La poliomielitis es "una enfermedad infecciosa producida por un virus que ataca la médula espinal y provoca atrofia muscular y parálisis'', según lo define el diccionario. Desde principio del siglo XX, los científicos lucharon para poder controlar esta afección que se transformó en epidemias en diversos lugares del mundo. En Buenos Aires hubo 6.500 casos registrados entre 1956/57. En ese marco y teniendo en cuenta la necesidad de prevención sanitaria en el país, se yergue la figura de una destacada médica e investigadora ítalo - argentina. Se trata de Eugenia Sacerdote de Lustig, quien tuvo una destacada participación en bien de la humanidad. Sus investigaciones fueron clave para controlar la epidemia de poliomielitis y dedicó su vida al estudio de las células vivas.

Nació el 9 de noviembre de 1910 en Turín y murió en Buenos Aires, a los 101 años, el 27 de noviembre de 2011. Dos semanas antes de su fallecimiento, había sido distinguida en el Senado de la Nación con la Medalla del Bicentenario. Fue, junto con su prima hermana Rita Levi Montalcini (Premio Nobel de Medicina 1986 y senadora vitalicia en Italia), una de las primeras mujeres en recibirse de médica en Italia.


Eugenia Sacerdote llegó a la Argentina en 1939, tras dejar su país por las persecuciones raciales del régimen de Benito Mussolini. En la cátedra de Histología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, se dedicó a investigaciones con el cultivo de células vivas in vitro, técnica que permite el estudio de virus y tumores.


La médica dijo hace algunos años a la agencia italiana ANSA que, en el marco de la campaña para introducir la vacuna contra la poliomielitis, "y para dar el ejemplo'', se inmunizaron primero ella y sus tres hijos. Cuando comenzó la epidemia de la Poliomelitis fue enviada a la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Estados Unidos, para interiorisarse en el trabajo de la vacuna que combate a esta enfermedad. A partir de 1989, se dedico a la investigación de enfermedades neurálgicas y fue jefa e investigadora de distintos institutos.


Además evocó que, a poco de nacer en Italia su primera hija, una mañana leyó en el diario las decisiones de Mussolini contra los judíos y que a causa de ese duro golpe emocional, "dejó de tener leche para amamantar''. Entonces, con su marido, que trabajaba en la empresa Pirelli, viajaron primero a Brasil y luego a la Argentina. Se comunicaba con su prima hermana "todas las semanas'', en un vínculo estrecho de dos personalidades de la misma edad y ambas dedicadas a la ciencia.


Investigadora del Conicet y jefa de Virología del Instituto Malbrán, trabajó hasta los 80 años, cuando comenzó a perder la visión. Aunque siguió dialogando con sus discípulos y manteniendo una intensa actividad intelectual a partir de las lecturas que amigos y estudiantes hacían para ella.