El otro día en una charla le pedí a los asistentes que pensaran durante tres minutos en silencio y escribieran la palabra que mejor expresaba cómo se veían ellos dentro de cinco años. Recogí sus respuestas en una nube de palabras y el término más utilizado fue "felicidad'', la segunda, "estabilidad'' y la tercera, "crecimiento''. También aparecían "salud'' o "saludable'', "éxito'' y otras por el estilo que, en todos los casos, demostraban expectativas de mejora y de progreso. Les pregunté si nadie pensaba que podría estar muerto, enfermo o discapacitado. Me dijeron que no. Y esto está bien y es muy bueno porque los seres humanos somos naturalmente proyectivos y nos movemos por las imágenes positivas y superadoras que proyectamos hacia el futuro y que justifican los esfuerzos y las privaciones que frecuentemente tenemos que hacer en el presente para lograrlas.


Luego al mismo grupo les pregunté cómo veían a la Argentina dentro de cinco años. Aparecen expresiones como "pobreza'', "peor'', "quebrada'', "insostenible'', "deuda'', "mal"" , "inflación"". Si bien aparecen también algunas más optimistas se diferenció de la pregunta anterior por la manifestación de una visión bastante más negativa y pesimista de nuestro país.


Viendo el contraste entre estas dos visiones del futuro, me preguntaba si era posible que a la Argentina le fuera mal y a ellos bien y viceversa, si a ellos les iba a ir tan bien, probablemente al país no le fuera tan mal. ¿Dónde está la verdad? En tal caso, le dejo a usted, estimado lector o lectora, que saquen sus propias conclusiones.


La experiencia me hizo acordar que cuando nos casamos con mi esposa nos prometimos decirles siempre la verdad a nuestros hijos. Y así lo hicimos. Recreábamos el ritual de colocar los zapatos, dejarle pasto a los camellos y dormirnos temprano cada noche de 6 de enero, pero nuestros hijos sabían que nosotros éramos los que comprábamos sus regalos porque les habíamos explicado que los Reyes Magos no existen.


Una de aquellas noches fuimos con toda la familia a "recibir a los reyes'', (unos bomberos disfrazados como los magos que recorrían las calles del barrio arriba de uno de sus camiones cisterna repartiendo caramelos). En un momento, una de mis hijas, que tenía 4 años, viendo el espectáculo, tomó mi mano, me miró con cierta indignación y me dijo: "¡Viste que es verdad que existen los reyes magos, papá!''


Es verdad que enfrentamos una realidad compleja con cambios profundos y un alto grado de incertidumbre y sobre todo en estos tiempos, con tantos problemas agrandados y acelerados por el impacto tecnológico y la pandemia. Es verdad también que todas estas circunstancias tendrán inevitablemente un gran impacto en nuestra vida. Pero por suerte, como decía Ortega y Gasset: "es falso decir que en la vida deciden las circunstancias. Al contrario: las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero (felizmente) el que decide (siempre) es nuestro carácter.''


Más allá de la posverdad y los "relatos'', tan frecuentes en estos tiempos, que no revelan la verdad sino aquello que creen que "preferimos'' escuchar, ¿Cómo podemos hacer para acercar las imágenes que tenemos sobre nuestro porvenir y el futuro del país? ¿Qué tendría que innovar en mí vida para que lo que hago, tenga mayor influencia en la construcción de una Argentina más fraterna y solidaria?

Por Gustavo Carlos Mangisch
Director de Innovación y Calidad en Educación del Espacio Excelencia y de la Maestría en Nuevas Tecnologías (UCCuyo)