"...Hoy la esquina ha sido cerrada y la demolición se ha cargado la sombra del viejo bar 'Los Douglas'".


Tucumán, casi Mitre. Hubo aquí un café al paso con el perfil de los viejos bares de pueblo. Nunca recalé allí ni siquiera unos minutos, pero lo conozco por los dimes y diretes de quienes lo vivieron con la autoridad de los sentimientos. Hoy la esquina ha sido cerrada y la demolición se ha cargado la sombra del viejo bar "Los Douglas".


Allí, nuestros grandes poetas "Chiquito" Escudero y Rufino Martínez; el gran músico Chelo Aguado y otros abordaron durante años la vivencia de tomar un trago poético y filosófico en ese sitial de bohemios, poetas y artistas.


Todo ha sido tirado al viento de los olvidos, pero hay algo que retumba en el alma de la ochava como una declaración de amor o un manifiesto de la mejor política, como una cachetada de rosas o un aturdimiento de jilgueros, porque no es fácil pisar esa acera y como si nada ocurriera. Los objetos se cargan de la gente. La gente se carga de los objetos y ambos tiran juntos para el lado de la emoción. Desde afuera uno veía fotografías de seres entrañables que allí quedarán por los tiempos como testimonio de lo que el lugar no ha dejado escapar, que colectaba para sus entrañas, atesoraba para los que quisieran ver y los que no quisieran y no pudieran, mala suerte.


Vuelvo a recordar que en una juntada de poetas, el "Chiquito" Escudero se largó con una declaración de amor al bar. Musitó como un viento de belleza que, cuando murió Rufino Martínez, las humildes mesas y sillas de la taberna lloraban. Estoy seguro que fue así; en el ruedo de esa cantina palpitante y añeja donde los hombres vibraban ante una frase feliz o una palabra elocuente, los objetos (víctimas pasivas e inocentes de lutos ajenos) lloraron ante la imponencia de las ausencias.


En estos sitios (pulpería para unos, fonda, posada, mesón, hostería para otros), se paren cosas nobles y bellas que muchas veces no surgen en otros lugares. Hay hechizo, misterio o bendición en el cuadrilátero de paredes que han mamado tanta vida y llorado tanta muerte irreparable en el vertedero de la sensibilidad. Dicen los observadores que no es fácil salir de esos sitios igual que como se entra. El ángel de la guarda que custodia la esquina de Mitre y Tucumán y que empuja a los sentimentales a tomar un sorbo de bohemia y vida en el barcito que estuvo allí al paso, se ha quedado a vivir en las inmediaciones, por las dudas, por si a alguien se le ocurre el látigo del olvido.


 

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.