En los 8 años en los que los argentinos Marcelo Balcedo y Paola Fiege pasaron inadvertidos para la Justicia antilavado de Uruguay, nunca imaginaron días como los de hoy: de escándalo binacional por sus vidas de “reyes” y precintos en sus muñecas.
 

 

Mucho menos ella, a los 33 años y con 21 menos que los de su pareja, el sindicalista de Sindicato de Obreros y Empleados de la Minoridad y la Educación (SOEME), con el que tuvo un hijo. Nada de esto pensó que iba a pasarle, seguramente, cuando dejó su Villa Cabello natal, en Posadas, Misiones.
 

Ese marido es el que le compró la lujosa chacra en “El Gran Chaparral” -sobre un cerro, en una propiedad de 90 hectáreas- y le permitió darse todos los gustos. Muchos. Y bastante singulares.

 

¿Ejemplos? Aceptar construirle un chalet para su madre a metros del de ellos sobre el cerro de Playa Verde -a 40 kilómetros de Punta del Este- o incrustarse piedras preciosas en los dientes. Un look que está muy lejos de la ciudad de La Plata, donde el matrimonio dividía sus vidas, y que hace unos años usaba la mega estrella del pop Rihanna.
 

Balcedo sigue detenido en cárcel central de Montevideo. Pero Fiege fue trasladada de una cárcel en Fray Bentos a una “VIP ” en Campanero, departamento de Lavalleja. Todo más acorde a la ropa de marcas internacionales que eran su debilidad, según sus vecinos contaron a Clarín.
 

Lo mismo con la peluquería. A Paola, que tenía una radio en Punta del Este, a veces se la veía con el pelo mitad rubio y mitad rosa. Pero siempre con su chofer, con el que se turnaba para dejar e ir a buscar a su hijo al colegio bilingüe de Punta del Este, Instituto Argentino Uruguayo.
 

Balcedo no fue tan generoso con los 14 autos de alta gama incautados en la lujosa chacra cercana a Piriápolis. Sólo un Porsche figura a nombre de ella. El Mercedes-Benz edición McLaren, la Ferrari California y el Chevrolet Camaro tienen al hombre de la familia en los papeles.