¿Quién puede asegurar que "ver" es sólo un atributo de los ojos? Si así fuera, esta amplia posibilidad de descubrir las cosas estaría limitada a quienes tienen la vista intacta y no es así. He escuchado a cieguitos hablar de cosas que están más allá de sus ojos, con la misma propiedad que los que podemos verlas. La mayoría de las cosas se perciben mucho más allá del sentido de la vista. Te recuerdo con gran afecto, Carlitos Altamirano. Tu figurita ajada de nieblas circundantes y tu pasito de gorrión herido ya no engalana esta Ciudad. Tu bastoncito blanco, varita que tocaba y descubría el mundo con cada caricia triunfal de tu brazo, ha de estar taconeando cielos por la inmensidad de Dios.


Carlitos fue uno de esos seres que, rodeados de sombras, predicaban luces que posiblemente muchas veces no alcanzamos. El alma se acrecienta cuando el tránsito por la vida debe hacerse por un desfiladero de noches y ausencias; la vida dura o peliaguda templa el alma de los seres humanos nobles, como lo fue Carlitos.


No recuerdo bien cuándo lo conocí; posiblemente fue por algo relacionado con la música, porque nuestro personaje era un enamorado del folklore, sobre todo del de este Cuyo que nos acuna y honra. Condujo la Sociedad de no Videntes de esta provincia, con todas las de la ley, con papeles, actas y todo el formalismo, sin asistentes ni nada, con el sólo instinto de los que vivencian las cosas más allá del susurro de lo material.


Como señalando rumbos, iba va con su mundo de formas y diseños para nosotros inalcanzables, todos los días, por esta Ciudad cordial y a veces dura, urgente y demorada en el tiempo, moderna y a veces mancillada por un pasado de ruinas que los sanjuaninos, al parecer, no podemos superar. Carlitos Altamirano aún la recorre, estatua viviente de sol sanjuanino. Se lo ve, estoy seguro, anda como triste, enancado en sueños a los que nadie puede acceder, fantasías de colores muertos y figuras a su modo, conduciendo el corcel de las aceras con su bastoncito iluminado, nubecita engalanada de tanto agitar dignidades, ganándose la vida adversa al tranquito breve, conquistando ese cielo que estoy seguro tiene mucho más cerca que todos nosotros.