Una disputa entre celebrities encendió la mecha del furor por las hebillas que hay en la actualidad. Se remonta al año pasado, y se dio entre Stefano Gabbana y Selena Gomez. El director creativo de Dolce & Gabbana comentó una foto de la cuenta de Instagram The Catwalk Italia en junio, en la que aparecía la cantante con diferentes looks. El diseñador lanzó la polémica con una afirmación sencilla y directa: "Es muy fea", escribió refiriéndose a la actriz.

La artista no se pronunció entonces, pero cuando en septiembre de ese año apareció públicamente con un pasador en el que se leía ugly (fea, en inglés), medios y fans lo interpretaron como su respuesta irónica al creador. Y lo hacía usando un arma con gran carga simbólica: el objeto con el que los fundadores de la firma milanesa saturan los peinados de sus modelos sobre la pasarela. El estilista Eduardo Sánchez, con salón propio en Madrid, explica el impacto: "Los mensajes subliminales están a la orden del día, y si se proporciona una nueva herramienta de moda para dejar claro lo que se piensa de un vistazo, va a utilizarse".

Los desfiles de esta temporada de Jean Paul Gaultier, Grimaldi o Lela Rose, entre otras firmas, confirman la tendencia. "Aunque parezca ajena al cabello, la pasarela también marca lo que se lleva en la cabeza", afirma Sánchez. La moda no se limita a los pasadores con palabras. Desde las más sencillas a las más llamativas –con diseños como lazos, con materiales preciosos, perlas o strass–, las hebillas inundan las redes sociales y las calles. Famosas como Keira Knightley o Lucy Boynton las lucen sobre la alfombra roja, y lo mismo hacen las asistentes a las semanas de la moda. Que las vendan desde las tiendas más accesibles, como H&M y Bershka, hasta casas de lujo como Chanel, dan cuenta de su triunfo fulgurante.

El estilista Xavi García, director del Salón 44 en Madrid, dice que este complemento ayuda a conseguir un efecto de dejadez impostada. "Se colocan caídas estratégicamente". Que funcionen en cualquier longitud de melena y tono ha ayudado a su aceptación. "A diferencia de otros adornos para el pelo, las hebillas se pueden utilizar tanto en cabelleras largas como en cortas. De hecho, a mí me encanta el resultado que dan en cortes pixie o medios", afirma García. Sin embargo, sobre el color, Sánchez dice que los pasadores no son para todas las cabezas: "Encajan en cabellos uniformes, sin exceso de mechas y contrastes; en estos se pierden a la vista". El efecto que generan, coinciden, es de coquetería y candidez.

Pese a la fiebre que se vive ahora, las horquillas han tenido una aceptación irregular. Ha sido una pieza constante en el joyero de la realeza a lo largo de la historia. Isabel II de Inglaterra optó por sujetar su cabellera con una de brillantes durante su visita a España en 1988; Rania de Jordania afianzó su peinado con pasadores dorados con motivos florales en uno de los estilismos de su boda en el 93; Farah Diba, emperatriz de Irán, adornó su melena con un clip sencillo de color negro durante una cena de Estado en 1970. En los años sesenta vivieron otro momento de esplendor entre el gran público: «Se podían ver en todos los eventos y fiestas», recuerda García. Después, acabaron olvidadas en las coquetas. «Se abusó, se masificaron y la tendencia necesitó un respiro; ya ha pasado el tiempo necesario para recuperarlas».

¿Cuál es el desafío ahora? Para el estilista, no relegarlas a la noche como en el pasado. "Resulta interesante atreverse a usarlas en momentos inesperados, como en citas afterwork o incluso en la oficina". ¿Se trata de una moda efímera? García no lo cree. El interés por lo vintage ha abierto, hasta la fecha, un mercado estable a objetos como los vinilos, los tocadiscos o los muebles clásicos. Las horquillas parecen seguir el mismo camino. "La nostalgia lleva a buscar la hebilla de la abuela", coincide el estilista. Que sigan presentes en pasarelas y celebraciones corrobora que durante los próximos meses el pelo se mantendrá cogido con pinzas.

Fuente: El País España / TN