas laborales y que nada los distraiga en sus momentos de ocio.

A este fenómeno se lo conoce como bienestar digital y suma adeptos a diario.

Evitar el agobio de la hiperconexión es el objetivo, ya sea propio o ajeno. Porque elegir un teléfono básico también es la opción que toman muchos padres para que sus hijos estén comunicados pero limitados. Buscan que los chicos no pierdan tiempo e intimidad en internet, aunque varios expertos señalan que además se les debe enseñar el uso responsable para cuando den el salto al smartphone.

La opción del ahorro económico también entra en la ecuación para muchos usuarios. Un celular tonto es más barato que un smartphone, dura más y además gasta menos.

La seguridad es otro factor determinante. Muchos adquieren un teléfono básico para salir a boliches, recitales o eventos públicos donde el robo o pérdida no representa un gran problema.

Aunque las razones para pasar de un teléfono inteligente a uno tonto tienen bastante lógica, también hay mucho de moda nostálgica.

Así como muchos volvieron a usar relojes calculadora y auriculares con cable para salir a la calle, otros tantos pasaron al “celular tonto” como objeto vintage. El giro irónico de esta tendencia es que la exhibición de estos productos depende exclusivamente de las apps más adictivas de los smartphones: Instagram y TikTok. En esas redes sociales es furor mostrar la posesión de objetos retro como viejas consolas de videojuegos o discos de vinilo.

También en las redes surge cada tanto el trend de mostrar el primer celular que se tuvo en la vida y allí hay un denominador común: los viejos teléfonos Nokia.

Doku señala que el relanzamiento del teléfono Nokia 3310 en 2017, un celular que fue un éxito en el 2000, es lo que alentó al resurgimiento.

Nokia, la empresa finlandesa que reinó entre 1998 y 2010, cayó casi en el olvido con el auge de los smartphones. Y aunque actualmente vende teléfonos inteligentes con sistema operativo Android, no ha dejado totalmente de lado sus famosos modelos de “celulares tontos”.

En 2017 lanzó una nueva versión del Nokia 3310. Lo dotó de una mejor pantalla y moderno diseño pero con las limitaciones típicas de un dumbphone. Eso sí, el famoso juego de la viborita -o Snake- seguía vivo y mejor que nunca.

Ese modelo no se vende en nuestro país, Nokia ofrece otro teléfono básico a buen precio. El Nokia 106 se vende a través de Mercado Libre por alrededor de 7.000 pesos. Tiene un diseño compacto, una pantalla color y almacenamiento de 400mb. Y aunque su batería es de solo 800 mAh -contra los 5000 mAh de un smartphone- puede durar semanas por el bajo consumo del equipo.

Aunque Nokia vuelve a liderar el movimiento de teléfonos básicos no es la única. La compañía Light Phone impulsa un modelo híbrido entre lo tonto y lo inteligente. Sus equipos son minimalistas y cuentan con pantalla de tinta electrónica. Pueden reproducir música y tienen bluetooth pero no cuentan con redes sociales ni navegador web. “Los consumidores se están dando cuenta de que algo anda mal y queremos ofrecer una alternativa”, dicen desde la compañía.

Sus ventas reflejan la tendencia: sus compradores tienen entre 25 y 35 años. En 2021 tuvieron su mejor año con ventas que crecieron 150% respecto de 2020. Su precio es de 99 dólares, lo que los hace muy asequibles.

También en internet se pueden conseguir otros modelos además de Nokia y Light Phone. El Cat B30 o el Alcatel 1066D son dispositivos simples y con funciones básicas además de bajo precio, durabilidad de batería.