Se dice que en esta casa vivía una mujer viuda llamada Antonia que no tenía hijos ni compañía alguna y que, para no quedarse sola, decidió recoger a niños pobres y darles techo y comida.
Pero los niños eran muy rebeldes y un día quisieron robarle una gran suma de dinero. La señora se despertó por los ruidos y encontró a los niños en pleno acto. Ellos, por temor al castigo, comenzaron a golpearla hasta la muerte y huyeron.
La leyenda cuenta que su espíritu permanece allí, protegiendo la casa con ruidos y gritos ante cualquiera que se atreva a entrar.