Funeral masivo. El día 9 de enero de 1919 miles de trabajadores acompañan a su morada final a los compañeros muertos el día 7. Durante la marcha hubo disparos y violencia en las calles y en el ingreso al cementerio de La Chacarita.

Una huelga de los trabajadores de los talleres Vasena originaba hace 100 años una cruenta represión en las calles de Buenos Aires por parte de las fuerzas del orden y elementos paraestatales, que actuaron con un ostensible sesgo antisemita, en un hecho que se conoció como la Semana Trágica.

Vasena era un industrial próspero, propietario de una empresa pujante que empleaba a 2.500 personas y que tenía sus instalaciones en Cochabamba y La Rioja, donde actualmente se encuentra la Plaza Martín Fierro.

A principios de diciembre de 1918, los trabajadores de la firma se declaran en huelga en reclamo de una jornada de ocho horas, suba de salarios y pago de horas extras por trabajo dominical. Aunque el gobierno del radical Hipólito Yrigoyen se mostró receptivo ante los reclamos, el conflicto en los talleres se prolongó como consecuencia de una intransigente postura patronal, que contrató rompehuelgas con el objetivo de mantener el funcionamiento de la empresa.

Los huelguistas organizaron boicots y piquetes para impedir que los materiales ingresaran al establecimiento, y el 24 de diciembre, se produjeron en la puerta de los talleres serios incidentes con el personal armado que estaba al servicio de Vasena.

El conflicto escaló a una nueva fase y la dirección de la empresa decidió despedir a todos los huelguistas, que mantuvieron grupos organizados en las inmediaciones de una fábrica cercana.

El 7 de enero -la jornada que marcó el inicio de la Semana Trágica- se produjo en las cercanías de las instalaciones de la metalúrgica un intenso tiroteo, cuyo origen no pudo determinarse, y tras el cual cinco obreros terminaron muertos y otros 20 heridos.

Presionado por el Gobierno, Vasena se reunió con representantes de los trabajadores y ofreció una jornada de 9 horas y un aumento salarial del 12 por ciento, pero cuando debió rubricar el acuerdo en el Departamento de Policía optó por no presentarse, con el argumento de que muchos de los huelguistas no pertenecían al personal que tenía contratado.

Frente ante la postura de la empresa, la Sociedad de Resistencia de Metalúrgicos Unidos, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) -de orientación anarquista- se lanzaron a una huelga general el 9 de enero. Ese día, una multitud acompañó el cortejo fúnebre de los trabajadores muertos en la represión del día 7 por las calles de una Buenos Aires paralizada, enarbolando banderas rojas y negras y entonando consignas libertarias. A medida que las columnas avanzaban, se repetían incidentes y altercados con disparos de armas de fuego y corridas hasta que los manifestantes llegaron al cementerio de La Chacarita, donde se sucedieron escenas de extrema violencia.

El 11 de enero, el gobierno alcanzó un acuerdo con parte de la FORA tras ofrecer la libertad de los presos (unos 2.000); aumentos salariales por categorías y reducciones de las jornadas laborales. Otro sector (la FORA V Congreso) siguió con la protesta hasta el 14, cuando deciden levantar la huelga.

Según historiadores del movimiento obrero, la Semana Trágica dejó un saldo de entre 800 y 1.500 muertos, 5.000 heridos, decenas de miles de prontuarios y ausencia absoluta de sanciones para las fuerzas de seguridad.

El epicentro del conflicto. En frente de los talleres Vasena se concentraba el principal foco de resistencia de los huelguistas.

Las víctimas olvidadas

El avance de la Revolución Bolchevique en Rusia y la propagación de sus ideas entre las masas obreras del mundo hizo que los hechos de la Semana Trágica fueran interpretados por sectores conservadores como parte un complot dirigido por anarquistas, socialistas, comunistas y judíos en general, que emigraron a la Argentina desde el Este de Europa, donde habían sufrido siglos de persecución.

Es por eso que en aquellos años, ser judío era sinónimo de ser ruso, y se trataba de una caracterización muy arraigada en la sociedad de principios del siglo XX.

La huelga de los talleres Vasena despertó el temor de los sectores sociales de Argentina que pensaban que aquella marea revolucionaria debía ser cortada de raíz, y grupos de jóvenes ligados a las familias patricias que se reunían en el Centro Naval consideraron que había que actuar de inmediato para frenar otro Petrogrado. El grupo atacó bibliotecas de sindicatos anarquistas y socialistas, imprentas, periódicos e incluso asaltaron la sede de FORA en el barrio de Once, donde tomaron como blancos otras instituciones de la colectividad judía.