El más esperado. La bendición de una visita de Francisco a la Argentina no llegará en 2018 y quizá tampoco en 2019, ya que será un año electoral de fuerte impacto político para el país. 


Los católicos de a pie no entienden de protocolos, tampoco aceptan especulaciones políticas arbitrarias, simplemente se manifiestan decepcionados de que el papa Francisco programe visitar por cuarta vez América del Sur desde el inicio de su pontificado en 2013, sin pasar por su tierra natal. Los argentinos que, sin ser católicos, se alegraron por la elección de Jorge Bergoglio o aplaudieron su decisión de optar por los pobres e impulsar a la Iglesia hacia las periferias, tampoco ocultaron su fastidio por la decisión del pontífice del fin del mundo.


A esa gente no le alcanza que el Vaticano afirme que ‘el Papa, que ama a su país, viajará cuando lo considere oportuno‘. Ni se conforma con que voceros informales intenten explicar que Francisco vendrá cuando sienta que es ‘un factor de unidad y no de división‘, o atribuyan la postergación del regreso a cuestiones políticas o eclesiásticas. Simplemente quiere que venga como ‘pastor‘ a confirmar en la fe a su pueblo. Tampoco le basta que uno de los teólogos del Papa, el sacerdote jesuita Diego Fares, haya dicho: ‘Los argentinos, que hemos tenido en exclusiva a Bergoglio por 76 años, nos alegramos de que ahora visite a nuestros países hermanos primero‘.


El malhumor de la calle crece porque la fecha elegida para ir a Perú y Chile, enero de 2018, deja apenas una chance remota de que vuelva a la región ese año y diluye por completo que lo haga en 2019, con elecciones presidenciales de por medio.

El Papa buscará dar más poder a los Obispados en el futuro.

El postergado regreso del Papa, duele, enoja. Por egoísmo, por cierto ombliguismo argento, tal vez. Por ‘envidia cristiana‘, también. Las redes sociales se hicieron eco y amplificador de ese malestar. ‘El Papa va a venir a Argentina cuando la dirigencia política deje de colgarse de su sotana‘, escribió Josele López en su cuenta de Facebook. ‘Ya no me interesa si viene o no‘, planteó Dorothy Elvira Rojo. ‘Por qué hace que los argentinos se enojen tanto... qué le hemos hecho‘, se preguntó Lili Ramírez. Y así miles de comentarios.


El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva, dijo -al ser consultado por DyN- comprender la desazón de los católicos de a pie que ‘no terminan de entender bien por qué el Papa no viene‘, y agregó: ‘Lo dicen con franqueza y sin segundas intenciones. Los comprendo, y también yo comparto esos sentimientos‘. ‘Los animo -y me animo- diciendo que, como católicos argentinos, tenemos que sostenerlo (al Papa) con nuestra oración, el aprecio por su persona y el consuelo de ver todo lo que está haciendo en la Iglesia, por el mundo, por los pobres‘, completó.


Los interrogantes no son sólo argentinos, en Europa también se preguntan cuáles son los motivos por los que Francisco evitará a su país en una nueva gira sudamericana. Es que los antecedentes de otros papas pesan y abonan los comentarios suspicaces. Juan Pablo II regresó a Polonia ocho meses después de ser electo, mientras que Benedicto XVI lo concretó apenas cinco meses después de su elección papal.


Por un carril muy distinto corren las especulaciones políticas autóctonas, que las hay y seguirá habiendo: el Papa es ‘peronista‘, no quiere interferir en un proceso electoral, busca no profundizar la ‘grieta‘, el motivo es su relación distante con el presidente Mauricio Macri, y muchos etcéteras. Hay quienes también atribuyen la larga espera al hecho de que Bergoglio pretende ‘provocar un debate‘, para que sus compatriotas se pregunten por qué el Papa no viene. 
Lo cierto es que la lista de países sudamericanos sin visitar por Francisco se reducirá considerablemente tras los viajes de septiembre de este año a Colombia, y a Perú y Chile en enero de 2018. Apenas quedarán tres: Argentina, su tierra natal; el Uruguay laico y la Venezuela sumida en una crisis institucional.